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Un regalo único de Dios en Edén

Patricia de Saladín

Dios sigue derramando Su gracia y misericordia. Adán vuelve a ponerle nombre a su mujer y ahora la llama Eva, que significa «dadora de vida».

  • Y el hombre le puso por nombre Eva a su mujer, porque ella era la madre de todos los vivientes. Y el Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió (Gén. 3:20-21).

Dios le concedió a la mujer el gran privilegio de dar vida, ella es la que tiene la facultad de llevar en su seno una criatura durante nueve meses para que nazca un nuevo ser en el mundo. Nuestro diseño es mucho más amplio, nuestro Dios en Su infinita misericordia y en el orden espiritual permite que toda mujer tenga la posibilidad de ser «dadora de vida».

No solo la mujer que puede concebir y dar a luz físicamente es dadora de vida. Este no es un regalo solo para unas cuantas, Dios le dio la capacidad de dar vida a toda mujer. En esta nueva etapa, después de haber pecado, después de la promesa de un Salvador, después de haberlos cubierto de vestiduras de pieles, quedando implícito el derramamiento de sangre para cubrir su pecado y su desnudez, Dios le da la promesa gloriosa de ser dadora de vida.

En mi nuevo entendimiento de esta verdad salta a la vista que la mujer, en su diseño original, tiene el gran privilegio de reflejar la imagen de Dios, de una forma distintivamente femenina. El hombre debe reflejar la imagen de Dios como varón y nosotras como mujeres.

Toda esa confusión que no les permite a algunas mujeres responder a preguntas clave queda disipada al conocer a ese Dios diseñador que nos creó y diseñó tan perfecto plan de redención. ¿Quién soy? Soy mujer, no por casualidad sino por diseño divino. Fui concebida mujer en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo, en un momento en la historia; nací mujer y seré mujer para toda la eternidad.

¿De dónde vengo? Vengo de la mente sabia y creadora de un Dios omnisciente, todopoderoso y soberano que hizo todas las cosas para Su gloria y para mi bien. ¿Hacia dónde voy? Si creí en Cristo, fui adoptada dentro de la familia de Dios y sé que esta vida presente no lo es todo.

Hay una vida eterna de plenitud y gozo para todo aquel que cree que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino a este mundo, derramó Su sangre preciosa, tomó el lugar de castigo que yo merecía, vivió una vida perfecta, murió y resucitó y ahora está a la diestra de Dios intercediendo por los Suyos. «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Juan 11:25).

Mi diseño femenino no es asunto de preferencias u opiniones, sino de un Dios creador, perfecto, bueno, que plasmó en mí Su imagen. Eso es grandioso. Esa verdad eleva mi entendimiento de un plano horizontal a uno vertical. Yo tengo una dignidad y un valor como mujer que nada ni nadie puede robarme o cambiar, porque viene de Dios mismo.

Esa es mi misma esencia, sin importar mis circunstancias o la etapa de la vida en que estoy. Soy hija de Dios. Cuando nuestras almas están ancladas a esa verdad, no hay cantos de sirenas ni opiniones humanas que puedan alterar tan gloriosa declaración: […] y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32).

Un fragmento del libro Mujer verdadera (B&H Español)

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