Por Betsa Arcos
Ponte de pie en la presencia de los ancianos y muestra respeto por las personas de edad. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. Levítico 19:32
Honra: ka·vóhdh en hebreo, literalmente significa «peso». Demostración de aprecio que se hace de alguien por su virtud y mérito. De gran estima y respeto. De gran valor.
Cuando corrijas a un anciano, no lo regañes; al contrario, aconséjalo como si fuera tu propio padre. Trata a las ancianas como a tu propia madre, a los jóvenes como a tus hermanos, y a las jóvenes como a tus hermanas, es decir, con todo respeto.
1 Timoteo 5:1-2
A lo largo de la Palabra, Dios nos exhorta a honrar (respetar y tener en estima) a nuestros mayores (Ex. 20:12, Ef. 6:2). Esto tiene como promesa largura de días, pero también Dios nos advierte que de lo contrario nuestros días serán acortados (Prov. 20:20).
Nos manda a comenzar por los de nuestra casa (incluyendo la iglesia), a ser piadosos con nuestra propia familia y hermanos en Cristo, a ver por ellos, auxiliarlos y proveerles de lo necesario. Todo esto agrada al Señor, porque de lo contrario negaremos la fe, seremos peor que un incrédulo. Recordemos que la fe sin obras es muerta, podemos decir ser creyentes, pero nuestros actos hablarán otra cosa (Sant. 2:14-26).
Honra a las viudas que en verdad lo son. Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios […] porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
1 Timoteo 5:3-4, 8
«… y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios…» Aquí Pablo está instruyendo a su colaborador Timoteo, explicándole cuál debe ser la conducta característica de los miembros de la iglesia. Esta (la iglesia cristiana primitiva) actuó cuidando a los pobres, los ancianos, los enfermos, las viudas y los huérfanos que no tenían a nadie más para cuidarlos.
En los tiempos actuales, un anciano podría considerarse como una carga en un hogar, por los cuidados y atención que requiere, los gastos que se pueden generar en cosas especiales para ellos o en atender alguna enfermedad. Esa podría ser la manera de pensar de un corazón cauterizado y frívolo, de un corazón que no ha tenido un encuentro con Jesús. No nos dejemos llevar por lo que el mundo dicte.
La Palabra dice claramente, en el versículo anterior que debemos aprender a «recompensar a nuestros padres». Solo basta ponerse a pensar en lo que una persona anciana ha vivido, imaginar por lo que muchos de nuestros padres y madres han pasado por darnos lo mejor, a su manera, pero hicieron su mejor esfuerzo. Dios ha visto todos los sacrificios que nuestros viejitos han hecho por nosotros, ha visto la intención de sus corazones por hacer algo a nuestro favor. Cuando ellos necesitan cuidado, a veces olvidamos esos sacrificios.
En ocasiones, por las vivencias duras que hemos tenido con nuestros mayores, creemos que no merecen nuestras atenciones y cuidados, recordemos que no somos jueces para levantar juicio y decir que hicieron bien o que hicieron mal, que merecen y que no merecen. Recuerda qué merecíamos nosotras por nuestros pecados, en cambio no se nos dio lo que merecíamos, sino que por gracia se nos dio redención.
Un corazón agradecido, recompensa a sus padres y abuelos honrándoles, cuidando de ellos, proveyéndoles, viendo por ellos como ellos algún día lo hicieron. Tengamos presente que cuando honramos y cuidamos de nuestros padres y ancianos, también estamos sirviendo y honrando a Dios. Si bien ellos son el reflejo de Dios para con nosotros ya que nos proveyeron, nos cuidaron, nos protegieron, nos dieron refugio, consejo y en su momento nos corrigieron (Prov. 19:18), ¿no es lo que Dios ha hecho y cómo ha sido con nosotros?
Dios tiene cuidado especial por los desvalidos, entre ellos los ancianos, y le son de gran estima y honra, solo basta echar un vistazo al libro de Proverbios. En los ancianos puedes encontrar la sabiduría adquirida de un largo caminar por la vida, aunque a veces encontramos sus consejos como algo anticuado sin valor y llegamos a menospreciar esas palabras llenas de sabiduría.
No nos cansemos de hacer el bien, el evangelio significa que no merecíamos nada más que la muerte por nuestras transgresiones. Fue por Su gracia que no miró más nuestros pecados. Dios dio lo más preciado: Su Hijo. Claro que ningún sacrificio podrá ser comparado con el que Dios hizo por nosotras, pero como hijas de Dios, vivamos la fe, demos testimonio de lo que el evangelio es a través del cuidado de los nuestros en obediencia al Señor. Seamos más como Cristo, seamos piadosas.
Aún si tu vivencia con tu padre, madre o algún anciano en casa ha sido difícil, solo te puedo decir: PERDONA de la manera que fuiste perdonada por el Señor. Y pregúntate que legado estás dejando a los que vienen detrás de ti. ¿Estás dejando buena enseñanza de vivir la Palabra honrando a tus mayores sin esperar nada a cambio? Entiendo que si atravesaste algo terrible no quieras repetir lo mismo, y eso es bueno, pero comienza un nuevo caminar cimentada en la Roca que es Cristo, y estoy segura de que cuando llegues a tu vejez o si ya estás en esa etapa, verás frutos.
¡Haz que tu padre y tu madre se alegren! ¡Haz que se regocije la madre que te dio a luz!
Proverbios 23:25
Betsabé Arcos (conocida como Betsa Arcos), pecadora salvada por gracia y redimida por Jesucristo. Coordinadora de redes sociales de Lifeway Global, Biblia de apuntes (Fb/IG). Miembro de la Iglesia Provisión para mi Vida, Toluca, MX. Sirviendo a Dios a través del acuarela apoyando a misioneros e iglesia perseguida en Medio Oriente. Puedes encontrarla en Instagram como @betsa.arcos (clic en el nombre de usuario).