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Mirna Espinoza

(Isa. 9:2, 6-7, Sal. 122; Isa. 2:2-5; Rom. 13:11-14) 

El mundo oscuro, sin poder ver ni un par de pasos al frente, asumiendo que todo estaba bajo control y que conocían bien el camino que recorrían. Pero por dentro, si analizaban el mapa que se ocultaba en sus corazones podían darse cuenta de que el rumbo que habían tomado durante años era la desolación y la muerte. 

Es interesante observar cómo el ser humano puede convencerse de algo que no es la verdad. «El pueblo andaba en tinieblas», el mundo entero, desde ese fruto prohibido, había conocido la verdadera oscuridad que no es iluminada por la luna en una ciudad, sino aquella que en silencio espera el tiempo pasar hasta nada ver nunca más. 

Desesperanzados, así nos encontrábamos todos, nadie podía decir que conocía el color del sol, porque nos encontrábamos a tientas buscando llegar a un lugar seguro. ¿Cómo encontrarlo si lo único seguro que teníamos lo perdimos por nuestro orgullo? Por eso, a pesar de creernos autosuficientes y como si todo seguía como en un principio, era lo opuesto. Desesperanza. 

Dios es experto en darle la vuelta a las historias y hacer cambios que parecen magia, pero no lo llamaría así nunca, porque no es una ilusión, no es algo practicado por horas o planeado para engañar. Lo que Dios hace es milagroso, verdadero y eterno. Y así, en medio de la oscuridad «el pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz», una que brillaba tan fuerte que cegó la desesperanza para convertirla en una esperanza que alumbraba las tinieblas que gobernaban los corazones esclavos a la maldad. 

Una célula, eso usó, para traer esperanza al mundo en destrucción. Un llanto de un bebé, eso prometió, porque serían lagrimas que sanarían almas a todo aquel que lo conoció. Un Salvador «Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz», Su nombre, significaría que la oscuridad por fin tendría un enemigo mortal, que para siempre de la amargura nos sacaría sin dudar.  

«Sobre el trono de David», un rey eterno, el verdadero heredero y el único digno de confianza. Los ojos de tantos volvieron a brillar, porque la esperanza comenzó a reinar. Dios tocaría el mundo con Sus pies, con Sus manos y Su piel. Dios salvaría al mundo, no con una espada afilada, una armadura o una coraza. El Rey del universo, que con un pensamiento podría optar por derribar cualquier fortaleza, destruir las galaxias y acabar con el mundo. Pero en lugar de verse valeroso, fuerte, victorioso de una manera normal y esperada, Sus ojos amorosos, Su sonrisa apacible y Su voz templada, nos salvaría de la guerra campal que dábamos por terminada en cual habíamos sido derrotados. 

Esperanza tuvo el pueblo al escuchar las palabras proféticas que vendría un reino potente como un trueno, que los restauraría, redimiría y reconciliaría, pero poco sabían de los métodos diversos que nuestro Rey usaría. Ahora, nosotros, vemos todo el panorama, como una pintura ya finalizada. Comprendemos que la esperanza no se vistió de un soldado, sino de un siervo que ama, que enseña y que sufre como si fuera nada. 

¿Qué desesperanza puedo recitar hoy si ya vino Cristo nuestro Redentor? Lo que hizo, hecho está, nadie puede cambiar lo que nuestro Dios vino a plasmar. Esperanza, eso tenemos, de confiar que, aunque huyamos y fallemos, Su justicia nos rodea y moldea conforme a Él. Para que así mientras más le amemos más semejantes seremos.  

Nuestra esperanza descansa en esa promesa, que hechos enemigos, tinieblas, hijos de ira, nos redimió, nos hizo Suyos, nos restauró y lo que vino a hacer al mundo ya no es negociable no es perecedero. Y lo mejor de todo es que no depende de mí.  

Adviento significa «venida», no una visita esporádica, de un rato y frecuente pero no persistente. Una venida de una vez y para siempre, una venida que partiría la historia de vida a muerte. Una venida que nos dejaría a todos transformados completamente. No esperemos hasta el 25 de diciembre para recordar la historia de reconciliación de Dios hecho hombre, utilizando un vientre humano para nacer y siendo clavado en una cruz para salvar. Adviento es el recordatorio de la esperanza que tenemos, que si un día vino como lo prometió, también vendrá otra vez, así como también lo prometió. 

Mientras tanto, adoremos al Dios que no solo nos llena de esperanza, sino cumple con aquello que nos hace esperar con ansias. 


Mirna Espinoza, guatemalteca con un corazón rebelde que es constantemente corregido por Dios. Salvada por gracia y sin merecerlo. Siempre estudiante y nunca maestra. Sirve al Señor siendo colaboradora para Lifeway Mujeres, en su iglesia local y escribiendo en su blog personal Eufonía, IG: @eufoni.a (para visitarlos solo da clic sobre el nombre del blog y/o sobre nombre de usuario de Instagram)

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