Por Jeanine Martínez
«¿Qué es la Biblia?» preguntó la maestra. El coro unánime de voces infantiles respondió: «La Biblia es la Palabra de Dios». No creo que alguna de nosotras diría lo contrario. Sin embargo, la Palabra de Dios es la autorrevelación de quién Él es. ¿Qué significa esto? Cada vez que nos acercamos a la Biblia, nos colocamos frente a Dios, frente a Su explícita voluntad, Su inmenso poder y obras, y Su bondad, juicio, misericordia y verdad, quien sustenta todo lo que existe. Y ha sido así desde generaciones de creyentes anteriores a ti y a mí, quienes han sido corregidos, sostenidos y llenos de fe y esperanza por la gracia de Dios revelada en las Escrituras.
El Espíritu Santo, quien inspiró las palabras de la Biblia, las cuales se han cumplido (Hch.1:16), es el mismo quien se encuentra presente en nuestro corazón mientras recorremos, escuchamos y abrazamos las verdades de las Escrituras. La idea de que la Biblia es importante se contrapone a la realidad de que algunas de nosotras no leemos la Biblia diariamente, no meditamos con profundidad y vivimos de manera inconsistente, en varios casos escogemos lo que queremos obedecer. Mi objetivo no es que te sientas culpable, sino que tu corazón sea movido a acercarte a la Palabra y que tu lectura de esta recupere la motivación que puede faltarte a medida que nos enfrentamos a las ocupaciones de la vida o las complejidades de nuestro ser interior.
La lectura regular de la Biblia es una invitación a pensar bien acerca de Dios. Nuestros pensamientos pueden ser verdaderos o pueden tener la apariencia de verdaderos, lo que resulta en falsedad y también pueden ser explícitamente falsos. Nuestros pensamientos pueden hundirnos en un ciclo rumiativo. La palabra de Dios entonces irrumpe con poder para sacarnos de esos ciclos, llenarnos de la verdad y cambiando nuestra manera de pensar, resultando en una nueva forma de vida (Rom. 12:1-2).
Por tanto, quiero invitarte a que te detengas a pensar en la Palabra de Dios, que es viva y eficaz para cambiar tu vida, perspectiva, afectos y emociones (Heb. 4:12). La palabra tiene el poder de avivar, rectificar, aclarar lo que no es evidente ni siquiera en tiempos de angustia, confusión o aún cuando todo parece estar bien. Recuerda que separados de Cristo nada podemos hacer (Jn. 15:15) y es en Su Palabra donde aprendemos sobre quién es Él.
Poco antes de Su muerte, Jesús enfatizó a Sus discípulos una verdad que hoy necesitamos recordar: «como el Padre me ha amado, así también Yo los he amado; permanezcan en Mi amor. Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto. Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, así como Yo los he amado» (Jn. 15:9-11, NBLA).
Si realmente vemos la Biblia como la Palabra de Dios, ella será nuestra compañera diaria en nuestra mente mientras meditamos, en nuestra boca mientras hablamos con otros y en todo lo que hacemos porque estaremos buscando la gloria de Dios. La Biblia tiene el poder para que realmente seamos transformados a la imagen de Cristo y para que podamos amar a Dios y a los demás como Él no ha amado. Sin Su palabra en nosotros nuestro amor no será purificado, ni será eficaz para encarnar las características del amor bíblico hacia nuestros esposos, hijos, padres, hermanos, conciudadanos, hermanos difíciles de amar, inconversos y enemigos por igual (1 Cor. 13). Es un corazón transformado por la Palabra y sometido a la Palabra que puede realmente hacer estas cosas. Empieza un pasaje a la vez, pero profundiza de tal manera que la Palabra eche raíces profundas en ti. El Espíritu Santo que la inspiró está contigo ahora.
Jeanine Martínez de Urrea es misionera y sirve como directora del Instituto Reforma y diaconisa en la Iglesia Reforma en ciudad de Guatemala, enviada y sostenida por la Iglesia Bautista Internacional (IBI) de su natal República Dominicana. Ejerció por más de 10 años como Ingeniera Civil antes de servir a tiempo completo en misiones. Tiene más de dos décadas en discipulado y enseñanza bíblica. Como misionera transcultural, sirve en enseñanza bíblica, entrenamiento misionero y discipulado en el Sur y Este de Asia, Australia y Latinoamérica. Es apasionada por hacer discípulos de Cristo de todas las naciones, a través del estudio y enseñanza de la Biblia libro por libro. Tiene una Maestría en Estudios Teológicos y Liderazgo Transcultural del Seminario Bautista del Sur (SBTS), y otra Maestría en Ciencias en Ingeniería Sanitaria y Ambiental (INTEC). Ama la iglesia local, la teología bíblica y la teología práctica, así como las buenas conversaciones. Es candidata al DMin en el SBTS. Le gusta cocinar, escuchar música y conocer personas de distintas culturas, apreciando la multiforme gracia de Dios. De vez en cuando, recuerda detenerse y oler las flores. Está felizmente casada con Alex tras 41 años de soltería. Es mamá de corazón de Flor y Mateo.