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Salmos 42:1

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. —RVR 1960

Qué animal tan impresionante es el ciervo, especialmente el macho con su gran cornamenta. Al caminar lo hace con elegancia principesca e incluso, cuando se agacha a tomar agua, pareciera que está haciendo una reverencia.

Siempre pensé que cuando este salmo alude a que el ciervo brama por agua, era porque estaba sediento. El estudiar el comportamiento de este animalito, nos dice mucho más. Durante la época de celo, los machos buscan a las hembras en los arroyos donde ellas beben agua. Delimitan su territorio con su orín y emiten un sonido gutural llamado berreo que utilizan con diferentes propósitos.

El ciervo berrea para llamar la atención de las hembras y conformar su harem. Berrea para alejar a los contrincantes. Si el rival no hace caso de su berreo y no quiere salir del territorio delimitado, se entabla una lucha de cornamentas. El vencedor berreará proclamando su triunfo.

El escritor de este salmo conocía bien la conducta de los ciervos y la compara con nuestro deseo de Dios. Un ciervo berrea para encontrar a sus hembras, para defender su dominio, para proclamar su victoria. ¿Nuestro deseo de Dios es mayor que el de encontrar a una pareja, o el de proteger nuestras posesiones, o el de obtener éxitos? ¿«Berrea» tu alma por tener un encuentro con tu Dios?

Mi alma tiene sed de ti, Dios de la vida; ¿cuándo vendré a presentarme ante ti, mi Dios?

DAVID

Un devocional de Destellos de esperanza (B&H en Español)

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