Skip to main content

Para muchas el pensamiento de ser mamá tiene diferentes ideas, expectativas y temores, muchos de ellos dependen del contexto y la situación de vida en que cada una de estas mujeres se encuentra. Entonces probablemente tratar de ser específicas con tu experiencia como mamá no sea el objetivo de este escrito, pero si es proveerte varios principios que pueden guiar la conversación en desafíos importantes como enfrentarse a perdidas espontáneas, postparto, embarazo, adolescencia y el nido vacío. Desafíos que podrían estar muy cerca de tu corazón o tal vez tú aún no has experimentado, pero mujeres a tu alrededor si lo han hecho y siempre es útil tener algunos principios bíblicos que guíen nuestras conversaciones. Mientras lees este escrito es importante que puedas ir anotando las preguntas que te surgen y que te sientas libre de interactuar con nosotros a través del blog o redes sociales, porque nuestro anhelo es caminar juntas. 

La verdadera promesa de Dios en medio de la pérdida espontánea 

Por Esther St. John. 

Hay una historia que quiero compartir contigo. Tenía siete semanas de embarazo cuando comencé a sangrar de forma incontrolable. Sabía lo que estaba sucediendo, pero me rehusaba a aceptarlo. Clamé a Dios, pidiéndole que salvara la vida de mi bebé. Sin embargo, en el hospital, los doctores confirmaron la pérdida. Regresé a casa con el vientre vacío y el corazón destrozado. 

Durante semanas, no pude orar ni abrir mi Biblia. Pero Dios, en su gracia, usó a una hermana en Cristo para ayudarme a volver a Él. Juntas leímos Mateo 26:36–46, donde vemos a Jesús angustiado en el jardín de Getsemaní. Él sabía lo que venía, y en su humanidad clamó: 

«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.» (Mat. 26:39) 

Jesús entendía el dolor de recibir un «no» como respuesta. Él también sufrió, y en Su dolor se sometió a la voluntad del Padre. Al leer esto, mis lágrimas fluyeron. Su ejemplo me mostró que, aunque Dios escuche nuestras súplicas, Su respuesta puede no ser la que esperamos. Dios nunca prometió una vida sin dolor ni pérdida. Pero sí prometió algo mucho mayor: vida eterna en Cristo. Aun en medio de la aflicción, podemos confiar en su victoria: 

«En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33) 

«El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.» (Juan 11:25) 

El sacrificio de Jesús venció la muerte eterna. Aunque experimentamos pérdidas terrenales, tenemos una esperanza segura. La verdadera promesa de Dios no es evitar el sufrimiento, sino asegurar nuestra vida eterna con Él. Y esa es la promesa que me sostiene: ¡En Jesús, hay vida eterna! 

Tres verdades bíblicas para considerar durante el embarazo 

Por Esther St. John. 

A los 33 años, me convertí en madre por primera vez. Aunque mi esposo y yo estábamos emocionados por recibir al hijo por el que oramos, el embarazo fue abrumador. Las náuseas constantes, los cambios físicos y el temor opacaron mi alegría. Pero Dios usó este tiempo para enseñarme tres verdades transformadoras. 

  1. Mi cuerpo no me pertenece 

En 1 Corintios 6:19–20 Pablo menciona que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Aunque creía esta verdad, el embarazo la puso a prueba. Me sentía incómoda y fuera de control. Pero Dios me mostró que mi cuerpo fue creado no solo para mí, sino para cuidar la vida dentro de mí. Incluso las náuseas tenían un propósito. Me recordaron el sufrimiento físico de Cristo para darnos vida. Mi cuerpo y mi vida son de Él. 

  1. Las hormonas no son excusa para pecar 

Las hormonas del embarazo son reales, pero no justifican nuestras malas actitudes o palabras. Aunque el mundo nos dé un «pase libre», Dios nos llama a más. Con 1 Corintios 10:13 podemos estar seguras de que siempre hay una salida a la tentación. El Salmo 141 nos enseña a orar pidiendo dominio propio, pidiendo a Dios que cuide lo que nuestro corazón expresa a través de nuestros labios. Debemos reconocer cuándo nuestras palabras buscan salir en defensa y podrían herir, y ser prontas en pedir gracia para responder con amor. 

  1. Lleva tu «solo me gustaría saber» al Señor 

Como buena planificadora, tenía todo listo para un parto natural—hasta que una cesárea de emergencia lo cambió todo. Me di cuenta de que había confiado más en mis planes que en Dios. Romanos 11:33–34 dice que Sus caminos son más altos que los nuestros. Solo Él sabía lo que era mejor en el momento. La verdadera paz no viene de nuestros planes, sino de Cristo, como promete Juan 14:27. 

El Salmo 121 una provisión para mamás con depresión posparto 

Por Esther St. John. 

Después de nueve meses de espera, nació mi hijo Israel. Pensé que esta sería una etapa llena de gozo, pero en lugar de alegría, experimenté tristeza, ansiedad y miedo. Aunque soy cristiana y consejera bíblica, me sentí completamente abrumada. Las noches sin dormir, el llanto constante de mi hijo y la sensación de no estar haciendo nada bien me llevaron a enfrentarme con una dura realidad: estaba lidiando con depresión posparto. Pero en medio de mi lucha, encontré consuelo en el Salmo 121. Este pasaje me recordó tres verdades fundamentales que toda madre necesita recordar en tiempos de desesperación, porque Dios está siempre presente, despierto y cuidándonos. 

  1. Mi ayuda viene del Señor (vv. 1–2) 

Esta es una verdad fundamental, sin embargo, nos puede costar recordarla. Al principio, traté de ser fuerte por mis propios medios. Quería demostrar que podía ser una buena madre sin pedir ayuda. Pero me sentía agotada, frustrada y rechazada cuando las cosas no salían como esperaba. El Salmo 121 me recordó que Dios es mi ayudador. Él me creó, conoce mis límites y me da la gracia necesaria para cada día. No tengo que hacerlo sola. 

  1. Dios no necesita dormir como yo (vv. 3–4) 

El cansancio extremo me hizo pensar que debía demostrar fortaleza todo el tiempo. Rechacé ayuda por temor a parecer débil. Pero este Salmo dice que Dios no duerme. Él está despierto conmigo en cada desvelo y me ofrece descanso verdadero en Cristo (Mat. 11:28). Mi debilidad no es un fracaso, es una oportunidad para confiar más en Él (2 Cor. 12:9–10). Siempre es bueno permitir que la iglesia local camine con nosotras aun para poder dormir unas horas. 

  1. El Señor es quien me guarda (vv. 5–8) 

Así como cuido con ternura a mi bebé, Dios me cuida a mí. Él es mi protector constante, mi refugio seguro. No estoy sola. Él guarda cada paso de mi vida con amor perfecto.  

Mamá, tu adolescente necesita perdón y gracia 

Por Liliana González de Benítez 

Ser madre de un adolescente es como lanzarse en balsa por un río caudaloso. La experiencia es desafiante, emocionante y a veces aterradora. Enfrentamos los cambios corporales, hormonales y emocionales de nuestros hijos. Luchamos con sus inseguridades, con sus brotes de acné, con sus temores al rechazo, con la influencia de las redes sociales y de sus amigos incrédulos, con sus estallidos de rebeldía y con un montón de circunstancias que nos sobrepasan. La manera cómo navegamos por esta etapa de cambio y crecimiento puede alentar o, por el contrario, exasperar a nuestros hijos. Por eso, necesitamos sabiduría bíblica y mucha oración. En mi caso me tomé muy en serio la emocionante travesía de ayudar a mi hija a conocer a Jesús y ahora ¡estoy tan contenta y agradecida de ver la gracia de Dios en Su vida! Las semillas de fe sembradas en su corazón durante esos años de adolescencia han dado una cosecha de ricos frutos espirituales.  

Algo importante que aprender fue que mi hija y yo compartimos una naturaleza caída y ambas teníamos la necesidad de un corazón nuevo. Esto me llevo a ser honesta con ella. Yo no podía guiarla por la senda estrecha que lleva a la vida si mis pies andaban por la senda ancha que lleva a la perdición (Mat.7:13-14). Uno de los errores graves como padres es dar un doble discurso. 

Mientras estemos expuestas a la influencia de los antivalores y falsas creencias de este mundo en tinieblas, necesitamos mucha gracia y perdón. Por eso me gustaría ofrecerte tres principios sabios que me desafiaron a criar a mi hija para la gloria de Dios y me animaron a orar, no sólo por ella, sino también por mí. ¡Aún sigo orando estos Proverbios! 

Lee y ora Proverbios 2:1-5: 

«Hijo mío, si recibes mis palabras y atesoras mis mandamientos dentro de ti… entonces entenderás el temor del Señor y descubrirás el conocimiento de Dios.» 

  1. Mamá, ayuda a tu adolescente a recibir la Palabra de Dios 

Tanto tú como tu hijo necesitan con desesperación que sus corazones de piedra sean despedazados, haciendo trizas su egoísmo y purifique sus pecados (Jer. 23:29). Sólo la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo pueden hacer esto. Oye continuamente el Evangelio junto a tu hijo, porque la fe viene por el oír el mensaje de salvación (Rom. 10:17). Pero continuamente ora para que ambos reconozcan con claridad la voz de Jesús y le sigan 

  1. Mamá, ayuda a tu adolescente a atesorar los mandamientos de Dios  

Jesús enseñó que hay dos grandes mandamientos (Mat. 22:37-40). Si guías a tu hijo a obedecerlos, ambos hallarán la paz verdadera. Ora para que tu adolescente llegue a amar a Dios con todo su corazón, toda su alma y toda su mente. Cuando su corazón se llene de amor a Dios, podrá amar a los demás como a sí mismo. «De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (v. 40). 

  

  1. Mamá, ayuda a tu adolescente a entender el temor de Dios y a hallar Su conocimiento 

No te apresures a pensar que tú y tus hijos son salvos porque van cada domingo al servicio de la iglesia. Todos necesitamos ser transformados mediante la renovación de nuestra mente para que puedan entender la voluntad de Dios (Rom. 12:2). Ora para que ni tú ni tu adolescente se adapten a la corriente de este mundo. Si nuestros hijos crecen en el conocimiento de Quién es Dios, menguará el miedo al hombre y obtendrán el temor de Dios, el cual es la base de la sabiduría (Prov.1:7).   

Querida mamá, sé por propia experiencia que los adolescentes que son amados y aceptados por sus padres a través de la gracia y el perdón de Cristo pueden surcar las fuertes corrientes y bogar entre los remolinos emocionales, las decisiones difíciles, la inseguridad, el miedo y el rechazo con gozo y paz en el Señor. Disfruta esta etapa de sus vidas y comprométete a instruirlos en la Verdad. 

Mis hijos son adultos aunque yo no lo pueda creer 

Por Susana de Cano 

Dios me dio el regalo de tres hijos: una hija, un hijo y otra hija, con seis años de diferencia entre cada uno. Esa distancia me permitió disfrutar sus etapas por separado, aunque también trajo desafíos. Sin embargo, Dios en Su soberanía y providencia ha obrado todo para bien. Lo he visto una y otra vez.  

Hoy, mis hijos son adultos —la mayor está casada y nuestro yerno es un regalo—puedo resumir mi experiencia en una sola verdad: Mi alma descansa en Dios, mientras obedezco fielmente lo que Él me ha llamado a hacer. Y quiero compartir contigo algunas lecciones que confirman esta verdad: 

  • Cada hijo es único. Conócelos bien para enseñarles con sabiduría y amor. 
  • Todo hijo e hija desea ser valorado, amado, escuchado, cuidado, enseñado y animado.  
  • Tu presencia vale más que cualquier cosa que puedas darles. 
  • Repite el evangelio siempre, aun de grandes. Repite, repite… 
  • Pide perdón y perdona, y anímalos siempre a hacerlo también. 
  • Habla con claridad, no supongas que piensan como tú. 
  • Trátalos como adultos, pero espera de ellos aquello que les enseñaste y sabes que saben. 
  • No manipules, ellos huelen la manipulación tan pronto como el mal olor. 
  • Habla con amor de tu esposo, camina en unidad con él.   
  • Habla la verdad con amor, firmeza y claridad cuando les aconsejes. 
  • No pongas tus expectativas en los hombros de tus hijos. Más bien, dedícate a la oración y hazles saber que siempre oras por ellos.  
  • Recuérdales cada día que Dios los ama más que tú. 
  • Conversa mucho y de todo con ellos.  
  • Escucha con atención y haz buenas preguntas.  
  • Abraza, ríe, celebra, sé compasiva y no los compares. 
  • No les transmitas tus miedos, amargura y dolor. Llévalo en oración delante del Señor. 
  • No les exijas que hagan algo por ti. Su responsabilidad es serle fiel al Señor y glorificarlo a Él. 

En resumen, tú, como hija amada del Padre en Cristo, necesitas de tu Padre diariamente. La vida es difícil y hay momentos que son inexplicables, las preguntas, los retos y la ignorancia nos pueden llevar a sumergirnos en el anhelo de controlar, manipular, crear falsas expectativas y sobre todo a deshonrar al Señor. Busca a tu Padre hoy.  

Cuando sostenemos por primera vez a nuestros hijos, no imaginamos todo lo que vendrá. Con el tiempo soñamos en cómo serán y qué harán, pero la verdad es que poco sabemos. Estoy convencida que la soberanía de Dios es nuestro refugio. Cristo es nuestra Roca firme en cada etapa de la maternidad. Confiar en Él no es una frase romántica, es una verdad anclada en Cristo y en Su obra. Criamos para avanzar Su reino, formando discípulos de Él y confiando en que Él es soberano en la salvación como en la santificación de cada uno de nuestros hijos. 

Al final, todo lo que haces descansa en la soberanía de Dios. Detente un momento a ver Su fidelidad en cada etapa de la vida de tus hijos. Admira la gracia de Dios que cubre nuestras faltas y confía en que Él porque Él es quien obra en nuestros hijos de maneras que ni tú ni yo podríamos. 

Nuestra oración es que puedas reflexionar en este escrito no como un método para el éxito sino como un llamado a buscar del Señor a través de Su Palabra cada día de tu vida.

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close