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Por María Renée de Cattousse

Vivía una juventud que consideraba muy normal, creyendo tener el control de las cosas, teniendo la libertad de tomar mis decisiones, centrándome en salir adelante, ejerciendo profesionalmente, esforzándome por planificar las cosas como consideraba era la forma «correcta», y … de repente estaba realizándome una prueba de embarazo. Temblando y segura a la vez que el resultado no podría ser más que reflejo de un retraso únicamente. 

Bastaron solamente unos minutos para estar ante el resultado positivo, lo cual no había considerado posible —iba a convertirme en madre. Lejos estaba de imaginar que esto era el principio de lo que Dios utilizaría en mi vida para mostrarme mi necesidad de Él, una necesidad que desconocía tener, pero que era evidente en mi manera de vivir. 

Escribir este artículo es algo tan profundo que aún puedo sentir las emociones, temores, dudas, y pensamientos que se entrelazaban en mi mente y corazón. Estaba por cambiar el rumbo de mi vida; algo que había deseado pero no había planificado en este momento de mi vida. 

En Sus manos no hay despropósitos. 

Su poder y amor eterno permiten utilizar todas las circunstancias para revelarnos nuestra condición. Había una consecuencia, producto de mi manera de vivir, y en los próximos meses sería cada vez más evidente. Pero en Sus planes, Sus manos llenas de gracia y misericordia derramaron sobre mi vida la oportunidad de reconocer mi profunda necesidad de salvación, la de una relación con Él.      

¿Cómo podría convertirme en madre y enseñarle a mi hijo sobre lo que aún yo no conocía? Fue así como Dios atrajo mi corazón.  

Hace veintidós años me convertí en madre y es imposible explicar aquí todo lo sucedido, pero algo que necesito dejar plasmado es que entregarle mi vida al Señor, aceptar que estaba viviendo alejada de Su voluntad, exponerme a la Escritura, congregarme y dar pasos de fe, han sido la oportunidad invaluable de conocerle de una manera profunda y real.   

Experimentar Su gracia, misericordia, restauración y redención. Aprender a confiar y depender de Él.  Sé que estoy aprendiendo aún estas cosas, y quiero seguir haciéndolo, porque estoy convencida que es Él quien ha iniciado la obra y la está perfeccionando para el día de Su venida, como encontramos en Filipenses 1:6. Sé que fue esta etapa de la vida la que el Señor utilizó para sensibilizar mi corazón.   

No conozco tu situación, pero mientras escribo estoy orando que juntas recordemos que: 

  • Dios conoce nuestras circunstancias, no hay nada desconocido para Él. Sus planes son perfectos y de bien. Él endereza nuestras veredas, es un Dios en cuyas manos todo tiene propósito.  (Prov. 3:6; Jer. 33:3; Jer. 29:11) 
  • Nada hay oculto ante Sus ojos, formó nuestros cuerpos y los de nuestros hijos. Es Él quien da vida física y espiritual. De tal manera que podemos acercarnos confiadamente a Su presencia para experimentar en carne propia Su gracia y misericordia.  (Sal. 139:13-17; Heb. 4:16) 
  • Independientemente de nuestros planes, tanto los planificados como los que sin hacerlo se convierten en realidad, podemos depender del Señor, ya que son la oportunidad para permitir que transforme nuestra manera de pensar y vivir.  

¡Animémonos pues a perseverar en la fe, y guiar a nuestros hijos para juntos poder dar testimonio de la bondad y fidelidad del Señor! 

María Renée de Cattousse, pecadora, salvada por gracia, justificada por la fe en la obra de Cristo, redimida por la misericordia de Dios. Es miembro de la Iglesia Reforma en la ciudad de Guatemala. Esposa de Carlton, mamá de Mario René y Valeria. Odontóloga.

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