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… Estás envuelto en vestiduras santas, y tu fuerza se
renovará cada día como el rocío de la mañana. —NTV

SALMOS 110:3

Sal temprano y admira los pequeños diamantes que descansan sobre pétalos y hojitas, o se suspenden sobre invisibles telarañas. ¡Rocío! El rocío es la condensación de la humedad en el aire que ocurre por cambios bruscos en la temperatura. Carece de atractivo la definición. Sin embargo, presenciar sus diminutas gotas sobre el pasto matutino produce en nosotros cierta fascinación, pues es algo que parece surgir de la nada. El milagro del agua cuando no ha llovido. Frescura donde había vegetación seca.

En este Salmo esas gotitas son una metáfora para las fuerzas humanas que se renuevan cada día, por la gracia de Dios.

Hacerse como nuevo… ¡qué maravilla poder lograrlo a diario! Así como Dios dio maná en el desierto cada mañana, muestra Su fidelidad al mandar el rocío y al darnos nuevas energías para servirle cada día. Jeremías también se gozó de las misericordias de Dios que «son nuevas cada mañana».

¿Sientes los labios espirituales secos? Prueba levantarte unos minutos antes de lo normal para recoger ese maná o esas gotas antes de que el calor del día las haga evaporar. Bebiendo de Su Palabra, deja que el Señor te dé renovadas fuerzas y visión como su hija especial. Que ese rocío que se percibe en tu vida ofrezca frescura también a cada persona que cruza tu camino. (MHM)

Es por esto que nunca nos damos por vencidos.
Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro
espíritu va renovándose cada día.

EL APÓSTOL PABLO

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