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[La verdadera labor de una maestra de la Escritura]

Jen Wilkin

Creo que la iglesia necesita con urgencia maestras bien equipadas, que manejen bien la Escritura, con cuidado y diligencia, y que tengan un corazón para la alfabetización bíblica. Es importante que mujeres enseñen a mujeres y que lo hagan con excelencia. Creo que es de gran importancia por tres razones.

Primero, necesitamos el ejemplo de maestras. Cuando una mujer ve a alguien que se parece a ella y suena como ella mientras enseña la Biblia con pasión e inteligencia, empieza a reconocer que ella también puede amar a Dios con su mente, quizás más de lo que había creído necesario o posible.

Segundo, necesitamos la perspectiva de maestras. Una maestra, de manera natural, se inclinará hacia aplicaciones y ejemplos que son accesibles y reconocibles por otras mujeres.

Tercero, necesitamos la autoridad de maestras. Una mujer puede decirle a otra que no continúe tratando a sus hijos o esposo como si fuesen ídolos, de una manera en la que un hombre no podría. Una mujer podría enfrentar a otra en asuntos tales como la vanidad, el orgullo, la sumisión y el contentamiento de una manera en la que un hombre no podría.

Para hacerlo se requiere que nos preparemos con diligencia, que estructuremos con sabiduría y que enseñemos con responsabilidad.

Una preparación minuciosa requiere un compromiso de muchas horas. La cantidad de tiempo que pasas enseñando un estudio es una fracción del tiempo que inviertes en la preparación. Tu tarea es absorber mucha información y luego condensar los elementos más importantes para tus estudiantes.

La maestra no solo organiza la información para que sea accesible, sino que la organiza en la manera como será presentada. La forma que escoges para estructurar tu estudio afecta cuánto material puedes cubrir y cuánto se puede profundizar en el texto. ¿Habrá tareas? ¿Utilizarás el lugar de reunión para orar y discutir o solo para enseñar? La estructura de tu estudio determinará su enfoque.

Escribir un plan de estudio es un trabajo arduo. Si es posible, pide la ayuda de una amiga para que critique y haga aportes a tu trabajo. Pídele que revise las tareas y que te diga cuáles preguntas la ayudaron y cuáles fueron confusas o de escasa contribución. Mi meta con la tarea es que prepare los corazones y las mentes de mis estudiantes para el tiempo de la enseñanza.

Enseñar un pasaje a aquellas que lo han estudiado es más demandante que enseñarlo a quienes no lo han hecho. Mi esperanza es que la tarea desafíe lo suficiente su manera de pensar, al punto de que cuando me escuchen enseñar, no solo acepten lo que yo diga. Saber que ellas pensarán de una manera crítica sobre lo que yo diga me hace responsable de evitar los siete errores comunes en la enseñanza: Saltar de un lado para otro, Feminizar el texto, Hacer extrapolaciones sin fundamento, Depender demasiado del humor y las historias, Complacer las emociones, Sobrecargar la enseñanza, y Pretender ser experta.

Enseñar, igual que otras vocaciones, ciertamente no es fácil, pero, si el Señor te ha hecho así para esa tarea, puedes confiar que Él te proveerá todo lo que necesites.

Un fragmento del libro Mujer de la palabra: Cómo estudiar la Biblia con mente y corazón (B&H Español)

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