Por Verónica Rodas

Jovencita, necesitas identificar la guerra espiritual que día a día ocurre (Efesios 6:12). Debes entender que necesitas luchar con las armas que Dios te dio para salir aprobada.  “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” Efesios 6:11-13. Necesitas urgentemente tener una determinación clara o terminarás convirtiéndote en una marioneta de tu enemigo. 

Jesús, al comenzar su ministerio con aproximadamente 30 años de edad, enfrentó una guerra espiritual, una lucha que atacó directamente el plan que Dios tenía con él. Ahora, puedes preguntarte: “¿cómo Jesús enfrentó esas luchas y cómo debo atravesarlas yo?” 

Tentación de Jesús 

Los primeros detalles de este acontecimiento son fascinantes: “Jesús, lleno del Espíritu Santo” (Lucas 4:1). Jesús entró a la tentación lleno del Espíritu Santo; de otra manera no vas a poder vencer. “Fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lucas 4:1). Obedeció a Dios y fue directo a lo que tenía que enfrentar; la obediencia es vital. “Era tentado por el diablo” (Lucas 4:2). Comenzó la guerra. Jesús fue tentado y salió de allí con una victoria total. Si enfrentas la prueba de la manera en que Jesús lo hizo, será inevitable salir como Él salió: ¡ganando! 

El diablo quiere lograr que estés confundida y trabajará incansablemente para llevarte a hacer lo que no tienes que hacer. Lo quiso hacer con Jesús y no le bastó con una sola vez, sino que lo intentó tres veces. Es muy fuerte ver al enemigo queriendo atacar la identidad de Jesús. ¿Crees que contigo también lo intenta? 

Si prestas atención a las tres tentaciones, comprobarás cómo el diablo va directamente a atacar su identidad: 

Primera Tentación: “Entonces el diablo le dijo: si eres Hijo de Dios…” (Lucas 4:3). ¿Cuántas veces has escuchado esa voz? “Si eres hijo de Dios…” seguro que muchísimas. El enemigo diciéndote “si fueras hija de Dios te pasaría esto y lo otro” … “si realmente Él fuera tu Padre no estarías como estás”… Te enfrentas a una guerra sin tregua, con cero de preparación. 

Segunda tentación: “Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad” (Lucas 4: 6). Escuchas esa voz que te intenta engañar y te dice: “yo te puedo dar todo eso que quieres”, “puedo darte más que Dios”, “yo no tengo límites” … 

Tercera tentación: “Satanás le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo” (Lucas 4: 9). El enemigo quiere derribar la identidad que tienes en Dios. Otra vez, engañando tu mente y cuestionándote. Vive hablándote y diciéndote: “dices que eres hija de Dios y que todo lo puedes en Cristo, y… ¿esto lo puedes?” Quiere engañarte a toda costa. 

Es Jesús nuestra esperanza, no solamente nos entiende, el fue tentado en todo, y nunca pecó. Ahora, lo que tiene que cambiar es la manera como enfrentas las tentaciones. No es algo lejano e imposible. Sabes que Jesús respondía de la misma manera a las tres tentaciones, sus respuestas fueron basadas en la Biblia. “Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él”. Fin de la lucha. Jesús sale de la prueba de la mejor manera que se puede salir: “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu” (Lucas 4:14). 

Él conoce tus luchas y por eso se tomó el tiempo de dejar esta hermosa historia para que sepas cómo enfrentarlas. Tienes que atesorar y vivir cada detalle que puedas conocer de las Escrituras. Me gustaría que entendieras qué si Jesús necesitó estar lleno del Espíritu Santo y contestar con la Palabra a cada tentación, mucho más tú. Estamos en una guerra, pero tenemos la Palabra de verdad y el Espíritu Santo. Jesús es nuestro ejemplo y sustento.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.