por Verónica Rodas
Un tiempo diario en la Palabra de Dios y en oración ¿lo quiero?, ¿lo anhelo?, ¿lo necesito?… Aunque, es cierto que podemos responder superficial y livianamente a estas preguntas con un impulsivo y rotundo “sí”, y pese a que estamos convencidas de lo necesario que es, muchas veces no examinamos en la profundidad de nuestro corazón. Nos acercamos a Dios como si fuera una obligación más que una necesidad para nuestra alma. Cuando reconoces que necesitas de Dios, no hay manera de que pases un día sin leer las Escrituras y orar.
Pero, ¿por qué muchas veces no lo vemos así? Quizás simplemente no nos importa, o vivimos nuestro día a día sin considerar a Dios, o tal vez solo quieres hacerlo para calmar tu conciencia y no para darle gloria. Si te has identificado con alguna de estas actitudes, estás en terreno peligroso. El orgullo te está gobernando.
Encontramos en la Biblia un pasaje que dice: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6)
Observamos que dice: “sin fe” sin creer en Dios es imposible agradarle.
Tener un devocional diario, buscar, clamar, orar… nada de esto tiene ningún efecto si lo hacemos “sin fe” el corazón se endurece, se llena de incredulidad y es imposible que lo espiritual nos afecte.
Un ejemplo:
Te levantas por la mañana y oras diciendo: “Señor, ayúdame hoy en todo, sin ti no puedo hacer nada”. Después en el transcurso del día te olvidas totalmente de Dios; avanzas en situaciones usando tus propios recursos y fuerza. Piensas que no necesitas a Dios. La oración de la mañana no tuvo el menor sentido, no por ser incorrecta, sino por que realmente no creías en lo que estabas diciendo.
Es necesario que entiendas que la fe debe ser el fundamento de toda mujer cristiana. Es lo que le permite desplegar virtud. Y no porque la fe tenga fuerza en sí misma, es por el objeto de nuestra fe, DIOS.
Sin este condimento esencial es totalmente imposible ser agradables ante los ojos de Dios. Cualquier intento, acto, actividad o rutina que no se apoye en la fe no podrá ser beneficiosa o virtuosa.
No podrás ser constante, porque no será algo sólido, simplemente será una rutina vacía que calmará tu conciencia sin dar fruto para Dios.
Sin fe no podemos tener ninguna relación espiritual con Dios. Lo único que podemos lograr es tener hábitos, conductas y rutinas que llevamos a cabo por dos razones: por orgullo, para sentir que somos buenas, o por condenación, para callar las voces que nos dicen lo malas que somos. Pero ninguna de las dos opciones tiene virtud alguna.
Una fe viva te mantiene pegada a la fuente de la que necesitas beber en todo momento.
Hermana, debemos empezar por la fe. Ella debe hacer la diferencia en tu vida y resplandecer. Sal de ese estancamiento y elévate; ponte debajo de tu Señor; cree en eso y verás que necesitarás esa relación y comunión continua con Él.
La fe es lo que te impulsa a buscarle, es lo que hace que renuncies a horas de sueño, a que vayas más allá del cansancio. La fe es el motor que cada mañana te impulsará a buscarle; a recordar que no es por ti ni para ti. Es por Dios y para Dios.
La fe te pone en perspectiva del lugar de Dios y el tuyo. Te mostrará claramente tu fidelidad a Dios. Busca ser santa y temerle. Corre a Cristo por medio de la fe.
¡Despierta! Confía en Dios. Levántate más temprano de lo normal, decide, pierde horas de sueño. Él es digno de que le busques, de que dependas, de que tu vida sea un “devocional diario”, una dependencia continua.
Tu fe es el resultado directo de tu admiración y fidelidad a Dios. La fe produce en ti fidelidad.
Necesito ese devocional diario y voy a actuar conforme a esa fe que tengo; y esa fe que tengo, confirmará cuán fiel soy a Él.
Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.