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Por Mayra Beltrán de Ortiz

” Cuando vieron la estrella, ¡se llenaron de alegría! Entraron en la casa y vieron al niño con su madre, María, y se inclinaron y lo adoraron.  Luego abrieron sus cofres de tesoro y le dieron regalos de oro, incienso y mirra”. 

 (Mateo 2:10-11 NTV)

El 6 de enero de cada año, doce días después de la Navidad, la iglesia occidental celebra la Epifanía.  

Epifanía significa aparición, manifestación o fenómeno a partir del cual se revela un asunto importante. La palabra proviene del griego epiphaneia, que significa ‘mostrarse’ o ‘aparecer por encima’.

Es indiscutible que una de las imágenes favoritas de la Navidad es la de los magos viajando en camellos durante una noche iluminada por las estrellas. De hecho, acostumbramos a adornar nuestros hogares con figuras que representan el nacimiento del niño Jesús y siempre colocamos a los magos alrededor del pesebre con los pastores que han venido al establo para ver al bebé.

Es una verdad el hecho de que estos magos o sabios no pertenecen realmente a la escena del pesebre. Hay una serie de datos que sugieren que llegaron bastante tiempo después del nacimiento de Jesús en el establo. El Evangelio de Mateo no incluye detalles de si eran verdaderamente reyes, si eran exactamente tres y si su llegada fue poco después de su nacimiento. De acuerdo con las Escrituras estos magos fueron guiados por una estrella visible que los llevó hasta Jerusalén y luego hasta Belén exactamente al lugar donde estaba el niño (Mateo 2:2,9).  Algunos han sugerido que Jesús pudo haber tenido entre 1 y 2 años por el hecho de que el rey Herodes ordenó la matanza de todos los niños menores de 2 años.

El evangelio de Mateo sí registra que estos magos vinieron con regalos especiales para el rey recién nacido. Mateo nos dice: “Y entrando en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11).  

Oro, incienso y mirra resultan regalos extraños para un niño recién nacido.  Algunos historiadores han razonado que estos regalos son símbolos de quién era este bebé. Se han hecho interpretaciones populares del simbolismo de estos regalos, pero Mateo no nos da ninguna explicación.  

El oro es asociado con reyes y representa poder y riqueza. El incienso es usado algunas veces en las iglesias y demuestra que las personas adorarían a Jesús. La mirra es un perfume que se usa para embalsamar a los muertos, indicaba la humanidad de este niño y presagiaba su sufrimiento y muerte como Salvador del mundo.

Es una tradición popular la de intercambiar regalos entre amigos y familiares en la época de Navidad. Esta tradición que ha sido honrada por miles de años nos recuerda los regalos que fueron dados a Jesús por estos sabios.

El dar regalos es un evento tan celebrado en el mundo occidental que grandes industrias han crecido alrededor de esta tradición. Es importante saber exactamente cómo esta tradición comenzó y que representa, y de esa manera no perdamos el enfoque de que realmente significa darnos regalos unos a otros durante esta temporada tan agitada del año.

Podemos inferir que los regalos intercambiados en Navidad son un símbolo de los tributos hechos al niño Jesús por estos hombres sabios después de Su nacimiento durante la historia de la Natividad. ¿Qué se le puede regalar a este niño que es el Dios Todopoderoso?

En realidad, fueron estos magos quienes recibieron el gran regalo. La llegada de Jesús es el gran regalo que se nos ha dado en Cristo.  El regalo de Jesús a nosotros es el regalo de vida, el regalo del Espíritu en nosotros.  Pero Jesús en sí mismo es el regalo de Dios al mundo. La Navidad es realmente sobre un enorme regalo que Dios le dio al mundo cerca de 2000 años atrás – ¡JESÚS!  Uno de mis versículos favoritos, Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Nosotros como los sabios debemos vivir en asombro, agradecidas por la maravilla del amor de Dios que lo llevó a hacerse carne en un niño pequeño.  Este regalo de parte de Dios es demasiado grande, demasiado maravilloso, ¿Qué podemos nosotras dar a cambio?  Nada, lo que sí podemos es darnos nosotras mismas en adoración.  Estos hombres, eruditos, ricos, magos del este, no judíos y probablemente paganos, arrodillados a los pies del pequeño niño, del Dios verdadero, se dieron a sí mismos, se arrodillaron y adoraron según dicen las Escrituras.

La Epifanía es la revelación de Dios al mundo: la revelación de Jesús, el regalo del amor de Dios. Es un amor al cual los magos responden con los regalos de oro, incienso y mirra, el cual Jesús devuelve personalmente con Su ministerio, muerte y resurrección. La naturaleza de esta entrega de regalos es personal. Demanda de nosotras que nos involucremos con otras personas, que trabajemos para mejorar a nuestra sociedad.  La Epifanía es un recordatorio a nosotras de dar y cuando podamos dar de una manera extravagante.

Estamos iniciando un nuevo año después de finalizar un año muy tormentoso. Debemos preguntarnos:

  • ¿Qué tanto nos hemos entregado a Dios en respuesta a su maravilloso regalo para nosotras?
  • ¿Con qué facilidad le hemos dado a Dios, no lo segundo mejor sino lo mejor de lo que tenemos para ofrecer?
  • ¿Con cuánta frecuencia nos hemos entregado a nosotras mismas y de nuestro tiempo a alguien que necesita amor y compasión?

El desafío para nosotras hoy es que el amor de Dios se refleje en nuestras vidas mientras lo adoramos con todo lo que tenemos.

Mayra Beltrán de Ortiz, decidida a honrar el diseño de Dios para la mujer. Esposa de Federico Ortiz hace 45 años, madre de José Alberto y Erika y abuela de Noé, Renata y Jaime Alberto. Graduada del Instituto Integridad & Sabiduría. Miembro y diaconisa de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) donde es parte del Cuerpo de Consejeros y es Encargada del Ministerio de Mujeres EZER.

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