Por Cathy Scheraldi de Núñez
Al pensar en el mandato de cuidar a las viudas, el primer versículo que viene a mi mente es Santiago 1:27, «La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo». Es interesante que Santiago no nos dice que este mandato es un deber sino que es la religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre. Y la razón es porque nuestra religión está muerta (Sant. 2:17) a menos que la llevemos a la acción. Nuestra creencia no puede estar ausente de acción sino que debemos preocuparnos y cuidar a los más débiles y vulnerables ya que es una señal de nuestra conversión (Sant. 2:18).
Dios es amor (1 Jn. 4:16), de manera que Su corazón es movido hacia los vulnerables, aquellos en situaciones que no pueden ayudarse a sí mismos. Como esa es Su naturaleza, entonces nosotros debemos ver compasión no solamente en lo que Santiago enseña sino a través de toda la Escritura. Podemos ver que en Éxodo 22:22 se nos instruye a no afligir a las viudas. La historia de Rut nos demuestra un amor incondicional de una viuda que tuvo la capacidad de trabajar, hacia otra, su suegra Noemí y vimos como Dios, proveyó, en formas físicas y espirituales y mucho más allá de lo que ellas pudieran imaginar.
El Salmo 68:5 nos enseña la razón por la cual debemos cuidarlas, porque Dios es «Padre de los huérfanos y defensor de las viudas». Si fuimos creadas a Su imagen, debemos reflejarle mientras caminamos aquí y cuidar a aquellas que Él quiere cuidar, para transmitir Su amor hacia ellas, y demostrar Su carácter a todos, mientras Él nos recompensa llenándonos de satisfacción, como Jesús lo manifiesta (Juan 14:21).
Jesús nos demostró eso en tantas formas, en Lucas 7 leemos como Jesús tuvo compasión de la viuda de Naín resucitando a su único hijo. Él estaba caminando con Sus discípulos cuando un grupo de personas pasaban a Su lado con el difunto. Ella no era una conocida ni alguien cercana a Él, sin embargo, Su corazón se conmovió reconociendo que aparte del dolor que esta madre sentía, ella estaba en una situación muy vulnerable, de no tener nadie para proveerle. En la antigüedad, las viudas se encontraban en una posición especialmente difícil porque no se disponía fácilmente de empleos honorables, ni tampoco había instituciones seculares que las mantuvieran. Como Dios es el defensor de las viudas (Sal. 68:5), Su compasión y amor lo impulsó a actuar a su favor, confirmando lo que el autor de Hebreos escribió en el capítulo 13 versículo 5 «NUNCA TE DEJARÉ NI TE DESAMPARARÉ».
En Juan 19 leemos no solamente la compasión y cuidado que tuvo para Su madre, sino también como Él esperaba que Sus discípulos lo imitaran, cuando pidió a Su discípulo Juan cuidar a Su madre como si fuera su propia madre. Todo lo que Dios hace es con un propósito y ya que María tenía otros hijos que pudieran cuidarla, entonces especulo que Jesús quería que entendiéramos que cuidar a las vulnerables no era una opción sino nuestro deber. Aun aquellas de nosotras que vivimos en países donde hay instituciones que ayudan, la iglesia no puede descansar en que ellos proveerán todo sino que somos responsables de ayudar especialmente a los creyentes (Gál. 6:10). Y la ayuda no solamente es financiera sino espiritual, lo que las instituciones obviamente no pueden proveerles.
Si las necesitadas son de nuestra familia, es nuestra responsabilidad proveer para ellas (1 Tim. 5:8). Sin embargo, con el colapso de la familia en nuestros tiempos, hay muchos alrededor nuestro que necesitarán nuestra ayuda también. Dios es el dueño de la tierra y todo lo que hay en ella (Sal. 24:1) y toda buena dádiva viene de lo alto (Sant.1:17), lo que hemos recibido realmente no nos pertenece a nosotras sino a Dios, y debemos utilizar lo que Él nos ha regalado con aquellos que Él quisiera ayudar. Nuestro futuro es seguro en Él y como Él es fiel, podemos confiar que proveerá para nuestras necesidades en el futuro.
Entonces, «no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos. Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe». (Gál. 6:9-10)
Cathy de Núñez, es parte del ministerio para mujeres “Ezer” de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, Directora Programa Radial Mujer para la gloria de Dios, escritora del libro “El ministerio de mujeres” y co-escritora del libro “Revolución Sexual” junto con su esposo el pastor Miguel Núñez. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.