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[PASAJE DEVOCIONAL: SALMOS 63:1-7]

Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas. (Sal. 63:1)

Mi familia y yo regresábamos de la mudanza a Nueva Orleans, Louisiana, después de vivir en Los Ángeles, California. ¡Qué odisea! Ni el camión que llevaba las pertenencias, ni los dos autos en que viajábamos tenían aire acondicionado, nos perdimos varias veces, dormimos en los vehículos porque no teníamos dinero para pagar el costo del hotel para todos los que viajábamos, y, por último, en una encrucijada, el camión y uno de los autos tomaron la carretera equivocada y no los volvimos a ver hasta que llegamos a Nueva Orleans.

Esa fue mi primera experiencia cruzando el desierto. En otra ocasión, junto a un grupo de líderes de la Asociación Bautista de Nueva Orleans, fuimos a las conferencias de Escuela Dominical en Glorieta, Nuevo México. Al pasar por una zona de pastos para ganado, se descompuso el aire acondicionado. Sin aire acondicionado y sin poder abrir las ventanas debido al olor tan desagradable que entraba por ellas, tuvimos que viajar casi todo un día hasta que llegamos a una ciudad donde arreglaron el aire de la camioneta donde viajábamos. 

Dicen que la tercera es la vencida. En esta ocasión, nuestra familia viajó de Nueva Orleans a Miami, Florida. Allí dejamos con mi mamá a mis suegros e hijas, y mi esposo y yo salimos de viaje hacia Glorieta. ¡Qué experiencia tan distinta! No nos perdimos, el aire acondicionado no se descompuso, nos quedamos a dormir en hoteles, disfrutamos de las conferencias, recogimos a nuestra familia en Miami y regresamos a Nueva Orleans sin novedad alguna.

Dios, en Su infinita sabiduría y amor permite que crucemos por desiertos. En algunas ocasiones, nosotras mismas somos las responsables de crear el desierto por el cual estamos cruzando. Sin importar lo que te lleve al desierto, lo importante es: ¿en quién confiarás mientras estás cruzando el desierto?, y ¿cómo emergerás de esa experiencia? En el desierto, David clamó al único que podía brindarle socorro. David alabó a quien lo iba a socorrer.

Señor, donde quiera que me encuentre
y en cualquier situación en la que
esté, alabo Tu nombre.

Un devocional de Devoción para el corazón (B&H Español)

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