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Por Mirna Espinoza

El pastor observó su rebaño y contó cada uno de sus animalitos peludos, al saber exactamente quiénes le correspondían bajo su cuidado se dio cuenta que faltaba una. ¿Qué es una si vemos que hay noventa y nueve que están en donde deberían? Pero el pastor no consideraba a una como algo inferior, sino corrió tras ella, a buscarla, a traerla de vuelta, a recordarle a ese animalito torpe y necio que su hogar ya no es aquel lleno de soledad sino uno donde puede estar acompañado, protegido y seguro. 

Y allí, deambulando solitaria, probablemente angustiada al contemplarse rodeada de pasto y piedras, observó bajando de una colina, corriendo precipitadamente hacia ella, a su buen pastor. La tomó, no arrastrada, no forcejeando, sino en Sus hombros, cargando Él mismo todo el peso, la tomó para traerla de vuelta a donde pertenecía. Porque eso hace Él, busca, ama y protege a los Suyos. A los rebeldes, a los impíos, a los desobedientes, a los solitarios, a los que no tienen voz, a los huérfanos. 

«Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en Su santa morada. Dios prepara un hogar para los solitarios […]» Salmo 68:5-6a 

La oveja que se pierde y que es encontrada somos tú y yo, somos aquellos que prefieren la soledad y el abandono con tal de no seguir las normas buenas de un Dios soberano. Éramos huérfanos, todos aquellos que no conocen al buen Padre aún permanecen en orfandad, incluso sin saberlo, y nosotros que por gracia hemos escuchado la voz del Señor, podemos reconocer nuestra antigua posición de desvalidos, de solitarios y de huérfanos. 

«Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad». Efesios 1:5 

Y ahora al saber que Dios protege al huérfano, que nosotros éramos huérfanos y por amor nos hizo hijos, ¿qué deberíamos pensar y hacer por los vulnerables? ¿Cuál es ese cuidado al huérfano del cual habla el evangelio? 

Los huérfanos, los que se encuentran institucionalizados, o abandonados. Criados bajo abandono, negligencia o abuso. Aquellos para quienes la palabra «seguridad» es como si estuviera en otro idioma y la palabra «amor» pareciera un cuento de hadas ficticio, porque nunca lo han visto a los ojos. Aquellos niños que en ninguna circunstancia han decidido criarse solos o rodeados de desconocidos que van y vienen de sus vidas sin dejar huellas profundas y perdurables. Aquellos que permanecen aislados de la sociedad porque es difícil verlos a los ojos y no conmovernos, pero a la vez, el acercarnos, requeriría grandes sacrificios que quizá no estamos dispuestos a cumplir. 

Acércate iglesia, ve a los ojos a esos niños que necesitan conocer el amor, porque lo único que les han susurrado al oído es el temor. Acércate iglesia a ver a los ojos que cuentan ríos de historias difíciles de escuchar, pero que si no son contadas serán arrastrados los corazones que permanecen en silencio. Está presente iglesia incluso si te quita tiempo, porque tiempo es lo que ellos no han recibido jamás. Abraza y siente un palpitar que va a un ritmo diferente al tuyo y mantente tan cerca como puedas para que eventualmente se sincronicen y pertenezcan el uno al otro. 

¿Cuál es el llamado del evangelio hacia el cuidado del huérfano? Exactamente el mismo que nuestro Dios tuvo hacia nosotros. Él no nos pedirá algo que Él no haya dado y suplido ya, solamente nos guiará a ser espejos de Su gran bondad. Y definitivamente no se trata que vayamos a ser salvadores, porque salvación solo proviene de Uno. Pero sí podemos ser lugares seguros que muestren a gritos por medio de afecto el amor eterno, de Cristo.  

Porque cuando nos acerquemos y veamos una vida a profundidad nos daremos cuenta que no son tan diferentes a nosotros en realidad. Podemos compartir corazones rotos, pasados difíciles, risas provocadas por chistes malos, una comida favorita similar y sobre todo compartir la esperanza eterna que no generará lazos que un par de años van a durar, sino unos que permanentemente y para siempre permanecerán. Pero no podremos crear lazos eternos si no nos acercamos y cumplimos con nuestro llamado de ser como Cristo. Ser la luz del mundo jamás se tratará de brillar y recibir aplausos, se tratará más bien de contemplar la belleza cotidiana, compartir el pan y hablar del amor que se nos ha dado. 

Recuerda que eras huérfano y ahora puedes compartir la vida y esta buena noticia con alguien más, señalando a su verdadero Padre, que lo ama, que lo espera, que lo busca y que le dará el amor que siempre ha necesitado y que jamás va a cesar. 

«La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo» Santiago 1:27. 


Mirna Espinoza, guatemalteca con un corazón rebelde que es constantemente corregido por Dios. Salvada por gracia y sin merecerlo. Siempre estudiante y nunca maestra. Sirve al Señor siendo colaboradora para Lifeway Mujeres, en su iglesia local y escribiendo en su blog personal Eufonía, IG: @eufoni.a (para visitarlos solo da clic sobre el nombre del blog y/o sobre nombre de usuario de Instagram)

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