Por Mirna Espinoza
«Vienen días», declara el Señor, «En que levantaré a David un Renuevo justo; y Él reinará como rey, actuará sabiamente, y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
En sus días Judá será salvada, e Israel morará seguro; y este es Su nombre por el cual será llamado: “El Señor, justicia nuestra”. – Jeremías 23:5-6
Expectativa, eso era lo que había en los corazones de cada israelita. ¿Cómo sería el Mesías? ¿Vendría pronto? ¿Cómo reinaría? Muchas preguntas que serían contestadas cuando la promesa fuera cumplida. Todo parecía muy incierto, inseguro e impreciso, pero algo estaba seguro, Dios había prometido justicia y si Él lo dijo lo cumpliría.
La sorpresa que se llevaron al ver que no era lo que estaban esperando. Me imagino los ojos abriéndose al entender por fin a qué se referían las promesas dichas hace tanto. No sería un dictador, un revolucionario con pancartas y megáfonos, no sería un segundo Sansón con fuerza de mil hombres ni tampoco un nuevo heredero al trono que derrocaría a cualquier autoridad que se le pusiera en frente.
La expectativa en mente era un guerrero con una coraza fuerte y grandes músculos y lo que recibieron fue un bebé que necesitaba un cambio de pañal y que pasaba noches llorando, haciendo sentir a sus padres a disgusto.
El problema con las expectativas es que si no son exactamente lo que habíamos planeado entonces son un plan que ha fracasado. Pero si vemos a Israel, quizá pensaban que un líder ruidoso era lo que necesitaban, pero Jesús no vino a darles un reino físico sino a llevarlos con Él. Quizá la expectativa no se cumplió como ellos pensaban, pero fue infinitamente mejor. No hay ningún otro panorama que muestra una idea mejor, solamente Cristo salvando a Su pueblo era lo que traería reconciliación.
Por eso, al empezar este año, lleno de aspiraciones y nuevas metas que tu expectativa no esté en tu desempeño porque eso, como todo, es muy incierto. No porque no crea que debes aspirar a cumplir tus sueños y metas sino porque creo que todo es cambiante y pasajero.
Planifica tu año, aprende algo nuevo, viaja, trabaja, esfuérzate, aspira por algo mejor, pero que tus ojos no dejen de ver al Señor. Porque nosotros ya no tenemos nada incierto, seguros estamos que tenemos un Dios soberano. Nuestra vida está en manos de un Salvador que todo lo redimió y nuestra expectativa de este año y de los venideros para siempre la cumplió y superó.
Que tus metas trazadas, que los sueños anhelados y deseos en mente hablen más de un Dios bueno que de tus capacidades, que más allá de querer más cosas materiales queramos más las espirituales. Que recordemos que nuestro esfuerzo es recompensado pero que incluso en esas ocasiones en que pase desapercibido y no sea notado hay un par de ojos que siempre nos ven, que nos aman y que nos quieren para siempre con Él.
El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. – 1 Juan 2:17
Mirna Espinoza, guatemalteca con un corazón rebelde que es constantemente corregido por Dios. Salvada por gracia y sin merecerlo. Siempre estudiante y nunca maestra. Sirve al Señor siendo colaboradora para Lifeway Mujeres, en su iglesia local y escribiendo en su blog personal Eufonía, IG: @eufoni.a (para visitarlos solo da clic sobre el nombre del blog y/o sobre nombre de usuario de Instagram)