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Habacuc 3:6

Cuando él se detiene, la tierra se
estremece […] Él derrumba las montañas
perpetuas y arrasa las antiguas
colinas. ¡Él es Eterno! —NTV

Habacuc no fue el primero en preguntar: «¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué tanta maldad? ¿Hasta cuándo habrá violencia en la tierra? ¿Por qué debo mirar tanta miseria?». Tampoco será el último.

En medio de tiempos difíciles para el pueblo de Israel, Dios le responde y le dice que tras bambalinas está levantando a los caldeos, quienes no solo derrotarían a los asirios —la potencia en ciernes—, sino que arrasaría con la idolatría en Judá y llevaría cautivo al pueblo. Habacuc se queda más perplejo que antes. ¿Cómo es posible que la respuesta de Dios sea un pueblo salvaje e idólatra? Dios le responde nuevamente. Él tiene el control. Los babilonios también recibirían el pago por sus maldades.

¿Qué hacer cuando no entendamos los porqués de la historia? Como Habacuc, hagamos memoria del carácter de Dios. Pueblos vienen y van, sean asirios o babilonios, mexicanos o norteamericanos, pero Dios permanece para siempre. Como escribió Ray Stedman: «Dios es anterior a la historia. Es más grande que cualquier serie de eventos humanos. Él creó la historia. Es desde el principio y está al final. Es el Dios de la eternidad».

En otras palabras, podemos confiar en Dios. Él está a cargo.

No eres tú desde la eternidad, oh SEÑOR, Dios mío, Santo mío?

HABACUC

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