Por Jemima Dávila
Casi a medianoche, sentí un dolor intenso que atravesó el lado derecho de mi cadera, era una especie de cólico como aquellos que sufrimos cada mes, la intensidad me llevó a las lágrimas. Miré a mi esposo y le dije, «ni siquiera sé cómo explicarte lo que estoy sintiendo». Dos semanas después, al completar dos exámenes médicos, nos llamaron por teléfono y nos dejaron saber que mi embarazo de cuatro semanas había llegado a su fin. Recuerdo que un frío estremeció mi cuerpo y no pude verbalizar ni una sola palabra. El impacto de saber que mi cuerpo no pudo funcionar como debería despertó en mí la siguiente pregunta «¿y si no llego a tener hijos, en qué clase de mujer me convierto?».
Quiero caminar en este escrito contigo y responder a la pregunta de: «¿qué o quién define lo que significa ser mujer?» Para ser honesta contigo te contaré sobre ciertas dudas o miedos que siempre estuvieron en mí mientras crecía, después hablaremos del problema de vivir en nuestra propia verdad y de lo que significa ser creadas a Su imagen.
Mientras vamos creciendo
La pregunta sobre «¿qué pasa si no logro tener hijos?» no es la primera que me he hecho sobre mi feminidad. Recuerdo el miedo que tenía a los 9 años cada vez que iba al baño en un lugar público o en la escuela, yo revisaba el letrero de la puerta dos veces, no quería que nadie pensara que yo no era una niña solo porque entre en el baño incorrecto. A los 12 años, le pregunté a mi mamá muy preocupada, «¿qué pasa si la menstruación nunca llega, eso quiere decir que no soy mujer?». También recuerdo que a los 18 años tuve una conversación de pasillo con una de mis amigas, le pregunté «¿qué pasa si nunca tengo un novio, significa que hay algo malo conmigo?». Luego, a mis 30 años y soltera recuerdo lo difícil que fue escuchar comentarios como: «el matrimonio es el propósito de Dios para la mujer», «tener hijos debería ser el anhelo de toda mujer» o «la persona indicada llegará, solo debes esperar» o «tal vez debes revisar tus estándares». Mi soltería lejos de lucir como un regalo y un ministerio que podía disfrutar, para muchos se veía como una posición incompleta y en ocasiones inútil.
Yo creo lo que la Biblia dice sobre la belleza del matrimonio, tener hijos y dedicarse al hogar como un ministerio hermoso donde podemos conocer a Dios (Ref. Gén. 2, Ef. 5), pero necesitamos ir a Génesis 1 para definir nuestra feminidad, «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» (Gén. 1:27). Entonces «¿por qué es difícil creer en lo que dice Génesis 1?
El problema de vivir mi verdad
¿Te has preguntado por qué en Génesis 1, Moisés no escribió «una mujer es mujer cuando___»? Y dejo un espacio en blanco para que nosotras vengamos y lo completemos con lo que creamos que es mejor, como: «sea reconocida por otros como mujer», «tenga su primer novio», «se case», «tenga hijos», «tenga una maestría», «sea influyente», «tenga un negocio exitoso». ¿Por qué la definición de ser mujer no puede depender del mundo tangible en el que vivimos o de nuestro rol? Basar la definición de ser mujer en algo cambiante, finito y que está bajo la influencia del pecado sería una locura. Si la definición de ser mujer se dio antes de la caída (Gén. 3), quiere decir que ser un hombre, o ser una mujer no es producto del pecado, o un error en la naturaleza, o un invento social. Sino que ser hombre o ser mujer dependen de la imagen misma de Dios.
Momentos de dolor o confusión, parecidos a la historia que te compartí al principio, nos ayudan a cuestionar las creencias, emociones y decisiones de nuestro corazón. Mi esposo y yo habíamos leído Genesis 1–3 varias veces y en diferentes ocasiones, y aunque sé que Dios me creó, ver cómo mi cuerpo enfrenta enfermedades me crea un hueco en el estómago, y mis emociones salen a relucir en lágrimas. Esto no me debe llevar a cuestionar el carácter de Dios, sino a lamentar bíblicamente los efectos del pecado. Lamentar tanto un cuerpo caído como la lucha que libramos como creyentes al tratar de no vivir en nuestra verdad, sino en Su Verdad.
Los efectos del pecado en el mundo que nos rodea, en las personas y en nosotras mismas, nos han llevado a desear una verdad que no es la Verdad de Dios. Vivimos en una cultura que defiende su propia verdad, aumentando el caos en nuestro corazón y la destrucción de nuestro cuerpo. Todo esto no empezó en New York en 1848 con la primera ola feminista, donde buenas intenciones se transformaron en razones para pecar en contra de otros. Todo empezó en Génesis 3, y al rechazar la Verdad de Dios, nos hicimos necios y oscurecimos nuestro entendimiento (Rom. 1:18-22). Queremos responder en nuestra necedad a preguntas de ¿Quiénes somos? Y ¿qué hacemos en este mundo? Provocando fuertes sentimientos de soledad, frustración, ansiedad, depresión y decidimos aceptar la primera solución que le parezca bien a la sociedad o encontremos aceptable en redes sociales.
Katie McCoy en su libro «Ser mujer» describe que en el pasado muchas mujeres lucharon contra del sistema que las oprimía, pero su corazón respondía una y otra vez a través de su naturaleza caída y perdieron el rumbo.1 Te animo a que leas el libro de McCoy porque en el capítulo 2 expone ocho formas en que los humanos hemos buscado un sentido de identidad. Y mi punto es que, nuestra identidad debe ser evaluada ante la Verdad del Señor. Dios ha provisto las respuestas en la Biblia. Katie McCoy describe lo siguiente,
«La identidad femenina está guiada por lo social, formada por la filosofía, confirmada por las relaciones, arraigada en la biología, y es conferida teológicamente».2
Nuestra feminidad esta conferida teológicamente, dicho en otras palabras, nuestra feminidad depende plenamente del carácter de Dios. Y al leer las Escrituras te darás cuenta de qué cosas creemos que definen nuestra feminidad, pero no lo hacen, por ejemplo:
- No soy mujer por cumplir con el estándar de éxito académico o laboral.
- No soy mujer por tener un novio o un esposo.
- No soy mujer por tener hijos y dedicarme a ellos a tiempo completo,
- No soy mujer por dirigir el grupo de damas de la iglesia.
- No soy mujer porque me siento mujer o porque otros dicen que soy mujer.
Posiblemente encuentres más, y estarás de acuerdo conmigo en que la Verdad, la Biblia, dice que soy mujer porque Dios me creó mujer, y así fue como Su imagen fue plasmada en mí.
A imagen de Dios me creó
Quisiera decirte que nuestra cultura, la gente, nuestra biología y nuestro corazón funcionarán a la perfección al memorizar Génesis 1:27. Pero lo cierto es que no es así. Lamentablemente nuestra sociedad está segada, la gente aún peca y nuestro propio pecado nos hace batallar con la Verdad del Señor, y será así hasta que nuestro Señor regrese.
Pero ¿eso es todo, una vida sin esperanza y sentido alguno? No, no basta con saber que somos creadas a Su imagen, sino que hemos sido salvadas para vivir en fidelidad al Señor. Si Cristo te ha salvado, Él mismo habita en ti (Gál. 2:20). Su gracia nos permite vivir para su gloria (1 Co. 10:31). El enfoque diario es llevar Su imagen, ser de ayuda en cualquier ministerio que el Señor ha provisto, llámese: familia, hijos, trabajo, iglesia, etc., y vivir para Su Reino. Tenemos la responsabilidad no solo de memorizar un verso, sino todos los versos posibles, meditar en las Escrituras, dedicarnos a la oración, buscar amar y servir a los demás, y compartir el evangelio siempre.
Entonces, nada de lo físico te define como mujer, pero todo lo físico debería ser un ministerio para la gloria de Dios y el avance de Su Reino. Lo que somos, mujeres y lo que hacemos, según Dios ha provisto, no es para nuestra propia gloria. Lo que somos, mujeres, y el rol que desempeñamos, según la voluntad de Dios para nosotras hoy, siempre debe tener un enfoque eterno.
Jemima Dávila de Díaz nació en Ecuador, donde completo sus estudios universitarios en Comunicación Social con énfasis en proyectos y diseño. Dios la salvó a sus 24 años. En Texas, ella completo un Certificado en Estudios Teológicos. Posteriormente en Kentucky, completo una Maestría en Divinidad en Consejería Bíblica en Southern Seminary y su certificado como consejera bíblica en la Asociación de Consejeros Bíblicos Certificados (ACBC). Trabaja como coordinadora editorial Lifeway Global (B&H), y medio tiempo como traductora y diseñadora para el Programa Hispano de Southern. Sirve en el ministerio de Consejería Biblia de su iglesia local, Park Baptist Church y como voluntaria para Reaching & Teaching. Está casada con Michael.