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Por Karla de Fernández

Cuando estamos entre creyentes y hablamos de ovejas, la gran mayoría entiende que nos referimos a personas que son parte del pueblo de Dios, los hijos de Dios, pecadores redimidos por la sangre de Jesús. Cristo mismo nos llama ovejas al decir: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10:27, RVR60). Somos ovejas que siguen al buen pastor, Jesús.  

Seguir a Cristo mientras estemos en esta tierra es más sencillo cuando lo hacemos en compañía de la iglesia que Él mismo edificó. Somos millones de ovejas que pertenecen a un mismo rebaño. De hecho, Dios destinó que muchos nos conociéramos para caminar juntos y acompañarnos mientras crecemos en el conocimiento de Cristo en esta carrera llamada vida. 

Sabiendo que somos ovejas que pertenecen a un rebaño, ¿cómo es que podemos ser mejores ovejas en el contexto de iglesia? Podríamos compartir una lista exhaustiva acerca de cómo luce una buena oveja en la iglesia de acuerdo con las ideas preconcebidas que tenemos, o bien, de acuerdo con lo que conocemos en nuestro contexto inmediato de iglesia. Sin embargo, conforme vamos creciendo en sabiduría y nos vamos pareciendo más a Cristo, más lo reflejaremos a Él quien siempre será el mejor ejemplo al que podemos mirar y buscar alcanzar; incluso como oveja, es decir, como hijos de Dios. Nuestro carácter perfeccionado en Él, nos llevará a reflejar el evangelio que hemos creído y, por ende, seremos buenas ovejas donde quiera que estemos en misión

¿Cómo luce una oveja? 

Una oveja pertenece a un rebaño, una familia 

Es un regalo del cielo el pertenecer a una familia tan inmensa. Una familia que fue planeada por Dios y que refleja Su paternidad, pero también la unión entre unos y otros para reflejar Su gloria. Es probable que muchas de nosotras no tengamos un buen concepto de familia por lo que hayamos vivido en nuestros hogares, no obstante, la familia que Dios estableció en un inicio funcionaba de manera perfecta. Fue por causa del pecado que todo se distorsionó en los seres humanos y con todo lo que tenga que ver con ellos. 

Nosotras aún batallamos con la naturaleza pecaminosa que habita en nuestro interior, pero ahora, gracias a Cristo y Su sacrificio, hemos sido redimidas, transformadas y, aunque no reflejamos a la perfección lo que debería haber sido desde un principio, sí —con ayuda del Espíritu Santo— hay destellos de esa transformación que Dios está haciendo en nosotras y será evidente en la forma en la que hacemos familia, con la familia de Dios.  

Pues, así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros (Rom. 12:4-5, LBLA). 

¿Cómo se ve esto en la práctica? Reconoceremos que todos somos miembros los unos de los otros y, que, aunque en el mundo se nos dice que nadie es indispensable para nadie ni para alguna organización, en la familia de Dios todos somos indispensables. Todos nos necesitamos. Todos juntos formamos una familia, o como dice la Palabra de Dios: todos juntos somos un cuerpo. No hay ovejas que caminen solas y sobrevivan. Todas necesitan un rebaño que esté guiado por el buen pastor. 

Una oveja se alimenta y camina con otras 

Vivan en paz los unos con los otros. Les exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos. Miren que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino que procuren siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos (1 Tes. 5:13b-15, NBLA). 

Esto es más sencillo cuando reconocemos que entre los hijos de Dios, es decir, entre hermanos de la misma familia, está Cristo. Cuando hemos entendido el evangelio y nos sabemos parte de una familia que camina junta en esta tierra —solo por gracia y por un amor que nos unió—, pero que también habitará junta por la eternidad, entonces buscaremos el bien de todos. No por lo que podamos recibir de ellos o por lo bien que se portan con nosotros, sino porque todos somos valiosos, todos tenemos la imagen de Dios plasmada en cada uno de nosotros. 

¿Cómo se ve esto en la práctica? No olvidándonos de los ociosos, recordándoles la mayordomía. A los de poco ánimo les recordaremos el evangelio y su identidad en Cristo. Sostendremos a los débiles, a los que llevan mucho tiempo caminando solos, a los que necesitan saberse amados, a los que están desanimados… Seremos pacientes todos con todos porque todos estamos en un proceso continuo y en diferentes etapas y épocas de nuestras vidas. Mostraremos la paciencia que sabemos que Dios ha tenido con nosotras, todo el tiempo. 

Una oveja glorifica a Dios en todo 

El pastor y teólogo R.C. Sproul enseñó que debemos vivir Coram Deo, es decir: Delante de Dios, bajo la autoridad de Dios y para la gloria de Dios. Pero muchísimos años antes el pastor, teólogo y apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo también nos dejó escrito: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1Cor. 10:31, NBLA). Todo cuanto hagamos debe glorificar a Dios; eso incluye lo que hacemos como ovejas. 

¿Cómo se ve esto en la práctica? Todas nosotras deberíamos estar conscientes de que pertenecemos a una familia de pecadores redimidos, que caminamos con otras ovejas que también son parte de un mismo rebaño y que todas estamos siendo perfeccionadas a la imagen de Cristo, un día a la vez.  

Somos parte de una familia, de un rebaño, y el buen pastor cuida de nosotras, pero también nos deja escuchar Su voz, nos guía a Él. Nos muestra cómo debemos vivir reflejándolo a Él y el evangelio que hemos creído en cada etapa de nuestra vida. Cuando vivimos de acuerdo a lo que hemos aprendido y entendido de Él, como ovejas, estaremos glorificando a Dios y, el mundo que nos observa podrá ver al pastor que cuida de Sus ovejas reflejado en nosotras y en las buenas obras en las cuales andamos (Ver Efesios 2:10).  

Al final, como ovejas, podremos decir como el apóstol Pablo dijo a los corintios:  

Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo: «De las tinieblas resplandecerá la luz», es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo (2Cor. 4:5-6, NBLA). 

Quiera Dios usarnos todos los días mientras recordamos que somos miembros de Su cuerpo, ovejas de Su rebaño, mientras estemos en este lado de la eternidad. Quiera Dios ayudarnos a vivir juntos en armonía para ser luz a aquellos que siguen en la oscuridad. Dios nos ayude.

Karla de Fernández nacida en México, es hija y sierva de Dios por gracia, esposa y madre como privilegio. Tiene su blog desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios. Es la coordinadora de Iniciativas para mujeres Soldados de Jesucristo y dirige el podcast “Mujeres en Su Palabra.” Es la autora del libro “Hogar bajo Su gracia.” Puedes seguirla en BlogFacebook y Twitter.

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