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[PASAJE DEVOCIONAL: RUT 2:11­-16]

Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte. (­Rut 2:12)

¿Te has sentido alguna vez como si Dios te hubiera dado la espalda? Noemí, la suegra de Rut, tenía muchos motivos para sentirse así. Años atrás ella había emigrado a una región llamada Moab acompañada por su esposo y sus dos hijos solteros. La familia se asentó en la tierra nueva. Los hijos se casaron, mas nunca tuvieron hijos. Y luego, inesperadamente, tanto su esposo como sus dos hijos fallecieron.

Noemí volvió a su país de origen triste, empobrecida y derrotada. Lo único que le quedaba era el consuelo de una de sus nueras, Noemí. Las pérdidas de Rut fueron también las de Noemí. Su esposo había muerto, también su suegro y cuñado. Ella se encontraba en una tierra extraña, lejos de su familia y sin aparente protección. Sin embargo, su actitud fue muy diferente a la de su suegra. En vez de hundirse en su miseria, Rut decidió luchar para salir adelante. Ese deseo de sobrevivir la llevó a un campo que estaba siendo segado.

Siguiendo la costumbre de su tiempo, ella caminó detrás de los segadores que trabajaban para el dueño de la tierra. Recogió las espigas que estos no levantaban o las que dejaban caer accidentalmente al hacer sus manojos. En ese entonces cualquier persona con necesidad podía recoger espigas tras los segadores para procurar su propio sustento sin tener que mendigar. La dedicación de Rut al trabajo y a ayudar a su suegra captó la atención del dueño de aquel campo, un hombre llamado Booz.

Él la invitó a tomar del agua y el alimento que tenía preparado para sus empleados. Asimismo, les dio instrucciones para que la dejaran cosechar sin molestarla. Al dirigirse a Rut, él reconoció la manera en que ella había apoyado a Noemí, Dios no se había olvidado de ella y la favorecería en esos días malos.

Las desgracias nos llegan, pero no nos destruyen. Dios nos extiende Su mano protectora y nos levanta de las situaciones más desesperantes. Si estás pasando por años de escasez o prueba, no te desanimes, sigue luchando y confiando en que Dios te sacará adelante.

Echa sobre Dios tus cargas y levántate
fortalecida, confiando que Él no
desampara a Sus hijos.

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