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Por Verónica Rodas

El amor

Mas el fruto del Espíritu es AMOR. (Gálatas 5:22)

Como alguien dijo: “El amor es el sacrificio del ego”. En Marcos 12:30-31, el Señor nos enseña que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos; amar con la misma intensidad, celo y pasión con que lo hacemos hacia nosotras. Sin duda, sin límite.  

Un error en el cual podemos caer es creer que el amor surge siempre de un impulso positivo del corazón. Mateo 5:46-48 dice: Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  Jesús está marcando el camino, nos deja una enseñanza clara: El amor también puede no ir acompañado por la emoción o sentimientos. Nos enseña que debemos amar a quienes no nos aman y eso no es nada fácil. 
Si queremos ser realmente bíblicas debemos conocer cómo define la Biblia el amor: Sufrido, benigno; no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. (1 Corintios 13:4-8)  

Profundicemos en esto y aprendamos que el amor: no exige, no ofende, no se da por vencido, se mantiene firme en toda circunstancia, busca suplir los intereses del otro y nunca pierde la fe. Y este amor es una decisión, nace de la propia voluntad, elegimos amar no porque la persona nos atraiga físicamente o porque sea un pariente que apreciemos mucho. Es una decisión, no un asunto de emociones. ¿Por qué? Porque hoy podemos sentir y mañana se puede acabar todo lo que sentíamos. Un escritor dijo: “Admitir que hay alguien que yo no amo, es decirle a Dios: ‘no te amo lo suficiente como para amar a esa persona’.”  

Hoy, toma la decisión de amar lo que cuesta, de amar lo que todos rechazan, de amar con el amor de Dios.  

No es nada fácil la carrera de morir a nuestra propia voluntad considerando la ley de Dios como lo más importante en nuestra vida (Juan 15:10), pero debemos reflejar a Aquél que decimos seguir e imitar. 

Así que, si te rodean hijos que no son agradecidos, un esposo egoísta, una familia que te traiciona, un amigo que te criticó, etc., debes seguir amando porque tienes todo lo necesario para poder hacerlo. 

Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder. (2 Pedro 1:3)
Es Él quien nos da cada virtud que necesitamos para ser como Él. 

William Barclay: “Amar significa que no importa lo que un hombre pueda hacernos en forma de insulto, daño o humillación, no desearemos otra cosa que lo mejor para él…nunca desearemos otra cosa que no sea lo mejor, incluso para aquellas personas que nos desean lo peor”. 

Vivir así, sometidas a Dios, significa dejar que Él nos guíe, a hacer lo que Él desea que hagamos y que Él nos transforme en cada paso que damos.  

El gozo

Mas el fruto del Espíritu es GOZO. (Gálatas 5:23)
Podemos tener muchas definiciones para la palabra “gozo” pero este fruto se trata del placer que experimentamos por medio de una relación cercana con Dios. 

Entraré al altar de Dios, el Dios de mi alegría y de mi gozo. (Salmo 43:4)  

David sabe dónde puede encontrar la felicidad que necesita, ese placer que llena todos sus vacíos: En tu presencia hay plenitud de gozo. (Salmos 16:11) 
Esto está a nuestro alcance, una vida plena que sólo podemos vivir en su presencia. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el gozo es la marca constante del cristiano. Podemos llegar a tener este verdadero gozo solamente teniendo un andar diario en comunión con el Señor. Nosotras nos deleitamos en Él, Él es el motivo de nuestra alegría; Su nombre, Su vida, Su obra y Su muerte. Cristo es nuestra razón para gozarnos. Entonces, sabemos que lo que hoy vivimos con Él, es un anticipo de lo que disfrutaremos en el cielo. Allí le veremos cara a cara y gozaremos de Él para siempre, sin impedimentos ni interrupciones.  

Debemos ser conscientes de la necesidad que tenemos de vivir esta clase de carácter; amar al Señor más que los anhelos temporales que podemos llegar a pensar que son la verdadera felicidad. Y entonces, ese amor provocará felicidad en Dios siempre.  

Pablo insta a esta conducta desde su prisión. Imaginen quién era su verdadera satisfacción:  

Regocijaos en el Señor siempre. (Filipenses 4:4) 

Por lo que vemos, el gozo es un ingrediente esencial que debemos cultivar. William McDonald: “No es más posible privar a un santo de su gozo que destronar a Cristo de Su lugar en la gloria”.  

Toma tiempo para meditar en esto, y pregúntate: 
¿Puedo ver la fuente inagotable de gozo en Cristo? 
Ahora bien… ¿Por qué no experimento ese gozo?  
Muchas veces no experimentamos este gozo porque tenemos confianza en algo equivocado. Si tú confías en tus logros, metas y desarrollo, el gozo quizás no llegue nunca. ¿Por qué? Porque puede ser que las cosas salgan bien o puede que no. Si nuestro gozo depende de los resultados, estamos en un error. Jesús le dice a sus discípulos: Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. (Lucas 10:17-20) ¿Lo ves? Jesús dice que la fuente de tu gozo no debe ser el éxito del ministerio u otros logros personales…  

Consejos:  

Ten una perspectiva de la vida a largo plazo: En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas. (1 Pedro 1:6)
Gózate en la esperanza de la gloria de Dios: Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. (Romanos 5:2)
Da gracias en todo: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18) 
Bendice al Señor en todo tiempo: Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. (Salmo 34:1) 

Si no vivimos una vida gozosa en Dios, estamos negando el amor y cuidado que Él tiene hacia nosotras. El gozo es fruto de Su Espíritu y el resultado de Su obra.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

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