Por Dr. Freddy Noble, República Dominicana
El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Filipenses 2:6
Jesús ha tenido los atributos de Dios desde el principio. Cuando este texto afirma que Jesús existía “en forma de Dios” está refiriéndose a Su esencia eterna; condición de Dios; y naturaleza divina. El Jesús que adoramos y celebramos en la Navidad no comenzó a existir cuando fue concebido, por la obra del Espíritu Santo, en el seno de María, sino que siendo el mismo Dios eterno ya existía desde siempre. Sin embargo, está en el hecho de que el Señor no se negó a descender de Su gloria y majestad; no quiso aferrarse a Su existencia de esplendor y exaltación, sino que más bien descendió a este mundo, haciéndose uno con nosotros “para llevarnos a Dios”.
Jesús tuvo un corazón suficientemente humilde y lleno de amor para identificarse con el ser humano. Para experimentar Sus luchas, tentaciones, y dificultades. Para experimentar el amor y el rechazo, la amistad y el abandono, la vida y la muerte… Como ha dicho alguien, el evento más grande de la historia no es que el hombre haya ido a la luna, sino que Dios vino a la tierra. En esta Navidad adoramos al Señor por lo que Él es, el eterno Dios, y por lo que Él ha hecho al descender hasta nosotros para darnos Su gracia. Y de la misma manera que el Señor no se negó a descender hasta nosotros, no nos neguemos nosotros a levantar nuestra mirada a Él en fe y abrir nuestros brazos solidarios en amor a los que nos rodean.
Publicado originalmente en Reflexiones diarias de Navidad por autores y colaboradores de Lifeway Español y BH Español.