Por: Gabriela Puente
¿Qué pasaría si lo que conocieras de Dios dependiera solo de unos pocos pasajes bíblicos malinterpretados por quienes lo enseñan? ¿Qué pasaría si no tuvieras acceso a una Biblia en tu propio idioma y, por lo tanto, no saber lo que ella dice de Dios y la humanidad? Probablemente, al no conocer a Dios terminaría perdida en mi propio pecado, haciendo lo que quiero.
Sin embargo, hoy no vivimos en esa realidad. Podemos sentarnos en el sofá de nuestra casa y abrir las páginas de las Sagradas Escrituras para conocer a nuestro Salvador y amar Su plan divino y específico para cada una de nuestras vidas. Si eres creyente, tan solo piensa cuantos pensamientos en el día encuentran su descanso en la Palabra, respuestas para todo tipo de decisiones y esperanza disponible para todos aquellos que son llamados a creer en Cristo como Señor y Salvador.
Para que llegáramos a esta bondadosa realidad, Dios usó un evento histórico llamado la Reforma protestante. Dios ordenó y orquestó que varios hombres se levantaran en protesta contra los estatutos de la Iglesia católica que representaban un yugo sobre los hombros cansados del pueblo empobrecido. Antes de este evento, la Biblia estaba escrita principalmente en latín, el lenguaje de la clase alta y el clérigo, totalmente inaccesible para el hombre común, quien debía aceptar y satisfacerse con la interpretación de los que tenían el poder.
Desde el inicio de los tiempos, el plan de Dios fue alcanzar a los perdidos a través de Su revelación escrita. Para esto escogió a Abraham, llamó a Isacc, instruyó a Jacob, guió a Moisés y habló por medio de profetas, reyes, apóstoles y finalmente por medio de Cristo (Heb. 1:1). Sin embargo, Dios no solo escogió, sino capacitó a todos ellos para dar a conocer Su Palabra, obedecerla y seguir Su voluntad (2 Tim. 3:17).
La Reforma Protestante es solo uno más de los históricos procesos divinos que Dios hiló minuciosamente con diferentes elementos en el tiempo perfecto para que Su Palabra impacte a una generación y el legado de la verdad sea preservado y compartido a Su pueblo dentro de toda clase social, lengua y nación.
Esta no fue la primera vez que Dios transformó a una generación ignorante por medio del descubrimiento y dispersión de la Palabra. Hace muchos años existió un rey que vivía en una nación próspera y bendecida. Sin embargo, el país decidió apartarse de Dios, adorar a otros ídolos, sacrificar a sus niños, consultar a los muertos, practicar hechicería y sumergirse en una depravación moral que llevó a una corrupción total. Este rey, quien amaba a Dios, subió al poder aproximadamente en el año 640 a. C, a la edad de ocho años y desde su niñez comenzó a buscar al Dios de su padre David (2 Crón.34:3). A los 16 años, Josías, el rey de Judá, comenzó a erradicar la idolatría de la nación mientras buscaba y obedecía vehemente a Dios. La Biblia nos dice que después de limpiar la tierra de la maldad del pueblo, mandó a reparar el templo del Señor que por tantos años había sido profanado (2 Cró. 34:8). Al hacerlo, el sacerdote Hilcías encontró el libro de la Ley del Señor, probablemente Deuteronomio o una parte del Pentateuco y se lo llevó al rey. Cuando Josías escuchó sus palabras se rasgó sus ropas en señal de arrepentimiento, llanto y dolor (2 Rey. 22:11). Entonces, Josías reunió al pueblo para que todos escucharan la Palabra de Dios y eventualmente renovaron su pacto de obediencia a Dios y se arrepintieron de sus pecados (2 Rey. 23:3).
Y así, podemos enumerar varios ejemplos, desde Moisés escribiendo el Pentateuco para reformar a una audiencia que por 400 años fue expuesta a la cultura e influencia de Egipto, hasta Pedro y su predicación en el Pentecostés (Hech. 2) o Pablo y la exposición del evangelio verdadero en la ciudad de Éfeso.
La exposición de la Palabra de Dios no solo trae cambio sino reforma, redefine y transforma, tal como cuando el pueblo se desvió del diseño original que Dios había planificado para ellos. Sin embargo, todo está en Sus manos y Él sigue en el trono incluso en temporadas donde el ser humano se ha apartado y le ha dado la espalda. Un ejemplo claro de la ausencia de la Palabra, que es guía para nuestro camino, lámpara, una espada, martillo y fuego, trae como resultado la corrupción moral que vemos en los Jueces.
Durante la Reforma, Martín Lutero fue como un Josías que buscaba la comunión con Dios mientras veía las injusticias de su reino e hizo algo para impulsar al pueblo al conocimiento de Dios. Al leer la Escritura, el Espíritu Santo abrió los ojos de Lutero y comenzó a mostrarle el engaño que era la venta de las indulgencias y la verdad que la justificación solo se obtiene por medio de la fe en Cristo, por Su gracia para Su gloria y no por obras. Lutero, en un símbolo de protesta contra las enseñanzas de la Iglesia clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg en 1517. Desde ese momento, la Escritura se recalcó como máxima autoridad, incluso superior a la tradición de la iglesia católica o a la autoridad papal. De la misma manera se enfatizó que el clero no era el grupo intermediario entre Dios y los hombres, sino que cada creyente tenía el acceso directo y personal para relacionarse con Su Creador por medio del estudio y meditación de la Palabra.
Dios es un Dios de recursos. Un solo hombre no es la reforma. Si tienes tiempo te animo a que leas la vida de William Tyndale, el traductor de la Biblia al inglés, Juan Calvino, escritor y fundador de la escuela de pastores y teólogos en Ginebra, John Knox, el fundador de la iglesia presbiteriana entre muchos más.
Pero mi querida amiga, en este día, más allá de recordar la historia, quiero que pienses en que la mayor reforma ocurre constantemente en nuestros corazones al ser conformadas a imagen de Cristo mientras somos expuestas a Su Palabra. El mayor evento de la historia de la iglesia no fue las 95 tesis clavadas en la catedral, sino que el Señor de los cielos, Creador del Universo fue clavado en una cruz por nuestros pecados con el fin de cumplir Su promesa de escoger a un pueblo para sí y reformar su corazón para Su gloria y la eternidad (Ezeq. 36:26-28). Así que hoy puedes meditar en cómo Dios ha obrado en la historia para capturar el corazón de aquellos que ama. Y toma un momento para responder las preguntas del inicio:
- ¿Qué pasos prácticos puedes dar para conocer de Dios?
- ¿Tienes una Biblia en tu idioma? ¿A quién le puedes pedir que la lea contigo? Busca a una mujer madura en tu iglesia local y empiecen a leer la Biblia juntas.
Recomendación para la lectora:
- ¿Es razonable creer en Dios?: Convicción, en tiempos de escepticismo. Por: Timothy Keller
- Clásicos de la Fe: Lutero: Las obras de Martín Lutero. Por: Martín Lutero
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- La libertad de olvidarse de uno mismo: El camino al verdadero gozo Cristinano. Por: Timothy Keller
- Una fe lógica: Argumentos razonables para creer en Dios. Por: Timothy Keller
- Panorama del Antiguo Testamento. Por: Paul R. House, Eric Mitchell