Wendy Bello
Hace unos días leí algo en una de las redes sociales que me dejó pensando. El mensaje más o menos era este: “Mientras otros duermen, yo decido quedarme trabajando para salir adelante”. No sé si te has percatado, pero cuando alguien nos pregunta cómo estamos, casi siempre la respuesta incluye “súper ocupada”. Lo peor es que incluso hasta nos sentimos un poco culpables si nuestra vida no está repleta de ocupaciones, si el calendario tiene espacios vacíos o si nuestros hijos no participan en una actividad extracurricular todos los días de la semana. ¿Te ha pasado?
Sin darnos cuenta caemos presa de un nuevo tipo de adicción: adictos a estar ocupados. El descanso nos parece un lujo o una pérdida de tiempo. Y, como dijo alguien alguna vez, sacrificamos lo importante en el altar de lo urgente. La Palabra de Dios tiene mucho que enseñarnos al respecto, y creo que debemos comenzar por Jesús. En sus cortos años de ministerio en la tierra, Él supo muy bien cómo administrar el tiempo y, aspecto clave, establecer prioridades.
Veamos un pasaje del evangelio de Marcos:
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.” (Marcos 1:35-38)
Puedo imaginarme a Pedro, posiblemente con un tono de reclamo, cuestionando a Jesús pues, a primera vista, pareciera que estaba ignorando las necesidades de la gente que lo buscaba. Eso ocurre porque estamos pasando por alto un detalle crucial: Jesús mantuvo siempre el enfoque, su misión. Él no podía distraerse tratando de complacer a la gente todo el tiempo, aunque fuera por un buen motivo. Tampoco podía llenar su agenda de una y otra actividad si estas no estaban alineadas con el propósito para el cuál había venido.
¿Y nosotros? ¿Cómo determinamos qué ocupará nuestra agenda? Aunque haya necesidades que atender, asuntos por resolver, proyectos en los que trabajar, no podemos perder de vista las prioridades: primero, nuestra relación con Dios y luego las tareas a las que nos ha llamado, incluyendo nuestro rol de esposas, madres, siervas, etc.
Somos responsables de nuestro tiempo. Muchas cosas pueden exigir nuestra atención, pero eso no determina que sean una prioridad. Y, especialmente en el caso de nosotras las mujeres, aunque muchas necesidades reclamen nuestro tiempo, no hemos sido llamadas a suplirlas todas. Por eso Jesús no se quedó en aquel lugar, a pesar de la aparente necesidad, y siguió su camino.
Por último, pero no menos importante, el descanso no es un lujo ni una pérdida de tiempo. ¡Hasta Jesús buscaba tiempo para descansar! (Marcos 6:31). Dios estableció el descanso, lo diseñó para que podamos “funcionar” bien; es vital para renovarnos, reenfocarnos y mantenernos saludables.
Como esposa y mamá he descubierto que cuando estoy cansada me vuelvo gruñona, pierdo fácilmente la paciencia y, lo peor, dejo de disfrutar la vida que Dios me ha dado. ¿Te sucede a ti también? Por eso, al igual que programamos otras cosas en la agenda, tenemos que dejar espacio para descansar.
Tal vez esto implique que comencemos a deshacernos de ciertas cosas y debamos incorporar otras. Pidamos a Dios que nos dé sabiduría para ser sabias administradoras del tiempo que nos ha dado y así mantenernos enfocadas en lo que realmente importa, aquello para lo cual estamos aquí.
Wendy Bello es esposa, mamá, y alguien cuya pasión es escribir y hablar sobre el diseño divino de Dios para nuestras vidas.