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[La transformación de nuestro entendimiento]

Margarita Camargo de Hinojosa

Cuando Dios nos salva, lo hace individualmente, pero nos coloca dentro de Su familia, la familia de la fe. Allí nos rodea de hermanos y hermanas que nos ayudarán y equiparán para vivir las implicaciones de nuestro diseño.

En la época de Tito, las mujeres debían vivir el diseño de Dios en su vida diaria para así contribuir, no solo a sus propias familias, sino también a la salud de la iglesia y, por lo tanto, a la sociedad. De la misma manera, hoy más que nunca se hace imprescindible obedecer este mandato de la Escritura para que la Palabra no sea blasfemada.

La sana doctrina y el liderazgo pastoral son el marco donde debe florecer la relación entre las mujeres en la iglesia. Es importante recordar siempre que nosotras crecemos bajo la guía de aquellos a quienes Dios encomendó el liderazgo de la iglesia.

Sin embargo, Dios nos dio dones y características que nos habilitan para ser ayuda para su ministerio, para ser dadoras de vida dentro de la iglesia. Eso solo podemos hacerlo correctamente si nuestra forma de pensar está basada en la Palabra.

Una forma correcta de pensar, basada en la Palabra, nos lleva a vivir vidas que agraden al Señor y que atraigan a otros a vivir para Su reino. Volviendo al ejemplo de los creyentes en Creta, sin duda seguían una doctrina, pero lo que Pablo quería es que Tito tuviera cuidado de predicar la sana doctrina: que predicara conforme a la verdad de la Palabra (Juan 17:17); que no fueran llevados por «todo viento de doctrina» (Ef. 4:14).

Cuando una mujer crece en el conocimiento de la Palabra de Dios, puede discernir lo que honra al Señor, puede diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto: su voluntad se alinea con la Suya (He. 5:14; Ro. 12:2).

A pesar de tener años escuchando la Palabra, muchos principios y verdades fueron tomando vida en mí como nunca antes. Esto me llevó a profundizar y crecer cada día más y a tener un gran anhelo por prepararme para apoyar a otras mujeres en su crecimiento espiritual y en muchos aspectos de su vida.

Sin embargo, más que todo lo anterior, he comprendido que estudiar, escudriñar y evaluar mi propia doctrina y basar mi vida en la Palabra de Dios siempre debe tener como propósito buscar la gloria de Dios y exaltar el nombre de Jesucristo.

No hay ministerio exitoso ni valioso si no es constantemente evaluado para verificar que responda en todo momento al propósito para el que fue formado y para confirmar si el propósito que persigue está en todo basado en la enseñanza de Jesucristo.

Un fragmento del libro Mujer verdadera (B&H Español)

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