Laura González de Chávez
¿En qué consiste la gloria de Dios? ¿De qué se trata exactamente? Hace catorce años esta pregunta ni siquiera pasaba por mi mente. Ese concepto estaba muy alejado de mi cotidianidad. Si me hubieran preguntado en aquel tiempo acerca de la «gloria de Dios», no hubiese sabido qué contestar.
Creo que habrían venido a mi mente ángeles, catedrales y cosas religiosas… no sé, quizás habría pensado en un crucifijo, o tal vez en una expresión desprovista de sentido cuando algo salía bien: «¡gloria a Dios!». Ciertamente este concepto estaba totalmente apartado de mi realidad.
La gloria de Dios es un concepto difícil de definir o explicar. Es la manifestación de la santidad de Dios, de Su perfección, de Su grandeza y naturaleza divina. En el libro de Levítico, Dios dice: Como santo seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado (10:3). Cuando vemos la hermosura de Su santidad estamos viendo Su gloria.
Cuando hablamos de «dar gloria a Dios» no queremos decir que Él necesita tener esta gloria añadida, sino que las personas lo vean y lo honren como glorioso, que las personas puedan atesorar esa gloria que es sobre toda gloria terrenal y testificar de ella con sus vidas.
Pero tenemos un problema. Romanos dice acerca de Sus criaturas que, aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido (1:21). ¿Cómo es que el ser humano, creado por Dios, no lo glorifica? El versículo 23 nos da la respuesta: cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen […] en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Muchas de nosotras no hemos cambiado la gloria de Dios por una «imagen» tallada en piedra o madera, pero sí hemos hecho un dios de nosotras mismas y de otras cosas creadas, y dejamos de dar gloria al merecedor de toda gloria. Así, al cambiar la gloria debida a Dios por otras cosas, Pablo menciona: el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros (Rom. 2:24). Esto quiere decir que, si no estamos glorificando el nombre de Dios, lo estamos blasfemando. Una cosa o la otra; no hay un término medio.
Fuimos creadas a imagen de Dios para reflejar Su gloria, para atesorarlo a Él por encima de todo y para vivir dando honor y gloria a Su nombre. El propósito del hombre y de la mujer es glorificar a Dios y disfrutarlo por la eternidad.
En realidad, todo lo creado existe para Su gloria, pero, lamentablemente, la gloria de Dios es cada vez menos visible en Sus criaturas. Esta es la triste condición de todo ser humano. Todos, sin excepción, nos hemos quedado cortos de Su gloria (Rom. 3:23). Cambiamos la gloria de Dios por otras cosas; esa es la raíz y la esencia del pecado. Cometimos un gran pecado en contra de Dios.
Es por esto que merecemos Su ira y necesitamos un Salvador. El pecado dañó esa imagen, pero a través de la redención que tenemos en Cristo, a través de Su vida, muerte y resurrección, esa imagen puede ser restaurada. Su Espíritu nos empodera para creer Su Palabra y ponerla por obra; nos capacita para vivirla en el poder de Su Espíritu y así vivir bíblicamente.
Un fragmento del libro Mujer verdadera: el maravilloso diseño de Dios para ti (B&H Español)
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