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Por Karla de Fernández

Hace aproximadamente seis meses que la pandemia por Coronavirus-19 sorprendió de manera abrupta a la población. Países grandes y pequeños se detuvieron de un día a otro para que la población se resguardara en sus hogares para la preservación de su vida. 

Poco sabíamos de ese virus microscópico que detuvo naciones y que paralizó la economía. Empresas detuvieron producción, negocios cerraron, miles, millones de empleos se perdieron alrededor del mundo dejando a las familias con la incertidumbre si podrían sostenerse sin una fuente de ingresos.

Con el paso del tiempo y conociendo más como actúa el virus, los médicos y gobiernos de los diferentes países ante la necesidad de reactivar la economía, han instruido a la población a regresar paulatinamente a los empleos que aún están disponibles y a la apertura de algunos negocios que no presentan mayor riesgo de contagio entre las personas que laboran y las que pudieran acudir a ellos.

Poco a poco regresamos a lo que han llamado nueva normalidad. Una normalidad en la que algunos hemos aprendido a ser más conscientes de nuestra salud, otros han reconocido su necesidad de afianzar su fe en Cristo, otros más en agradecer un día más de vida y lo que con ella venga. 

Este tiempo ha servido también para aprender de contentamiento y de agradecer con intencionalidad por lo que se nos ha permitido vivir, que, aunque no han sido momentos sencillos o agradables, ir a la Palabra nos recuerda que todo lo que nos acontece a los hijos de Dios es para nuestro bien (Ro. 8:28), para que en medio de las pruebas y aflicciones nuestro carácter sea transformado y nos parezcamos más a Cristo.

En medio de la pandemia, o lo que sea que nos ha tocado vivir, nuestro corazón debe estar confiado en que la voluntad de Dios para nosotros es buena, agradable y perfecta. ¿Por qué te digo todo esto? ¿Por qué hago mención de la pandemia y lo que esta trajo? Porque a raíz de ese paro en la economía, un gran número de personas que quedaron sin empleo hoy están laborando en lugares que quizá no es de su agrado, pero por la necesidad del momento, siguen ahí. 

Muchos quizá frustrados, descontentos, desanimados; algunos con un sueldo muy por debajo de lo que sus gastos requieren, otros quizá teniendo maestrías o doctorados se encuentran laborando en un lugar donde no se requiere de estudios. Otros cuantos estarán en un lugar donde no se le reconoce la labor que hace y es un número más en la lista de empleados o quienes tienen una larga jornada laboral y no hay tiempo para nada más que dormir. Todo esto es triste, y muy real.

No quiero parecer simplista o indolente ante estas situaciones, en realidad las hablo desde la experiencia porque he estado en más de una de ellas en el pasado. Sin embargo, con el paso del tiempo y mirando hacia atrás a cada empleo que tuve, puedo ver que la gracia de Dios siempre estuvo allí y es mi oración que puedas no solo recibirla, sino reconocerla y apreciarla también en el lugar donde estás laborando.

En Su gracia estamos todos los hijos de Dios, en el lugar que estamos es por Su gracia y porque soberanamente el Señor así lo ha orquestado. Puede que no sea el lugar que a nuestros ojos sea el mejor, pero a los ojos de Dios, sí lo es.

Si nosotras supiéramos lo que Dios sabe acerca de cómo terminaremos a final de año, quizá viviríamos más contentos, menos preocupados y más agradecidos con Él. Pero, para ser honestas, si supiéramos todo eso, es muy probable que también estaríamos lejos de Dios por la seguridad que el conocer algo nos brinda.

Entonces, como no sabemos cómo terminará ni el año, el mes o el día, necesitamos descansar en que Dios sí lo sabe, y no solo eso, sino en descansar que Él tiene cuidado de nosotras y que Él sigue siendo Dios, sigue estando en Su trono, Él sigue gobernando sobre toda la creación.

Créeme, aunque no sepamos cómo será, sí podemos vivir contentas recordando que Cristo está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, eso incluye los días y los lugares donde pareciera que no es donde deberíamos estar. 

Menos preocupadas porque siendo hijas de Dios, Él tiene cuidado de nosotras; tenemos un sitio donde laborar y por el cual Dios nos provee para ayudar a sustentar el hogar en el que estamos. Es Dios cuidando de Sus hijas cuando en todo el mundo aún no hay claridad para lo que deparará en cuanto a la economía. 

Más agradecidas, porque de tantos miles y de personas a nuestro alrededor sin un empleo formal, nosotras tenemos uno que Dios ha permitido tengamos. Si cada noche nos tomamos unos minutos para agradecer por las bendiciones diarias nos daremos cuenta de cuán bendecidas hemos sido, de cómo todo lo que tenemos y el lugar donde estamos es solo por Su gracia, para nuestra santificación y finalmente para Su gloria.

Veamos a nuestro alrededor, admiremos lo que Dios ha hecho con nosotras. Mira ese empleo como una oportunidad para crecer en contentamiento, en paciencia para con los que te rodean; mira a tus compañeros de trabajo y quizá te des cuenta de que uno de los motivos por los cuales Dios te tiene ahí es por la gran necesidad que ellos tienen de Dios y tú eres a quien Dios usará para encaminarlos a Su Hijo Jesucristo.

Mira ese lugar cómo una oportunidad de servicio al Señor, de poder orar con otros. Piensa en esto, es probable que ese trabajo no sea el ideal para ti, no es lo que quisieras como para hacer carrera allí, pero en la economía de Dios, nada de lo que hacemos se trata de nosotros, nada es para nuestra gloria, sino para la gloria de Su Nombre. 

Al estar donde estamos, se sigue tratando de Él. No es el empleo ideal para nosotros, pero sí es el ideal para compartir el evangelio, y Dios lo sabe. Que cada empleo que tengamos vayamos con la mentalidad y la oración de que Dios será exaltado, nosotras santificadas y al final, Su gloria será manifiesta. 

Gracias a Dios por esos empleos que nos recuerdan que todo se trata de Él. 

Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre (Col. 3:17).


Karla de Fernández. Nacida en México, es hija y sierva de Dios por gracia, esposa y madre como privilegio. Tiene su blog desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios. Es la coordinadora de Iniciativas para mujeres Soldados de Jesucristo y dirige el podcast “Mujeres en Su Palabra.” Es la autora del libro “Hogar bajo Su gracia.” Puedes seguirla en BlogFacebook y Twitter.

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