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Por: Esther St. John 

«En mis tiempos eso no existía», me decía una mujer a la que llamaremos Doña María. Ella, quien era fiel a la iglesia y creyente desde hace muchos años me contaba cómo las mujeres y madres hispanas «de antes» solían resolver sus problemas con valentía, fortaleza y la ayuda de Dios. Criaban muchos hijos con escasos recursos sin apoyo familiar y muchas veces sin la presencia de una figura paterna en el hogar. Estas mujeres eran consideradas por la cultura «el pilar» de sus familias. No había tiempo para llorar ni lamentarse. Este relato, transmitido de generación en generación, se convirtió en el modelo que muchas madres primerizas procuran imitar hoy. 

Podemos ver que a lo largo de los años este mensaje se ha repetido en labios de abuelas, tías, madrinas e incluso madres, enseñando a las futuras generaciones que mostrar orgullo es sinónimo de fortaleza, mientras que admitir debilidad es motivo de deshonra. Como consecuencia, muchas madres latinas optan por no hablar de su salud emocional y mental, temiendo los prejuicios, las expectativas irreales y una cultura que asocia el dolor con la vergüenza. 

Más allá de la depresión postparto: Trastornos mentales comunes en la comunidad latina 

Aunque la depresión posparto ha ganado cierta visibilidad en los últimos años, hay otras enfermedades mentales que afectan profundamente a las personas latinas, tanto en sus países de origen como en contextos migratorios: 

  • Ansiedad generalizada: marcada por preocupaciones constantes y dificultades para relajarse. 
  • Trastornos de estrés postraumático (TEPT): frecuentes en personas que han vivido violencia doméstica, migración forzada, abuso o experiencias traumáticas. 
  • Depresión crónica: que va más allá del posparto y afecta el ánimo y funcionamiento diario por largos periodos. 
  • Trastornos de pánico: caracterizados por episodios repentinos de miedo intenso, palpitaciones, dificultad para respirar y sensación de pérdida de control. 
  • Trastornos obsesivo-compulsivos (TOC): donde las personas viven atrapadas en pensamientos repetitivos y conductas compulsivas. 

Muchas de estas luchas permanecen en silencio debido al temor al rechazo social y a una cultura que ha normalizado el sufrimiento. Según estudios como el de Medicina Familiar y Salud de la Comunidad (FAMED) en Houston, Texas (2021), las mujeres latinas migrantes confirmaron sentir la presión de ser «el pilar» de la familia, callando sus dolencias por miedo a afectar a sus hijos, tensar sus matrimonios o ser etiquetadas como «malas madres» o «débiles».1 

La salud mental a la luz del cristianismo cultural 

Así como Doña María, muchas creyentes han aprendido a separar distintas áreas de su vida del evangelio, decidiendo en qué aspectos aplicarlo y en cuáles dejar que la cultura determine las reglas. Esto ocurre cuando atribuimos las presiones culturales a Dios mismo, creyendo que las expectativas irreales de autosuficiencia y fortaleza provienen de Su voz. 

Algunas mujeres incluso piensan que Dios está decepcionado por su fragilidad emocional, temen ser castigadas y no se atreven a buscar ayuda. Creen que deben resolver sus problemas antes de acercarse a Dios para demostrarle que son dignas de ser llamadas «el pilar» de sus hogares. 

Pero en realidad, muchas veces no se lucha por el bienestar de la familia, sino por mantener intacta la reputación. Y se anima a otras a seguir ese mismo patrón. Este cristianismo cultural ha distorsionado la imagen de Dios, alejando a las personas de Su verdadero carácter misericordioso. 

La salud mental a la luz del evangelio 

El evangelio, sin embargo, enseña todo lo contrario. Reconoce que el sufrimiento emocional forma parte de la condición caída del ser humano (Gén. 3:16) y no es señal de debilidad espiritual. 

Dios no espera que carguemos solas nuestras angustias. La Biblia nos anima repetidas veces a llevar nuestras preocupaciones a Él: 

  • Mateo 11:28: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso». 
  • 1 Pedro 5:7: «Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes». 
  • Salmo 34:18: «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu». 

La tristeza, la ansiedad y el dolor emocional no son pecado en sí mismos, sino parte de la fragilidad humana en un mundo caído. Incluso Jesús experimentó angustia y tristeza profunda en Getsemaní (Mat. 26:38), mostrándonos que no es deshonroso admitir nuestro sufrimiento. 

Dios se compadece de los que luchan con enfermedades mentales. Su amor y gracia no dependen de nuestro desempeño ni de nuestra capacidad para mantenernos fuertes. En Isaías 41:10 leemos: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia». El evangelio no solo ofrece salvación eterna, sino también consuelo presente, recordándonos que Jesús llevó sobre sí nuestras cargas y nos invita a acercarnos a Él con confianza. 

Conclusión 

Queridas hermanas y hermanos, no fuimos llamados a ser los pilares que cargan con el peso de nuestras familias ni de nuestras vidas. Fuimos llamados a depositar nuestras cargas en Cristo y descansar en Su fidelidad. El evangelio nos da la libertad de reconocer nuestra debilidad y buscar ayuda, tanto espiritual como profesional, sin temor ni vergüenza.  

El Señor nos anima a no sufrir en aislamiento ni en silencio. En Gálatas 6:2 se nos invita a llevar las cargas los unos de los otros, y así cumplir la ley de Cristo. Hermanos y hermanas, la idea de no querer ser una carga para los demás es una estrategia que el enemigo utiliza para fomentar la autosuficiencia y, en consecuencia, alimentar el orgullo en nuestro corazón. No nos dejemos engañar. Pidamos a Dios la humildad necesaria para levantar el teléfono, llamar a nuestros líderes de la iglesia y solicitar oración y apoyo. De esta manera cumplimos la ley de Dios. 

Para las iglesias que desean amar y servir a personas con este tipo de problemática, la Palabra de Dios nos da dirección. En Santiago 5:13 se nos dice que si alguien está afligido entre nosotros, debemos orar por él. Asimismo, en 1 Corintios 12:26 leemos: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”. Hermanos, no tengamos temor de ofrecer ayuda a quienes sufren en su corazón. Muchas veces nos sentimos intimidados por las etiquetas que las personas puedan llevar consigo, pero Dios nos llama a ser fieles y a mostrar amor y compasión hacia cada una de ellas, sin importar esas etiquetas. Hoy en día, muchas organizaciones ofrecen entrenamiento en consejería bíblica para que la iglesia pueda cumplir con el llamado de cuidar como Cristo lo hace. 

La depresión posparto, la ansiedad, los ataques de pánico y otras enfermedades mentales son reales y Dios no se escandaliza ni se decepciona de quienes las padecen. Él extiende Sus brazos de compasión y nos llama a acudir a Él. Salmo 55:22 nos anima a lo siguiente: «Echa sobre el Señor tu carga, y él te sostendrá; no dejará para siempre caído al justo». 

En Cristo, encontramos reposo para el alma y gracia para los días oscuros. 

Recomendación para la lectora: 

  • El evangelio para vidas desordenadas: Una introducción a la consejería bíblica cristocéntrica. Por: Robert D. Jones 
  • Libre de vergüenza – Estudio bíblico con videos para mujeres: Luchando contra la vergüenza con la Palabra de Dios. Por: Scarlet Hiltibidal 

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