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Blog Posts

Cómo cultivar buenas amistades

February 8, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Jenny Thompson de Logroño

El año recién empieza… acabamos de guardar las decoraciones navideñas en nuestras casas, y en un abrir y cerrar de ojos, ya somos bombardeadas con lo próximo que sigue en el ajetreado calendario de nuestros días: el mes del amor y la amistad. 

Las calles, las plazas, los medios de comunicación tradicionales o digitales se tiñen de rojo y nuestras mentes se llenan con imágenes propias de estas celebraciones. ¡Donde quiera que posemos nuestra vista encontramos corazones y flores! 

Hace unos días, recordaba una canción de la década de los 70 del brasileño Roberto Carlos que se llama «Yo solo quiero», ¡aunque era más conocida por su estribillo: «Yo quiero tener un millón de amigos»! Con una melodía contagiosa, la canción nos hacía pensar que mientras más amigos tuviéramos, más felices y significativas serían nuestras vidas. 

Yo quiero creer la paz del futuro 
Quiero tener un hogar sin muro 
Quiero a mi hijo pisando firme 
Cantando alto, sonriendo libre 

Quiero llevar este canto amigo 
A quién lo pudiera necesitar 
Yo quiero tener un millón de amigos 
Y así más fuerte poder cantar 

Recordaba también los tiempos de mi adolescencia, cuando los chicos y chicas que se consideraban populares eran los que veíamos siempre rodeados de amigos… pero estos que estaban junto a ellos, ¿se podían considerar verdaderamente amigos? 

Entonces empecé a preguntarme: con tantas personas a nuestro alrededor, ¿cuántas veces hemos sentido que no tenemos a quien acudir cuando tenemos alguna necesidad? Otras veces, al pasar revista a ciertas etapas de nuestras vidas, nos damos cuenta que aquellos que en esos momentos decíamos que eran nuestros «besties», simplemente se fueron alejando. 

Entonces, ¿qué es la amistad? ¿Qué es ser amigo? ¿Soy yo una amiga para otros? ¿Cómo puedo cultivar buenas amistades? Si en algún momento de tu vida han pasado por tu mente preguntas como éstas, te propongo que juntas reflexiones y tratemos de buscar algunas respuestas. 

Como cristianas, Dios nos manda a examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tes. 5:21), así que vamos a investigar primero el origen y significado de las palabras amigo y amistad, y luego profundicemos en la Escritura para observar qué el Señor tiene que decirnos sobre este tema.   

En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) encontramos la siguiente definición de amistad: «Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato». 

La palabra amistad tiene su origen en el latín «amicĭtas» o «amicitātis», que se deriva de «amicitĭa». Ésta viene de amīcus, que se traduce como amigo. El término amigo, a su vez, procede del verbo «amāre», que significa amar. 

En internet también encontramos esta definición de la palabra amigo que nos arroja más claridad: «Un amigo es una persona con quien se mantiene una amistad. Una amistad es una relación afectiva entre dos personas, construida sobre la base de la reciprocidad y el trato asiduo. Los valores fundamentales en una amistad son la lealtad, el amor, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso». 

Si leemos detenidamente estos conceptos, podemos notar algunos aspectos que los caracterizan: 

  1. Requiere de dos personas. No es una relación unilateral. 
  1. Se da y recibe afecto, amor. 
  1. Se consolida con el paso del tiempo. 
  1. Tiene como pilares fundamentales el desinterés, la lealtad, la solidaridad, la transparencia y sinceridad. 
  1. Existe un compromiso de ambas partes para mantener la relación. 

Al leer nuestra Biblia, podemos percatarnos que el amor y la amistad son importantes para Dios. Como ejemplo, en La Biblia de las Américas (LBLA) la palabra amigo se menciona 105 veces; y en la versión de la Nueva Traducción Viviente (NTV) 203 veces.  ¡Esto nos muestra que Dios quiere que pongamos atención a este tema! 

El origen bíblico de la amistad es el amor, cuya fuente es el mismo Dios. El amor es de Dios y Dios es amor (1 Jn. 4:8). El amor es un atributo de Dios, es parte intrínseca de Su naturaleza y nosotras, como criaturas hechas a Su imagen y semejanza, hemos recibido la capacidad de amar como Él.  

Dios mismo nos modela en la Escritura relaciones de amistad verdaderas. En Santiago 2:23, vemos cómo Abraham fue llamado amigo de Dios: «y se cumplió la Escritura que dice: “Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia”, y fue llamado amigo de Dios». 

Así también en Éxodo 33:11, leemos que el Señor tenía una amistad cercana con Moisés: «Y el Señor acostumbraba hablar con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo».  

¿Qué nos llama la atención de estos dos pasajes en los que Dios explícitamente llama a estos dos siervos sus amigos? El tipo de relación íntima que tenían con su Señor, tanto Abraham como Moisés. Ambos buscaban el rostro de Dios continuamente, le escuchaban y le obedecían. 

Jesús también habló a Sus discípulos de manera contundente sobre la amistad: «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Cristo nos consideró Sus amigos y por nosotros se encarnó para darnos la mayor muestra de amor que se puede dar: tomó forma de siervo haciéndose semejante a los hombres y se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil. 2:5-8). 

El libro de Proverbios es una colección de principios prácticos que nos sirven para tomar decisiones sabias en las diferentes circunstancias de nuestras vidas. En este libro encontramos muchas enseñanzas que nos indican cómo tener una amistad genuina y a la manera de Dios: 

  1. Seamos sabias al escoger nuestras amistades (Prov. 13:20). 
  1. Seamos confiables y leales (Prov. 16:28). 
  1. Seamos cuidadosas de no destruir la confianza puesta en nosotras (Prov. 17:9). 
  1. Amemos de manera incondicional (Prov. 17:17). 
  1. No busquemos beneficio económico (Prov. 19:4). 
  1. Respetemos el espacio personal (Prov. 22:24-25). 
  1. Seamos honestas y transparentes (Prov. 27:6). 
  1. Seamos fieles en el tiempo (Prov. 27:10). 

A diferencia de la canción de Roberto Carlos que mencioné al principio, Proverbios 18:24 nos dice: «El hombre de muchos amigos se arruina…», mostrándonos que no debemos enfocarnos en la cantidad de amigos que quisiéramos, sino en tener unos pocos, pero con una relación íntima, leal, sincera y transparente.  

Así como el agricultor siembra las semillas y las cuida con paciencia para obtener una buena cosecha, la verdadera amistad debe ser cultivada… requiere tiempo, dedicación y compromiso. Debemos estar dispuestas a entregarnos a nosotras mismas como abono para una buena amistad que honre a Dios. 

Sigamos el ejemplo de Cristo, quien es nuestro Amigo verdadero, el Único que da real significado a la amistad. Jesús amaba de palabra y de hecho, confrontó, reconfortó, alentó, estuvo presente, tuvo compasión, amó a Sus enemigos y oró por todos. 

Amada hermana, tomemos un momento y consideremos cuánto nos estamos invirtiendo en la vida de los demás, así como lo hizo nuestro Señor. Debemos pensar que Dios nos ha colocado dentro de un cuerpo para que podamos vivir nuestra vida cristiana apoyándonos unos a otros. 

Pongamos nuestros dones y talentos al servicio de nuestra iglesia local. De esta manera, Dios nos da la bendición de glorificarle junto a nuestros hermanos (1 Ped. 4:10-11). Así también tendremos la oportunidad de vivir el ministerio de «los unos a los otros» que el Señor nos ha encomendado. 

Si escudriñamos la Escritura, encontraremos cerca de 60 exhortaciones para hacer algo por otras personas. Esto requiere intencionalidad e involucramiento de nuestra parte. Veamos algunos ejemplos: 

  1. Estén en paz los unos con los otros (Mar. 9:50). 
  1. Lávense los pies los unos a los otros (Juan 13:14). 
  1. Ámense los unos a los otros (Juan 13:34-35; Juan 15:12; Juan 15:17). 
  1. Tengan el mismo sentir unos con otros (Rom. 12:16). 
  1. No se juzguen los unos a los otros (Rom.14:13). 
  1. Acéptense los unos a los otros, así como también Cristo nos aceptó (Rom. 15:7). 
  1. Amonéstense los unos a los otros (Rom. 15:14). 
  1. Salúdense los unos a los otros con un beso santo (Rom. 16:16). 
  1. Sírvanse por amor los unos a los otros (Gál. 5:13). 
  1. Exhórtense los unos a los otros (Heb. 10:25). 

El apóstol Pablo compara nuestra vida en el Señor como una carrera (Fil. 3:12-14) y para hacerlo bien, necesitamos de la compañía cercana de otras hermanas que corran junto a nosotras y nos ayuden en esta carrera de la fe, alentándonos mutuamente para poder llegar a la meta juntos y estar con Cristo por la eternidad (Heb. 10:24-25).  

A fin de cuentas, al leer las definiciones que buscamos en los diferentes diccionarios, vemos que son parecidas a lo que Dios nos muestra en Su Palabra; sin embargo, la visión tergiversada que tiene esta sociedad posmodernista sobre el amor y la amistad está muy divorciada de sus verdaderos significados.  

Cuidemos de no dejarnos arrastrar por las corrientes del mundo y renovemos nuestra mente de acuerdo al estándar de Dios: amemos como Él, dediquémonos a cultivar amistades a la manera de Él, sirvamos a los demás como Él. Reprogramemos nuestras motivaciones sobre la amistad, y empecemos a cambiar el «yo quiero tener amigas» a «yo quiero SER amiga». 

Por último, recuerda que nuestra felicidad nunca estará en la cantidad de amigos que tengamos, sino que encontraremos el verdadero gozo mientras más estrecha sea nuestra relación con Cristo, nuestro Salvador, Señor y AMIGO. 

Jenny Thompson de Logroño: Casada con el pastor Reynaldo Logroño y madre de Celso, Sebastián y Reynaldo. Licenciada en Administración de Empresas con experiencia en el sector escolar. Miembro de la Iglesia Bautista Internacional desde al año 2007, diaconisa y directora del Ministerio de Escuela Bíblica Dominical y además es parte del cuerpo de consejeros y del equipo del Ministerio de mujeres Ezer. 

TESTIFICAR SIN MIEDO

February 6, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Marta Sedaca

«Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro
Señor […] por el evangelio según el poder de Dios»
(2TIM. 1:8).

Como cristianos no podemos vivir con miedo. Debido al ministerio de mi esposo tenemos la bendición de poder viajar frecuentemente a Israel y algunos lugares de Europa. Con todos los conflictos políticos y sociales que suceden en Medio Oriente y Europa en general, mucha gente me pregunta si no tengo miedo de hacer esos viajes. Mis hijos se preocupan, familiares y amigos nos preguntan si realmente es seguro ir a Israel o a Jordania o a otros países de la zona. Mi respuesta es siempre la misma: «No hay ningún lugar seguro en el mundo; me puede pasar algo cerca de mi casa, aún en mi propio vecindario». Cuando estaba escribiendo estos devocionales, hubo un ataque terrorista cerca de la oficina de nuestra misión. ¿Podemos estar seguros en algún lugar del mundo? ¡De ninguna manera! ¡Nuestra seguridad está en el Señor y no en algún lugar de este mundo!

El versículo 7, en mis propias palabras, nos pide que levantemos el ánimo y aceptemos que vamos a sufrir por nuestras creencias. Por lo tanto, debemos dejar de desanimarnos o desmoralizarnos por cada crítica o ataque que nos hagan, y seguir dando testimonio de nuestro Señor. Eso es parte del sufrimiento que experimentamos como cristianos. Muchos sufren persecución, cárcel, insultos y menosprecio. A todos debemos responder con amor y dominio propio. Y todo esto lo podemos lograr por la gracia de Dios. Somos salvos por gracia, perdonamos por gracia, vivimos por gracia. La gracia de Dios.

El versículo 12 nos da la esperanza para seguir adelante: aunque padezcamos persecución, ataques, burlas, todo se supera porque sabemos en quién creemos y que nuestra garantía está guardada por la eternidad.

En ti pongo mi esperanza Señor, porque sé que mi futuro está seguro en ti.


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

LOS ESTATUTOS DE DIOS, NUESTRAS RECOMPENSAS

February 3, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

AYANNA THOMAS MATHIS

En el Antiguo Testamento, hay una guerra constante a lo largo de la historia de la nación de Israel y es similar a nuestra lucha cotidiana.

Dios decidió amar a este pueblo, pero no debido a su tamaño ni a su poder (Deut. 7:7). No los amó gracias a su fidelidad ni a su autosuficiencia. Los escogió porque los amaba (Deut. 7:8). Y cuando Dios llamó al pueblo de Israel a seguirlo, dejó instrucciones y guía claras. Les dio Sus leyes y estatutos como una guía vertical que siempre los llevaría a Él. Los Diez Mandamientos debían servir como medios de gracia; señalarían al corazón de Dios para mantener a Su pueblo cerca de Él, mediante su obediencia y la necesidad de depender de Él al confiar en Sus planes de usar a sus líderes para ayudarlos. Estas leyes también servirían de guía horizontal que se transformaría en un testimonio ante aquellos que los rodeaban de cómo el Dios de Israel instaba a Su pueblo a caminar bien en Su mundo.

Dios deseaba que el pueblo de Israel considerara Sus leyes como algo bueno, diseñadas para mantenerlos a salvo del peligro pero también para mostrar a Dios como la mejor opción cuando se enfrentaran a muchas otras. La postura de su corazón era importante y sus corazones eran la sede de la batalla con el pecado que lucharía por sus afectos. Esta batalla solo podía ganarse si caminaban cuidadosamente con su Dios. Al aferrarse a Él, amar Sus caminos, andar por el sendero que había escogido para ellos y dejar de poner la mirada en cosas sin valor (Sal. 119:37), hallarían la verdadera victoria.

Hay una guerra visible en toda la historia de los israelitas y es una que nosotras conocemos demasiado bien. Es una batalla que no se pierde tanto al quebrantar un mandamiento de Dios, sino que más bien somos vencidas cuando nuestro corazón no se reorienta constantemente a contemplar a Dios y comprometer nuestra vida a Él. Es una batalla que se pierde cuando no vemos a Dios —y por lo tanto, a Sus leyes— como algo bueno.

Cuando separamos el amor de Dios de Sus leyes, nos transformamos en un pueblo que percibe los límites divinos como castigo, Sus restricciones amorosas como cadenas que esclavizan y Su Palabra como algo negociable.

No sé cómo será en tu caso, pero yo soy propensa a esto todos los días. Cuando la ansiedad se apodera de mí y soy culpable de exaltar las palpitaciones de mi corazón y mi pérdida de control por encima de Dios, reutilizo mi corazón como una herramienta de rebelión contra mi Dios. Cada lucha para crear mi propia realidad, cada pelea egoísta con un ser querido, cada momento de tentación de poner en pausa la negación a uno mismo es un momento de rebelión, pero también es una oportunidad de buscar el antídoto en la Palabra de Dios.

No es un antídoto que necesites buscar en las profundidades de la selva amazónica. Tampoco hace falta que hagas una introspección a las partes «más profundas» de ti misma para poder acceder a él. En cambio, lo encontramos de manera elocuente y permanente en el capítulo más largo de la Biblia: el Salmo 119.

En los versículos 33‑40, el salmista demuestra que un corazón que está aferrado a la Palabra de Dios conduce a un discípulo perseverante, a la experiencia de obediencia y deleite, a una vida de acción, a una actitud de temer correctamente a Dios y a un anhelo de Sus preceptos.

EL DISCÍPULO PERSEVERANTE
En el versículo 33, el salmista pide que el Señor le enseñe el camino de Sus decretos, para poder cumplirlos hasta el final. Aquí se expresa algo hermosísimo sobre la Palabra de Dios. Un conocimiento correcto de Dios no solo nos atrae a una mayor intimidad con Él, sino que también nos ayuda a perseverar a pesar de nuestras dificultades. Y, por cierto, es imposible lograrlo por nuestra cuenta. El salmista reconoce esto y mira primero verticalmente a Aquel que puede darle el poder a Su pueblo para que aplique a la perfección Sus instrucciones a sus vidas. Cuando buscamos la guía de Dios, reconocemos que Sus caminos son justos y que necesitamos Su perspectiva.

Este versículo es un bálsamo para el alma: calma los temores, aquieta el corazón y nos desafía a mirar a Aquel que nos da todo lo que necesitamos, no al cambiar nuestras circunstancias sino al entregarse a sí mismo. No importa si el problema es que el peinado que viste hacer a algún gurú en YouTube no te quedó como esperabas para tu importante entrevista, o si se trata de tu experiencia de sufrimiento de alguna enfermedad autoinmune que ha tenido un impacto devastador en tu vida; la Palabra de Dios siempre nos recuerda que Él tiene la habilidad de llevar a Su pueblo hasta el final, sin importar cuán difícil sea el camino.

UNA EXPERIENCIA DE OBEDIENCIA Y DELEITE
Hay épocas en las que la Palabra de Dios puede parecernos bastante insípida. Tal vez las cuentas a pagar exceden tu ingreso, o hubo más explosiones de popó que pañales que te quedan para el resto de la semana y, francamente, no te queda margen para meterte en la Palabra. Cuando llegan estos trayectos difíciles en la vida, obedecer a Dios y deleitarse en Él puede resultarte antinatural, aun si hace años que caminas a Su lado.

¿Cómo puedes cumplir la ley de Dios con todo tu corazón y deleitarte en caminar según Sus mandamientos, como hace el salmista (vv. 34‑35)?

Tienes que pedir. Cuando estás atrapada en medio de tu día e intentas abrirte paso entre los problemas y las circunstancias de la vida, tienes dos opciones. Puedes intentar racionalizar el porqué y el cómo de las cosas según tu propia sabiduría, o puedes pedirle a nuestro Dios un entendimiento que lleve a la santidad. La mejor parte es que Él siempre nos responde en el segundo caso porque, como nos recuerda el salmista, Su Palabra es verdad. Él nos llevará a honrarlo y a cumplir Su ley, y ayudará a nuestra mente a meditar con constancia en Sus verdades.

Lo hermoso de nuestro Dios es que nunca tendremos que preocuparnos porque nos diga que «no» a cuestiones que ya ha dicho que desea que hagamos o que seamos. Dios honrará nuestra humildad al expresar que necesitamos Su gracia. Desea que nos parezcamos cada vez más a Él, y así, nos dará abundante misericordia para ejercitar esos músculos espirituales a medida que navegamos por la vida. Nuestros caminos están pavimentados con la gracia de Dios. Llevan la marca de Su carácter. Nos guía y usa nuestra humilde obediencia para llevarnos a disfrutar de Él. Al igual que el salmista, podemos pedir que Él nos guíe según Sus mandamientos, para que podamos deleitarnos en ellos.

Podemos tener pañales limitados y cuentas apiladas, pero el Dios del cielo está listo para guiarnos según Su Palabra y nos permite deleitarnos en Él en toda época de la vida. Sencillamente, tienes que pedir.

UNA VIDA DE ACCIÓN
A veces, parece que todo compite por mi atención. Las interminables listas de cosas para hacer que deseo completar antes de que termine el día. Los episodios más recientes que me esperan en mi cuenta de Netflix. La pila de libros que quiero leer. A veces, hay tantas cosas que parecen más atractivas que leer mi Biblia.

Lo bueno es que el salmista no duda en reconocer la realidad de las limitaciones, el deseo de ir en pos de cosas sin valor y la tentación de intentar obtener una ganancia egoísta. Por eso, le pide al Señor que incline su corazón a los testimonios de Dios. Sabe que existe la tentación de ir en pos de sus propios deseos, los cuales pueden llevarlo a búsquedas egoístas. Por lo tanto, pide que sus ojos se aparten de las cosas vanas y que reciba vida en los caminos del Señor.

Hermanas, hay tantas cosas buenas y que honran a Dios en las que podemos invertir nuestro tiempo. Las listas de cosas para hacer, Netflix y las pilas de libros lindos no son cuestiones inherentemente pecaminosas. Dios proporciona la libertad de disfrutar de las cosas que tenemos aquí en la tierra. Sin embargo, no tenemos que sacrificar nuestra dependencia y nuestra búsqueda del Señor en el día para ir en pos de estas cosas.

El poder de conocer a Dios a través de Su Palabra vuelve a saltar a la vista en la vida de este creyente en los versículos 36‑37. Cuando la Palabra de Dios entra en nosotras mediante un estudio dedicado y un compromiso con la aplicación correcta, el Espíritu nos ayuda a ver nuestros puntos ciegos y a dar los pasos necesarios para quitarlos. Solo la Palabra de Dios puede revelar que tenemos un problema de perder el tiempo en las redes sociales, que de otra manera negaríamos. Solo la Palabra de Dios puede hacer retroceder nuestro pecado para estimularnos a las buenas obras que Dios nos llama a hacer en Cristo por el poder del Espíritu Santo.

Solo la Palabra de Dios puede «apartar» nuestros ojos de las cosas que carecen de valor al compararlas con la fuente de agua vivificante de Jesucristo.

UNA ACTITUD CORRECTA DEL TEMOR DE DIOS

El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor; conocer al Santo es tener discernimiento (Prov. 9:10).

En Twitter, el conocido artista musical Kanye West compartió lo que el temor de Dios significaba para él y por qué no está de acuerdo con el término o concepto. En su breve explicación, comunicó su visión de que el temor de Dios es «una mentalidad anticuada que se usaba para controlar a las personas», y argumentó que si Dios es amor y el amor es lo opuesto del temor, entonces no tiene sentido temer a Dios.

Bueno, Proverbios 9:10 nos dice que el principio de la sabiduría es ciertamente el temor del Señor. Nuestro salmista le pide a Dios: «Confirma tu promesa a este siervo, como lo has hecho con los que te temen» (Sal. 119:38). Este temor no quiere decir que tengamos miedo de Dios y del daño que puede llegar a causarnos. Es un temor que ve a Dios como bueno pero también como Padre y Creador que inspira reverencia, el cual actúa con poder a favor de sí mismo y de aquellos a los que ama, para el bien de ellos y para Su gloria. Un correcto temor de Dios no tiene nada que ver con una mentalidad anticuada. Un correcto temor de Dios nos lleva a amar y reverenciar a Dios, el cual es bueno y justo. Si afirmamos ser sabias pero no reverenciamos a Aquel del cual provienen la sabiduría y el conocimiento, nos estamos engañando.

Descansar y permanecer en la Palabra de Dios produce un temor correcto que proviene de una inclinación relacional, en lugar de una impersonal. Cuando conocemos íntimamente al Dios de la Biblia y Sus promesas para nosotras, nuestra experiencia con Él no será como la que tenemos con un primo lejano al cual nunca conocimos pero de quien hemos escuchado hablar mucho. Será una experiencia en la que confiamos, permanecemos y creemos en la persona que Dios nos ha revelado que es: Aquel que nos ama de manera incansable y que nos mantiene cerca.

Sin embargo, no se detiene allí. El salmista reconoce que hay y habrá momentos en los cuales la gente infiel lo influya a ver lo que Dios ha decretado bueno y justo como algo malo. Le aterra el oprobio (v. 39), no solo por parte del Señor, sino también de quienes lo rodean (vv. 22,42,51).

¿Acaso esto no nos habla a nosotras hoy? No es fácil caminar con Dios. Hay muchas tentaciones a nuestro alrededor para ver la vida fuera de Cristo como la más deseable; por cierto, la única meritoria. Nosotras también debemos caminar con la bondad de las reglas de Dios fijas en nuestra mente, a medida que transitamos por el mundo en el que vivimos pero al cual no pertenecemos (Juan 17:16).

UN ANHELO DE LOS PRECEPTOS DE DIOS
Al llegar al final de esta estrofa, vemos que el salmista declara que anhela los preceptos de Dios (v. 40). Pero ¿qué son los preceptos de Dios? ¿Y por qué deberíamos anhelarlos?

Los preceptos de Dios son sencillamente Sus mandamientos autorizados. El salmista considera que los planes soberanos de Dios son más deseables que cualquier otro resultado que podría idear para sí. Es sumamente importante que observemos esto. En respuesta a años de supresión de los derechos de la mujer, hoy en día hay muchos movimientos que impulsan a las mujeres a hacer cualquier cosa que su corazón desee Aunque no tiene nada de malo que las mujeres quieran aventurarse en cuestiones que no solían estar disponibles para ellas en el pasado, es importante que nuestros deseos se apoyen en la autoridad de la Palabra de Dios. No queremos terminar corriendo detrás de todo viento de oportunidad y anhelar el éxito de nuestras empresas más que la obediencia a los preceptos de Dios.

Buscar primero el reino de Dios y Su justicia siempre producirá una obra y un compromiso vivificantes. Cuando nuestro corazón anhela los preceptos de Dios, nuestros negocios, hogares, familias, carreras, nuestra soltería y nuestro matrimonio —todo lo que nos venga a la mano para hacer— florecerá, en el sentido de que se usará para nuestro bien, para el bien del pueblo de Dios y para la gloria de Su Hijo.

Entonces, que el latido de nuestro corazón siempre refleje al Dios de la Biblia, el cual tiene el poder de enseñarnos el camino de Sus estatutos, inclinar nuestro corazón a Sus testimonios y permitirnos ver todas Sus reglas como algo bueno. Señor, que estas palabras siempre estén en nuestros labios al caminar por esta vida, sabiendo que solo Tú puedes guiarnos por tu Espíritu, mediante tu Palabra. Amén.


Devocional de Sus testimonios, mi porción (B&H Español)

Un amor para siempre

February 1, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Yiell Ortíz

Tu misericordia, oh, Señor, se extiende hasta los cielos, tu fidelidad, hasta el firmamento. Tu justicia es como los montes de Dios; tus juicios son como profundo abismo. Tú preservas, oh, Señor, al hombre y al animal. ¡Cuán preciosa es, oh, Dios, tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa, y les das a beber del río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz. Continúa tu misericordia para con los que te conocen, y tu justicia para con los rectos de corazón. Salmos 36:5-10 

En algunas ocasiones tal vez te hayas preguntado, si es verdad que Dios te ama y cómo es posible ese amor. La respuesta a tu pregunta está en la Biblia que es la Palabra de Dios, allí encontramos de principio a fin todo acerca de Su amor.  Dios demuestra Su amor desde el comienzo de todo hasta el final. Podemos conocer el gran amor que tiene por toda la humanidad, que es Su creación. 

¡La Biblia está llena de esa verdad incondicional de que Dios nos ama y ese amor es para siempre! En Su Palabra, Él dejó grandes evidencias de eso. Como hijas de Dios, necesitamos saber y estar convencidas de esta gran verdad, sin importar quienes somos o lo que hacemos: Dios nos creó por amor. En el libro de Génesis al principio de los capítulos notamos cómo Dios pensó en nosotras al darnos una imagen de acuerdo a la Suya y una semejanza conforme a Él: 

“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1:26-27 

Aprendemos también sobre el dominio que nos dio para ejercerlo sobre toda la tierra y lo que hay en ella. A través de estos grandes detalles empezamos a conocer cuán grande amor hay para nosotras en Dios y por siempre. En Deuteronomio capítulos del 6 al 9 leemos que Dios por amor escogió a un pueblo, al cual liberó, redimió e hizo un pacto eterno para todo aquel que amara y guardara Sus mandamientos. 

“Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; más porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que le aman y guardan sus mandamientos…” 

En esos versículos podemos aprender del hermoso plan de Dios para nosotras. Siendo Su mayor muestra de amor el derramamiento de la sangre de Su Hijo Jesucristo para perdonarnos de nuestros pecados y que así tengamos vida eterna. 

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8 

Él nos escogió para que seamos Sus hijas, rescatándonos del pecado que es la muerte. A través de Su Hijo Jesucristo nos perdonó y redimió dándonos vida abundante y eterna, ¡eso es AMOR! ¡Dios no terminará Su amor por nosotras! Las Escrituras dicen que nada nos puede separar de Su amor, no importa por lo que estemos viviendo, ni lo que hagamos, 

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero. Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 8:35-39 

Es vital para nosotras entender que el amor de Dios es inagotable, inmenso y fiel sobre Sus hijos. 

En Juan capítulo 3 versículo 16, Dios deja clara Su intención y Su deseo de relacionarse con nosotras de forma amorosa, permitiendo nosotras que Él guíe nuestras vidas, cuidándonos y aceptando Su perfecta voluntad. 

El salmista David escribió de ese mismo Amor a través del Salmo 36:5-10 que leemos al inicio de este escrito. Allí leemos acerca del cuidado que tiene Dios por su creación, siendo refugió para la humanidad, siendo fuente de vida, siendo fuente de luz que alumbra nuestra oscuridad. 

Como podemos ver, el amor de Dios por nosotras es real, no termina, no se agota, ¡es para siempre! 

En Cristo, 

Yicell 

Yicell Ortiz dirige el blog mujeryvida.net en donde tiene como propósito encaminar a las mujeres a Jesucristo y que ellas tengan vidas, matrimonios y familias fundamentadas en Él, proveyéndoles recursos bíblicos diversos y compartiendo también en las redes sociales. Es esposa y madre. Es miembro junto a su familia, de la Iglesia Bautista Internacional (IBI), en donde juntos colaboran en el ministerio de jóvenes Adultos M-AQUI.

Plan de Oración Familiar [Febrero]

February 1, 2023 By lifewaymujeres 1 Comment

Comencemos este mes de febrero juntas, en Lifeway Mujeres anhelamos que sea un mes para crecer en tu vida de oración, no solo de forma personal, sino también junto a tu familia. La forma es muy fácil, y te lo explicaremos en tres sencillos pasos:

  1. Lee el pasaje señalado diariamente.
  2. Medita en él o dialoga sobre su contenido con tu familia. En ocasiones te ayudaremos con preguntas que puedes plantear.
  3. Ora con la dirección que el texto te dé, que sea la Escritura la que nutra tus palabras hacia Dios

HAZ CLIC AQUÍ PARA DESCARGAR EL PLAN DE ORACIÓN FAMILIAR

LA ANGUSTIA QUE PROVIENE DE DIOS Y LA LIBERTAD DE LA GRACIA

January 27, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

TRILLIA NEWBELL

Hace poco, me diagnosticaron una hernia de hiato. Es una afección en la cual una pequeña apertura en la parte superior del estómago permite que penetre ácido al abdomen, y parte de mi estómago sobresale a través del músculo del diafragma. Sí, es tan doloroso como parece. Algunos que padecen esto pueden necesitar cirugía, pero he descubierto que puedo controlar los síntomas sencillamente con una dieta muy saludable.

En realidad, mi dieta es extremadamente saludable; tengo que evitar incluso los granos que hacen bien y los carbohidratos sanos para poder controlar mi afección. ¡El problema es que todos los alimentos que no puedo comer son deliciosos! En más ocasiones de las que me gustaría admitir, me he permitido comer algo que sabía que no me hacía bien. Mi apetito y mis papilas gustativas quedaban satisfechos de inmediato. Sin embargo, a medida que la comida bajaba al estómago, empezaban los calambres, la tos y una sensación abrumadora de náusea.

Esto pasó casi siempre que me faltó el autocontrol para decir que no. Las consecuencias de «hacer trampa» en mi dieta son casi inmediatas. Si no tengo cuidado, estas «transgresiones» podrían llevar a problemas más graves de salud e incluso a la muerte. Esos alimentos tal vez tengan una apariencia y un sabor deliciosos, pero no valen la pena.

Mi deseo de comida que debo evitar me recuerda el atractivo del pecado. A veces, en la vida, puedo ver rápidamente la fealdad del pecado y su naturaleza engañosa, y lo resisto. Pero otras veces, el pecado parece inofensivo o sumamente deseable. El pecado puede mentir a los ojos, al corazón y a la mente, convenciéndonos de que será satisfactorio. Muy a menudo, nos creemos la mentira cuando deberíamos tener mejor juicio. Aun cuando sentimos un impulso por parte del Espíritu, es demasiado fácil ignorar la advertencia y optar por el pecado.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar ayuda para resistir esta tendencia? ¿Cómo podemos reconocer el pecado por lo que es y encontrar la fuerza para resistirlo? El autor del Salmo 119 nos señala en la dirección correcta.

CÓMO LOGRAR QUE EL PECADO NOS GUSTE MENOS
El salmista comienza con un ejemplo de la angustia piadosa y los afectos correctos. En el versículo 25, empieza con una imagen muy usada en la Palabra: el polvo. Aquí no se refiere a la muerte física, como en otras partes de la Biblia (ver Gén. 3:19). En cambio, destaca la realidad de un alma que lucha con el pecado, y la muerte a la cual lleva el pecado (Rom. 6:23). Una persona cuya alma se «aferra» al polvo —a un lugar bajo y sucio— se enfrenta a la realidad de que sus propios deseos e inclinaciones pueden condenarla a muerte. Esta es la actitud del salmista frente a su pecado, y es la actitud adecuada para nosotras también. Aunque su alma se aferra al polvo, el salmista no parece sentirse condenado porque sabe adónde correr y a quién clamar. El pecado es muerte, pero la vida viene del Señor. Por lo tanto, el salmista clama correctamente al Señor en busca de ayuda. De manera más específica, ora pidiendo ayuda de la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios es verdadera. La Palabra de Dios es viva y eficaz. Dios nos trata conforme a Su Palabra (Sal. 119:65). Por lo tanto, debemos aprender lo que dice en ella. Nos unimos al salmista y le pedimos al Señor que ilumine Su Palabra en nuestro corazón y nuestra mente. Sus preceptos (piccúd en hebreo) son las cosas que Dios ha designado para hacer. Si queremos saber cómo vivir, debemos conocer la Palabra de Dios. Sus palabras son palabras de vida. Cuando descuidamos la Palabra de Dios, en esencia descuidamos nuestra alma. La única manera de tener un alma que remonte vuelo, en lugar de quedarse postrada en el polvo, es llenarla de la Palabra de Dios.

Tal vez tú también hayas experimentado esta lucha con el pecado que describe el salmista. Quizás también hayas acudido a la Palabra, pero al leerla, hayas quedado con una sensación de condenación y desaliento. O tal vez leíste, pero no sentiste una gran diferencia. Sin embargo, mira dónde concentra el salmista su atención. No empieza consigo mismo ni con sus propios esfuerzos. Se concentra en Dios, en Sus «maravillas» (v. 27). Anhela el entendimiento y, una vez que lo obtenga, meditará en el Señor. Y entonces tendrá la posibilidad de lidiar con su pecado.

Esto también es cierto para nosotras. A medida que descubrimos más sobre el Señor y Sus maravillas, y pasamos tiempo concentradas en esta realidad (en el carácter y la naturaleza de Dios), empezamos a tratar el atractivo del pecado cada vez con más desprecio. Comenzamos a desear al Señor más de lo que anhelamos pecar. Al igual que el salmista, experimentamos dolor por el pecado que ya está en nuestra vida (v. 28).

El apóstol Pablo llamó a esta angustia «la tristeza que proviene de Dios», y dijo que «produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte» (2 Cor. 7:10). La Palabra de Dios es muy clara respecto a los resultados desastrosos del pecado humano. El pecado mata el cuerpo y el alma. Corrompe todas las cosas. Cuando el pecado entró al mundo, trajo muerte y oscuridad, ruptura y vergüenza. Y cuando pecamos en forma deliberada, cuando cedemos a los deseos de nuestra carne, optamos por la muerte. Cuando nos sentimos mal por pecar, pero no llevamos ese pecado ante el Señor y no nos comprometemos a cambiar, nada cambia. Nuestra alma permanece postrada en el polvo, y «la tristeza del mundo produce la muerte». Sin embargo, la tristeza que proviene de Dios nos lleva a regresar al Señor en arrepentimiento, a buscar Su poder para detestar nuestro pecado, a amar más a Dios y a cambiar nuestros apegos y acciones; así llegan la vida, la paz, la gracia y la libertad. El salmista conoce la tristeza que proviene de Dios… mira cómo le ruega al Señor que le dé «el privilegio de conocer [Sus] enseñanzas» (Sal. 119:29, NTV). En Su bondad y Su gracia, Dios nos enseña Sus caminos, para que nos apartemos del pecado y tengamos vida y gozo en Él.

Esto lo sabemos intelectualmente. Si cualquiera nos preguntara si creemos que el pecado es algo bueno que puede llevar a la felicidad y la satisfacción, no dudaríamos en decir que no. Sin embargo, tan a menudo sucumbimos a la seducción del pecado. Es tentadora… a veces, en el momento, pecar incluso parece correcto, bueno y sensato. No obstante, lo que a nosotras nos puede parecer «insignificante» o sin trascendencia, agravia al Espíritu (Ef. 4:30) y merece la plena ira de Dios (Ef. 2:3). Entonces, necesitamos pedirle a Dios una tristeza que provenga de Su parte respecto a todo nuestro pecado, la cual nos lleve de vuelta a Él, a aceptar y disfrutar de Su perdón misericordioso al arrepentirnos.

ESCOGE EL MEJOR CAMINO
En el Salmo 119:30, vemos que, en algún momento, se tomó una decisión: «He optado por el camino de la fidelidad».

Si somos sinceras, sabemos que no siempre tomamos esa decisión. Piensa en la última vez que te enojaste con alguien y lo trataste con frialdad o espetaste una respuesta afilada. O aquella vez en que le diste una mirada rápida a ese sitio web prohibido, solo para terminar en las fauces de su representación falsa y grotesca de la intimidad. Sin duda, se te ocurren varias cosas que has elegido que eran contrarias a lo que está escrito o lo que expresa el espíritu de la Palabra de Dios. A mí también. Al leer la Palabra de Dios y por experiencia personal, sabemos que los resultados a largo plazo de tales decisiones pueden ser devastadores.

¡Pero también sabemos que podemos optar por no pecar! 1 Corintios 10:13 nos dice que:

Ustedes no han sufrido ninguna tentación
que no sea común al género humano. Pero Dios
es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados
más allá de lo que puedan aguantar. Más bien,
cuando llegue la tentación, él les dará también
una salida a fin de que puedan resistir.

1 Corintios 10:13

Por el poder del Espíritu Santo y la gracia de Dios, podemos decir que no al pecado. Fuimos liberadas del pecado y su poder ya no nos domina (Rom. 6:22). Podemos escoger el mejor camino.

Esto no significa que no vayamos a luchar con nuestras tendencias pecaminosas. Aun cuando queremos hacer lo bueno, el mal sigue acompañándonos (Rom. 7:21), y a veces sucumbimos. Pero sí tenemos el poder de decir que no al pecado, y ese es motivo para gozarnos.

UN CORAZÓN DIVINAMENTE ENSANCHADO
En el Salmo 119:31, mientras se aferra a los testimonios del Señor, el salmista le pide a Dios que no lo avergüence. Así que él pone su esperanza en Dios, el cual «no avergüenza» (Rom. 5:5, RVR1960). Pero ¿cómo puede ser? Hay una pieza del rompecabezas del pecado que el salmista no podía conocer cabalmente… la pieza que marca toda la diferencia para ti y para mí.

Romanos 6 nos dice lo que el salmista sabía que «la paga del pecado es muerte» (v. 23), pero también destaca que nuestro pecado requirió la muerte del Hijo perfecto de Dios, Jesucristo. Jesús murió la muerte que nosotras merecíamos. Pagó el precio que nos correspondía. Él es la razón de nuestra libertad. Es el regalo de Dios que conduce a la vida eterna (v. 23).

¡Esta sí que es razón para regocijarnos! Jesús pagó la deuda que jamás hubiéramos podido pagar por nuestra cuenta… era demasiado grande. Sí, sabemos que tenemos el poder del Espíritu para decir que no al pecado… ¡qué libertad! Pero, como nos recuerda el texto de más arriba, cuando pecamos (y vamos a pecar), Jesús ya cubrió ese pecado con Su muerte. Recibimos gracia incluso por el pecado que escogemos. Esta no es ninguna excusa para pecar, sino que es causa de gratitud y gozo saber que el Señor nos ama tanto.

Ahora debemos tomar esa libertad y esa gracia, y vivir de manera digna de este maravilloso evangelio. ¡Tenemos que cantarnos: «Sublime gracia del Señor»! No podemos hacerlo por nuestra cuenta; por eso mismo Dios nos entrega más y más de Él, para que podamos tener el poder y la libertad de resistir el pecado y un camino hacia delante desde nuestras decisiones pecaminosas.

Cuando dejamos de lado el pecado que se aferra a nosotras, nos volvemos más parecidas a nuestro Salvador. Esta es una historia de gracia. Pecamos una y otra vez. Pero, como Jesús murió por esos pecados, somos libres del castigo y del poder del pecado, y recibimos todo lo que necesitamos para parecernos más a Él. Como personas que hemos sido liberadas de las cadenas del pecado, estamos siendo santificadas… cada vez más similares a Cristo. Estamos siendo transformadas de un grado de gloria al siguiente (2 Cor. 3:18).

Así que, la próxima vez que te veas tentada a pecar, recuerda este regalo. No obedecemos para ganarnos el favor de Dios. El favor ya es nuestro y fue comprado a un precio. En cambio, obedecemos porque amamos a Jesús y este amor nos impulsa a la obediencia. Obedecemos porque hemos escogido el camino de la fidelidad, hemos decidido seguir a Aquel que siempre es absolutamente fiel a nosotras.

Esto nos recuerda las palabras del salmista. Aquel cuya alma estaba postrada en el polvo (v. 25) termina la estrofa adorando a Dios por un corazón divinamente ensanchado (v. 32, RVR1960). Médicamente hablando, un corazón ensanchado no suele ser una buena señal. La Clínica Mayo observa que un corazón ensanchado «no es una enfermedad, sino más bien una señal de otra afección». Ahora bien, un corazón espiritualmente ensanchado sí es una señal de buena salud, pero de manera similar, cuando Dios ensancha nuestro corazón, esto es una señal de otra «afección»: una que se logra al guardar Su Palabra, comprometernos a «[correr] por el camino de [Sus] mandamientos» y descansar en Su gracia. Vemos una referencia similar en 1 Reyes 4:29: «Dios le dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias; sus conocimientos eran […] vastos…». Cuando le pedimos a Dios sabiduría y entendimiento, Él nos los da con generosidad (Sant. 1:5), lo cual hace que nuestro corazón se ensanche.

Esto es algo que todas deberíamos anhelar. Hoy podemos pedirle al Señor que ensanche nuestro corazón, para que ya no nos quedemos postradas en el polvo que lleva a la muerte y la angustia, sino que corramos hacia la vida y recibamos un corazón ensanchado y lleno de la verdad. Dios, quien se deleita en darnos cosas buenas y es infinitamente fiel, no dudará en hacerlo.


Devocional de Sus testimonios, mi porción (B&H Español)

SALMO 89:9

January 27, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Mateo Bixby

«Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; Cuando
se levantan sus ondas, tú las sosiegas»
(SAL. 89:9).

En nuestro mundo existen pocas cosas tan temibles como el mar. Es un lugar caótico, con grandes monstruos marítimos aún desconocidos. Ante el embravecido mar, aun los enormes portaviones parecen juguetes, arrastrados de un lado a otro por el poder devastador de las anárquicas olas. El «salmo del marinero» (Sal. 107) describe cómo la pericia de los expertos marineros no es suficiente para enfrentarse al encrespado mar. Si hay algo que es humanamente imposible de controlar, es el mar.

En la Biblia, las tormentas a menudo representan las aflicciones de la vida. El Salmo 42:7 lamenta que «…todas tus ondas y tus olas se han precipitado sobre mí».

Así parece nuestra vida con frecuencia: un embravecido mar cuyas destructivas olas rompen sobre nuestras vidas, arrastrándonos de lado a lado sin propósito ni esquema que los dirija.

Sin embargo, el salmista Etán nos recuerda que, sobre este incontrolable, caótico y destructivo mar, el Señor gobierna. Ni una ola es aleatoria porque Dios las dirige. Ninguna tormenta sale de Su control porque Él es soberano. En cualquier momento, si Él lo desea, apacigua las aguas en un instante. ¡Así de poderoso es nuestro Dios! En medio de la tormenta, podemos descansar en Su soberanía.

Aunque son gloriosas verdades de por sí, este pasaje nos recuerda varias escenas de la vida de Jesús. En Marcos 4, una tempestad alcanzó la barca en la que iban los discípulos con Jesús durmiendo. A pesar de ser expertos pescadores, su pericia era inútil ante el enfurecido mar. Cuando clamaron a Jesús, reprendió el viento y «todo quedó completamente tranquilo» (Mar. 4:39). En Mateo 14, el embravecido mar de Galilea zarandeaba la barca de los discípulos. En medio del incontrolable caos, Jesús vino caminando majestuosamente sobre las aguas. Al subirse a la barca, detuvo el viento y se hizo la paz.

El Salmo 89 nos sugiere ciertas conclusiones, pues aclara quién es el que apacigua el mar embravecido: es el Señor, el Dios Todopoderoso (v. 8; ver también vv. 1, 5‑6).

Que Jesús pudiera apaciguar los vientos revela Su identidad: Jesús es el Señor, uno en esencia con el Padre, segunda persona de la Trinidad. Esta es la conclusión a la que llegaron los discípulos. ¿Recuerdas sus reacciones? En Marcos 4:41 se preguntaron: «… ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?». En Mateo 14:33, los discípulos lo adoraron y dijeron: «… Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios». Este salmo nos recuerda que la anhelada restauración de la dinastía davídica (v. 49) se realizaría cuando el Hijo de Dios se encarnara como el Hijo de David.


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

¿Por qué no cumplo mis metas de Año Nuevo?

January 25, 2023 By lifewaymujeres 1 Comment

Finales de enero llegó y si eres como el 93% de las personas en el mundo, ya habrás dejado esos propósitos de principio de año. No es para nada un juicio pues yo estoy en ese 93 %, pero ¿por qué no cumplo esas metas que me propuse en Año Nuevo? 

Como latinas somos mujeres de buenas intenciones. Tenemos toda la intención de levantarnos temprano y leer nuestra Biblia, pero nos acostamos tardísimo, estamos cansadas y se nos olvida poner la alarma. Tenemos la mejor intención de bajar de peso y comer bien, pero vamos al mercado y compramos chocolates y golosinas y no hacemos el tiempo para cocinar algo saludable. Tenemos la buena intención de diezmar, pero no apartamos dinero y entonces llega la cuesta de enero y tal vez el próximo mes lo intentamos de nuevo. Muchas veces creemos que, porque somos creyentes, el Espíritu Santo se aparecerá a manera de fuerza esotérica para levantarnos mágicamente de la cama, ponernos el sartén en la mano para que cocinemos sano y ayudarnos a ganarnos la lotería para poder diezmar. Nos olvidamos del siguiente versículo: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Fil. 2:12-13).   

Pablo está diciendo que obedezcamos y nos ocupemos de nuestra salvación con temor y temblor porque Dios es quien produce el querer y el hacer, pero es Pablo quien obedece y se ocupa de su salvación. Es Pablo quien hace, porque Dios es quien produce. Aunque el contexto es diferente, el concepto en 1 Corintios 3:6-7 es similar: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento». Pablo se levanta y planta (la Palabra) y Apolos riega (pastorea) pero Dios da el crecimiento. Sin embargo, Pablo y Apolos no se quedan con una lista de buenas intenciones, sino que lo ponen en acción y es Dios quien da el crecimiento. Es Pablo quien se levanta y físicamente obedece y se ocupa de su salvación, porque es Dios quien produce el querer y el hacer.  

Cuando nos convertimos en seguidoras de Cristo, nuestro corazón cambia para darnos la posibilidad y el deseo de obedecer a Dios así que, caminando en obediencia activa, hacemos lo que debemos hacer porque Dios da el crecimiento, Dios produce en nosotras ese querer y hacer porque en Cristo, Él cambio nuestros deseos. Así que es 100 % Dios quien de manera exclusiva nos salva y también es Dios quien habiendo dado el cambio de corazón nos da la posibilidad de ocuparnos nosotras de nuestra salvación con temor y temblor. Salvación solo por gracia de Dios.   

¿Pero qué tiene que ver esto con nuestros propósitos de Año Nuevo? Abraham Kuiper, un teólogo de los Países Bajos del Siglo XIX, dijo: «No existe una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra humana existencia sobre el cual Cristo, quien es soberano, sobre todo, no grite, ¡mía!». Es decir que todo lo que concierne a tu vida, tu cuerpo, tu dinero, tu tiempo, tus espacios, tu propiedad, tus pensamientos, tus sentimientos, tus relaciones, toda tú le perteneces a Dios y por tanto esos propósitos de Año Nuevo que pertenecen a algún área de tu vida son parte de aquello que debe ser refinado o santificado en Cristo para tu bien. Pero no será algo que Dios milagrosamente, venga a hacer por ti. Tú tienes que sembrar y regar y ocuparte de tu salvación en el área en que Dios te ha llamado y que ha sido plasmado de alguna u otra manera en tus propósitos de Año Nuevo. Tú, en oración, en temor y temblor, con intencionalidad diaria y fielmente pensando en tu llamado de ser como Cristo.   

Seguro aquí te perdí porque te hable del trabajo que este proceso de santificación representa, así que voy a terminar con palabras de aliento. Sí se puede (espero lo leas como el canto de un partido de futbol mexicano). Sí se puede. ¡Sí se puede! ¿Sabes por qué?  Porque es Dios quien ya ha cambiado tu corazón en Cristo. ¡Porque Dios es quien da el querer y el hacer sí se puede! Así que animo hermana.  El cambio de corazón está dado y hoy, es un buen día para comenzar con esos propósitos que habías descartado antes de leer este artículo. Estoy orando por ti.   

RESPONDE A LAS NECESIDADES

January 23, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Maritza Soriano

«Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al
que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo»
(LUC. 3:11).

Al andar por cualquier ciudad, encontramos muchas personas necesitadas. En algunos casos tienen problemas mentales, como sufren algunos soldados al regresar del servicio militar, otros debido a fracasos en negocios, adicciones a drogas, pérdida de trabajo, familia, etc.

Hace un año, mientras experimentábamos los retos de los huracanes Harvey, Irma, María y José, además de terremotos, inundaciones y erupciones de volcanes, los medios de comunicaciones y los equipos de emergencia mostraron las grandes necesidades y cómo las personas respondían con urgencia para facilitar lo necesario en los lugares afectados.

Cuando ocurren desastres naturales, vemos la solidaridad mundial para salvar una vida. Así también debemos unirnos todos para salvar una vida de la separación eterna de Dios. Las necesidades de las personas nos ofrecen oportunidades para suplirlas y tener conversaciones sobre del reino redentor de Dios.

En este capítulo 3, Juan el Bautista proclamó el bautismo del arrepentimiento para el perdón de pecados. Este arrepentimiento producirá frutos dignos que evidenciarán un nuevo comienzo bajo la dirección de Dios. Después del bautismo del Señor Jesús, en Lucas 4:18, el Señor identifica Su misión de dar las buenas nuevas del reino a los necesitados. Luego de experimentar un verdadero arrepentimiento y el perdón de pecados, nuestra vida hará acciones de amor para guiar a los demás a la salvación eterna en Cristo.

Gracias, Señor, por suplir nuestras necesidades. Ayúdanos a compartir tus bendiciones con los necesitados.


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

NUESTRA ANCLA Y NUESTRO DELEITE

January 20, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

PATRICIA NAMNÚN

Las pruebas van a llegar. Esta es la realidad que todos los seguidores de Jesús han experimentado o llegarán a experimentar una y otra vez. Muchas de nosotras hemos aprendido de memoria las palabras de Jesús cuando les dijo a Sus discípulos: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Sabemos que esto es verdad. Sin embargo, cuando las tribulaciones aparecen en nuestra puerta y nos sacuden el suelo, nos toman por sorpresa y nos hacen titubear.

Todas tenemos momentos especialmente difíciles en la vida, momentos que pueden partirnos el corazón y sacudir nuestra fe. Una llamada inesperada, una enfermedad letal, un hijo rebelde, un esposo que abandona la fe, dificultades financieras sin resolución a la vista, problemas relacionales… ¿Qué podemos hacer cuando llegan las pruebas? ¿Cómo debe responder nuestro corazón? El Salmo 119:17‑24 nos muestra la manera.

ORAR PIDIENDO OBEDIENCIA
En este salmo, encontramos una oración con pedidos específicos de David en medio de la persecución y la difamación que estaba sufriendo por parte de hombres en posición de autoridad.

Cada ruego que hace en estos versículos está en el contexto de pruebas y tribulaciones, y en cada uno el salmista está pensando en su propia fidelidad y obediencia a la Palabra de Dios.

Aunque, sin duda, no estás pasando por las mismas situaciones que David, sus ruegos —y la esperanza que demuestran— se aplican a tus propias pruebas. Necesitamos la Escritura en todo momento; en especial en los difíciles. Por eso nuestro Señor respondió en el momento de la tentación con las palabras: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mat. 4:4). Como sabía esta verdad, el salmista nos muestra adónde debería apuntar nuestro corazón y qué deberíamos pedir en la Palabra.

David ora diciendo: «Trata con bondad a este siervo tuyo; así viviré y obedeceré tu palabra» (v. 17). La petición con la cual inicia esta parte contiene una verdad que necesitamos entender. Poner en práctica y guardar la Palabra de Dios no es algo que podamos hacer en nuestras propias fuerzas… es una bendición que viene de Dios; es algo que el mismo Autor de la Palabra concede.

David se reconoce siervo del Señor. Tal vez era un rey, pero reconoce que solo Dios es digno de ser exaltado, y David no es más que un siervo que busca en el rostro del Señor aquello que solo Él puede dar: vida y obediencia a Su Palabra.

Si hay algo por lo cual deberíamos orar siempre, ¡es esto! No tenemos las herramientas necesarias para vivir y obedecer con nuestras propias fuerzas. David le pide al Señor que le permita vivir y lo ayude a guardar Su Palabra, y la verdad es que la única vida que vale la pena vivir es la de obediencia a la Palabra de Dios y de deleite en ella. El Salmo 1 nos enseña que cualquiera que se deleita en la Palabra de Dios y medita en ella de día y de noche es dichoso, y en 1 Samuel, vemos cómo Samuel le dice a David que el Señor se deleita en la obediencia más que en cualquier sacrificio (1 Sam. 15:22).

Esa obediencia que nos bendice y en la cual el Señor se deleita solo es posible a través del poder del Espíritu Santo, el cual habita en cada creyente mediante la obra redentora de Jesucristo.

En cada momento de tu vida, incluso en medio del dolor más profundo, necesitamos la gracia que nos lleva a obedecer Su Palabra. ¿Cuándo fue la última vez que le pediste al Señor que te diera una vida de obediencia? Al meditar en este pasaje y pensar en mi propia vida, puedo ver que mi falta de oración por esto se refleja en mi sensación pecaminosa de autosuficiencia. Muchas veces, me encuentro luchando con áreas de pecado en mi propia vida —como la impaciencia, el deseo de control o la desconfianza del Señor— e intento superarlas con mis propias fuerzas, sin oración, y olvido que el poder transformador no es mío. Necesito ayuda de afuera; lo necesito a Él.

HAY MARAVILLAS PARA VER
El segundo pedido que David hace en este salmo es «Ábreme los ojos, para que contemple las maravillas de tu ley» (Sal. 119:18). No solo necesitamos la gracia de Dios para una vida de obediencia a la Escritura, sino que también precisamos Su gracia para ver las maravillas de Su Palabra. Necesitamos esa misma gracia para que nuestros ojos sean abiertos y lo atesoremos.

En la Palabra de Dios, hay maravillas para ver y Dios desea mostrárselas a aquellos que lo pidan. Como exclamó el apóstol Pablo, inspirado por Dios:

¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría
y del conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables sus
juicios e impenetrables sus caminos! «¿Quién ha
conocido la mente del Señor, o quién ha sido su
consejero?»

(Rom. 11:33‑34).

Sus caminos son más altos que los míos, y Su sabiduría y Sus riquezas son más profundas. Él es quien abre nuestros ojos para que podamos contemplarlo. David pasó por muchas pruebas, y en medio de ellas, aprendió a pedirle al Señor: Déjame verte; permite que vea las maravillas de tu Palabra. Reconocía su necesidad y su incapacidad para suplirla. Y esta es otra oración que tú y yo debemos hacer constantemente al acercarnos a la Escritura. Necesitamos que Dios abra nuestros ojos para ver, de manera que podamos ser transformadas, alentadas, fortalecidas y podamos resistir la tentación. ¡Necesitamos que nos permita ver las maravillas de Su ley!

PEREGRINAS EN ESTE MUNDO
A continuación, David le dice al Señor:

En esta tierra soy un extranjero; no escondas de mí
tus mandamientos. A toda hora siento un nudo en la
garganta por el deseo de conocer tus juicios (vv. 19‑20).

David siente en su corazón lo mismo que nosotras deberíamos sentir: que no pertenecemos a este mundo porque estamos de paso. En medio de este peregrinaje, reconoce lo que sabe que es inalterable y verdadero: la Palabra de Dios. Esa Palabra es nuestra ancla en medio de un mundo caótico; un mundo lleno de pecado y dificultades. Los mandamientos del Señor son un refugio seguro en nuestro peregrinaje por esta tierra.

El salmo nos muestra que a David lo consumía su deseo de la Palabra y la anhelaba en todo momento. ¿Es esto lo que sucede en tu vida? ¿Te percibes como una peregrina en este mundo y ves la Palabra de Dios como tu refugio en medio de tu peregrinaje por esta tierra? ¿Anhela tu corazón Su Palabra en momentos de dificultad? Pídele al Señor que te dé este deseo. Que nos lleve a anhelar y desear Su Palabra en todo nuestro peregrinaje por esta tierra.

Esa Palabra se vuelve preciosa cuando el peregrinaje nos lleva por lugares difíciles porque, como David, podemos decirle a Dios: «Tú reprendes a los insolentes; ¡malditos los que se apartan de tus mandamientos!», y pedirle que aleje de nosotras «el menosprecio y el desdén, pues yo cumplo tus estatutos». Además, podemos volver a comprometernos para que, como Sus siervas, «[meditemos] en [Sus] decretos» (vv. 21‑23). En estos versículos, vemos cómo David le ruega al Señor que quite de él las calumnias y las acusaciones que se hacen falsamente en su contra. En medio de esta dificultad, él sabe adónde debe ir; sabe que Dios es su defensor y que es el único que juzga a aquellos que se desvían de Sus mandamientos.

David conoce el valor de guardar la Palabra de Dios en medio de la persecución. Tal vez te encuentras en una situación muy similar a la de David. Y tal como David, puedes confiarle tu defensa al Señor. Él conoce todas las cosas y está a favor de ti, no en tu contra. La justicia ya llegará, aun si te parece que tarda. Y mientras sigas el ejemplo de David, también estarás siguiendo el ejemplo supremo del David más grande y mejor, uno que no cometió pecado alguno, en cuya boca no se halló engaño; uno que, cuando lo insultaron, no respondió con insultos, cuando padeció, no amenazó; uno que le confió la justicia a Aquel que sabía que juzgaría con toda justicia (1 Ped. 2:21‑23). Este David más grande es nuestro Señor Jesucristo.

Pídele al Señor que te mantenga anclada en Su Palabra, que confíes en Sus planes incluso en medio de calumnias y desprecio y que medites en Su Palabra para que tu mente se llene de continuo con Sus verdades y no con las mentiras de los hombres. Encomiéndate al Único que juzga con justicia.

LA PALABRA, NUESTRO DELEITE
El último versículo de esta estrofa nos vuelve a recordar dónde está nuestro consejo en medio de las dificultades: «Tus estatutos son mi deleite; son también mis consejeros» (v. 24). Para David, la Palabra no solo era su fuente de meditación, sino también su deleite y su guía. La Palabra es nuestra guía fiel y, si verdaderamente queremos encontrar descanso en ella, debemos someternos a su dirección y transformarla en nuestro deleite. Cuando la vida se vuelve difícil, nuestro corazón anhela consuelo y guía. David sabía que solo podía hallar estas cosas en la Palabra. Cuánto más encontraremos estas cosas en el consejo pleno de Dios que tenemos en nuestras manos, asistidas por el Espíritu Santo de Dios que vive en nuestros corazones y nos guía a toda verdad.

¿En qué circunstancias difíciles te encuentras? ¿Qué injusticias o desilusiones estás enfrentando? Piensa en las cosas hermosas que Dios te ha mostrado en Su Palabra en medio de tu dificultad, las cuales has visto con mayor claridad gracias a la situación que estás atravesando. Piensa en cómo tus dificultades sirven como recordatorio de que solo estás de paso por este mundo y de que te espera una morada celestial y eterna, donde ya no habrá más llanto ni dolor. Mantente alerta en medio de tu dificultad, para que la Palabra de Dios sea tu deleite en todo tiempo. Fija tus ojos en sus verdades y rechaza así toda mentira que puede infiltrarse a tu mente en medio del dolor.

Que nuestras vidas, hoy y siempre, estén llenas de gracia, para guardar la Palabra de Dios. Que Él abra nuestros ojos para ver las maravillas de Su ley. Que la Palabra de Dios sea nuestra ancla en medio de las dificultades y nuestro deleite y consejero en todo momento mientras transitamos hacia nuestro hogar con Él.


Devocional de Sus testimonios, mi porción (B&H Español)

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