El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida,
y para que la tengan en abundancia.
J UA N 1 0 : 1 0
Piensa en alguna vez en la que te hayan robado el gozo. Es probable que todos podamos pensar en un momento en el que alguien se robó nuestro gozo. Todos conocemos a los culpables. Esos culpables son los dueños de los comentarios ofensivos, despreciativos, sarcásticos y groseros, actitudes de condescendencia e incluso gestos sutiles. A ellos los llamamos ladrones de gozo. No son ladrones salvajes que irrumpen en nuestro corazón y aplastan nuestras emociones para luego irse con el gozo que puedan tomar ni son rateros que se meten sigilosamente en nuestros corazones para robar partes valiosas de ese gozo. Son más como estafadores. Entran en nuestras vidas y nos convencen de darles nuestro gozo. Dicho de una manera sencilla, nosotros les permitimos tener nuestro gozo.
¡Qué pensamiento! ¿Las personas que nos ofenden no son culpables del gozo que nos han robado? Así es. Estos individuos solamente se alimentan de aquellos que saben que entregarán su gozo a cambio de frustración y enojo. Tan difícil como parezca aceptarlo, es nuestra culpa por permitir que nos quiten el gozo. Esto nos lleva a la pregunta: si es nuestra culpa que nos roben el gozo, ¿por qué nos sucede tan a menudo? ¿Por qué dejaríamos que alguien tenga tal poder sobre nosotros?
La triste realidad es que hay muchas razones. Tal vez ellos son seres queridos cuya aprobación buscamos. Tal vez es un jefe que tiene una opinión sobre el trabajo que valoramos. Tal vez es un amigo a quien queremos complacer. Quienquiera que sea, hay personas que tienen la habilidad de llegar a nuestros corazones y pedir nuestro gozo, y, por la razón que sea, nosotros simplemente lo entregamos. Colocamos nuestro gozo en ellos.
Algunas veces estas personas usan mal nuestro gozo a propósito; algunas veces no es de manera intencional. No deberíamos molestarnos con estas personas. El gozo es algo que está reservado solo para aquellos en quienes podemos confiar profundamente. Esta es la razón por la que el divorcio y los problemas familiares lastiman tanto. Esto sucede porque son áreas en las que podemos poner nuestra confianza, incluso cuando tienen la posibilidad de defraudarnos.
Se lo que estás pensando. ¿Dónde están las buenas noticias? ¿Cuándo llegaremos a la parte gozosa? Bueno, ya hemos mencionado el secreto. ¿Dónde estás poniendo tu gozo? ¿Lo estás colocando en tus relaciones con personas o lo estás encontrando en Dios? No es algo malo disfrutar las relaciones que Dios nos ha dado, pero no hay un gozo que se parezca al que encontramos en Dios y en nuestra relación con Él. No entregues a las personas el tipo de gozo que debe de estar en Dios. Dale ese gozo a Dios y encuentra un amor y gozo que nadie a tu alrededor pueda tocar.
SEÑOR, CONSTANTEMENTE PERMITO QUE LAS
PERSONAS A MI ALREDEDOR ROBEN MI GOZO.
YO LO ENTREGO DE FORMA VOLUNTARIA.
RECUÉRDA ME QUE TÚ ERES EL QUE DEBE
TENER MI GOZO. RECUÉRDA ME QUE CONTIGO
HAY UN GOZO SIN COMPARACIÓN. AMÉN.
Un devocional de 100 días de gozo (B&H en Español)