Por Wendy Bello
¿Alguna vez has estado contando los días esperando que algo suceda? Me imagino que sí. Lo hacemos desde niños. Mi mamá me recordaba cómo yo hacía un conteo regresivo hasta que llegaba el día tan esperado de nuestras vacaciones anuales en una hermosa playa del país donde nací. Y claro, también recuerdo la emoción de contar los días antes de la celebración nupcial que unió mi vida con la de mi esposo. Después llegó el momento de aguardar, contando días también, la llegada de cada uno de nuestros hijos.
Ese escenario se repite de diversas maneras en nuestras vidas; a veces en circunstancias agradables y en otras, no tanto. Hay una temporada en la que los cristianos también hacemos un conteo regresivo. ¿A qué me refiero? Al Adviento. Adviento viene del latín adventus, que significa llegada o venida y comienza a celebrarse el último domingo de noviembre. Se extiende hasta el 25 de diciembre porque es la fecha en que tradicionalmente celebramos esa primera venida de Cristo, la Navidad. Pero el adviento también implica un enfoque en la segunda venida de Cristo, la que todavía estamos aguardando. Así que es una temporada de celebrar y también de anticipar con expectación.
Aunque el adviento tradicional incluye algunas prácticas que varían según la denominación y la liturgia, hay algo que todos podemos celebrar: Cristo. Adviento es una temporada para enfocar nuestras mentes en el mayor de todos los milagros: Dios con nosotros. A veces se nos hace demasiado familiar y olvidamos que el Dios eterno, infinito, inmutable, ilimitado bajó para compartir con lo efímero, lo cambiante, lo limitado.
Cristo se hizo hombre para cumplir con el plan de Dios para la humanidad (Heb. 2:5-9), para llevarnos a la gloria (Heb. 2:10-13), para que fuera nuestro ejemplo (1 Jn. 2:6), para interceder por nosotros como Sumo Sacerdote (Heb. 2:17), para ser el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Él asumió toda nuestra humanidad, pero sin pecado (1Ped. 2:22). Como humano experimentó emociones como las que tenemos los humanos. Sintió angustia y aflicción (Mar. 14:33), enojo (Mar. 3:5), tristeza (Luc. 19:45). En su humanidad tuvo hambre y sed (Mat. 4:2, 21:18; Luc. 24:41; Juan 4:7) y sintió los efectos del cansancio (Juan 4:6). Jesús tuvo una mente humana, como la nuestra (Mar. 13:32). Como nosotros, fue tentado, pero sin pecado (Heb. 4:15). Dios lo envió al mundo como un hombre y vivió en una familia tan humana como cualquier otra (Luc. 4:22; Mat. 13:55; Luc. 2:52).
No sé si te has detenido a pensar alguna vez en eso, pero a mí me deja sin palabras. Dios dejó todo para convertirse en Dios con nosotros. Adviento es disponernos a celebrar la esperanza y la llegada de Jesucristo. Es la oportunidad para reflexionar por varios días alrededor de la reconciliación del ser humano con Dios que Él hizo posible. El Adviento conmemora la venida del Salvador que cambió la historia y nos enfoca en aguardar con expectación la nueva era que vendrá con la llegada del Rey.
Sin embargo, a veces la tentación durante esos días es enfocarnos en todo lo demás: el ajetreo, las compras, los compromisos. Hasta cierto punto se convierte en una fecha estresante y Cristo «se nos pierde» entre tantas otras cosas. Por eso hoy quiero invitarte a celebrar el Adviento, aunque te suene raro, aunque tal vez no lo hayas hecho antes y no sepas por dónde comenzar. ¿Qué te estoy proponiendo? Un tiempo de Navidad que gire alrededor de su verdadero motivo: el Salvador que vino y que vendrá. ¿Cómo lo hacemos? Pues hay muchas maneras. Puedes, por ejemplo, escoger un plan de lectura de la Biblia con pasajes enfocados en este tema. A veces nos ayuda no solo leerlos, sino copiarlos en una libreta porque así podemos meditar más y mejor en la Palabra. Otra idea es leer un libro devocional o de lecturas diarias que esté centrado en este tema. Todo esto puede realizarse en familia y, en dependencia de la edad de los hijos, hacer otro tipo de actividades. Si son más pequeños, debes pensar en lecturas adecuadas a la edad, dibujos, manualidades, etc.
El punto es que hagamos de este tiempo algo especial porque el Dios encarnado dejó Su trono, vino a morir para darnos vida, vino a nosotros para traer salvación. ¡Ahora estamos anticipando cuando por fin regrese a establecer Su Reino y podamos habitar para siempre con Él! ¡Tenemos que celebrarlo!
Wendy Bello es de origen cubano, pero radica en los Estados Unidos. Es una activa conferencista y maestra de la Biblia; autora de varios libros, entre ellos, Más allá de mi lista de oración, Digno, Un corazón nuevo y Una mujer sabia. Colabora en el ministerio de mujeres de su iglesia local y también con otros ministerios como Lifeway Mujeres, Coalición por el Evangelio y Aviva Nuestros Corazones. Wendy está casada con Abel y tienen dos hijos. Ella cuenta con una Maestría en Estudios Teológicos de Southern Baptist Theological Seminary. Puedes encontrarla en wendybello.com