Skip to main content

Por Liliana González de Benítez 

Algunos estudios del cerebro han demostrado que en un día normal los seres humanos tomamos alrededor de treinta y cinco mil decisiones, pero sólo somos conscientes del uno por ciento. La mayoría de nuestras decisiones las tomamos de manera automática, basándonos en la información que hemos almacenado en la memoria durante el transcurso de nuestras vidas. ¡Esto es abrumador! Piensa en todas las palabras que salen de tu boca y en todas las acciones que realizas en un solo día de manera irreflexiva. Con razón, el Diseñador de nuestros cerebros nos manda a orar por entendimiento y a buscar la sabiduría como si buscáramos un tesoro escondido (Prov. 2:4). ¡Sin la sabiduría de Dios estamos perdidas!    

Vivimos en un mundo putrefacto. Y para nuestra vergüenza, la mayoría de las decisiones que tomamos, sin siquiera darnos cuenta, están influenciadas por los valores, estereotipos y creencias de nuestra sociedad corrupta. La ropa que vestimos, las películas que vemos, la forma en que gastamos el dinero, la manera cómo nos relacionamos con los demás son decisiones tan cotidianas que nunca nos detenemos a considerar si con ellas estamos deshonrando el nombre del Señor (Lev. 21:6).  

Esto no debe ser así. Las mujeres que amamos y seguimos a Jesús hemos sido llamadas a apartarnos del mundo. Pues, aunque estamos «en» el mundo no somos «del» mundo. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Santiago, el hermano de nuestro Señor, declaró: «¿No saben ustedes que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Sant. 4:4).  

Pero ¿cómo podemos estar «en» el mundo sin ser «del» mundo? ¿Acaso Santiago se refiere a que nos mudemos a una zona desértica sin contacto con la civilización? De ninguna manera. Más bien, es todo lo contrario. Debemos vivir, estudiar, trabajar y transformar este mundo a través del poder de Dios y de Su glorioso evangelio que nos salva y santifica. Y para no imitar las conductas ni las costumbres de los incrédulos, debemos dejar que Dios nos cambie la manera de pensar (Rom. 12:2).   

Cristo es la sabiduría celestial  

En su carta, Santiago presenta dos tipos de sabiduría. Una que viene de arriba, y otra que es terrenal. Cada vez que tomamos una decisión por mínima que esta sea, estamos cediendo a una de estas dos sabidurías. 

La sabiduría que desciende de lo alto no es algo; es alguien: «Cristo es la sabiduría de Dios» (1 Cor. 1:24). En Él «están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col. 2:3). Él es el Hijo unigénito de Dios que bajó del cielo a morir por nuestros pecados. Y por medio de Su vida, muerte y resurrección, Dios ha hecho posible que Su sabiduría nos alcance. 

«La sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía» (Sant. 3:17). Todos los que anhelan, buscan y confían en la sabiduría de Dios han sido iluminados por la luz del evangelio y sus corazones han sido regenerados por el poder del Espíritu Santo. 

Las personas que están en su estado natural no anhelan ni buscan la sabiduría celestial, porque sus sentidos están entenebrecidos. Ellas buscan sus propios beneficios y se autodestruyen con «celos amargos y ambición personal». Su «sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica» (Sant. 3:14;15).  

Por lo tanto, lo más sensato que podemos hacer antes de tomar nuestras treinta y cinco mil decisiones diarias es detenernos por unos segundos y preguntarnos: ¿confiaré en la sabiduría terrenal o confiaré en la sabiduría de Dios?   

Como vivimos en un mundo gobernado por la sabiduría terrenal, natural y diabólica, los cristianos mantenemos una lucha con nuestros instintos para no ceder a su influencia. Puede que en muchas ocasiones creamos que nos conviene hacer las cosas siguiendo los antivalores del mundo, pero lo cierto es que cuando hacemos las cosas a la manara de Dios demostramos que somos Sus hijas y que lo amamos con todo nuestro corazón.  

Ahora bien, necesitamos estar prevenidas, porque mientras tengamos los pies sobre la tierra seremos tentadas una y otra vez a ceder a la influencia del mundo. Por eso, Santiago nos exhorta a orar por sabiduría: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche» (Sant.1:5).  

La Biblia es una mina de sabiduría. Cada vez que abras tu Biblia pide a Dios que ilumine tus ojos para que puedas ver las maravillas de Su ley. Cuando meditamos, oramos y ponemos en práctica la Palabra de Dios nos convertimos en mujeres sabias.  

Siete beneficios de confiar en la sabiduría de Dios 

La sabiduría de Dios nos hace vivir en temor reverente: «He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia» (Job: 28:28). 

La sabiduría de Dios nos conduce a la verdadera felicidad: «¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en Su ley medita de día y de noche!» (Sal. 1:1-2). 

La sabiduría de Dios nos protege del mal: «Para librarte de la senda del mal, del hombre que habla cosas perversas» (Prov. 2:12). 

La sabiduría de Dios nos colma de buena salud: «No seas sabio a tus propios ojos; teme al Señor y apártate del mal. Será medicina para tu cuerpo y alivio para tus huesos» (Prov. Proverbios 3:7-8). 

La sabiduría de Dios nos ayuda a edificar nuestros hogares: «La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba» (Prov. 14:1). 

La sabiduría de Dios nos transforma a la imagen de Cristo: «Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Rom. 12:2). 

La sabiduría de Dios nos otorga vida eterna: «Porque el que me halla, halla la vida y alcanza el favor del Señor» (Prov. 8:35). 

Como puedes ver, la sabiduría de Dios es infinitamente profunda. Quiero animarte a que camines en esta sabiduría para que te vaya bien. Con el propósito de ayudarte con esta tarea, la Editorial B&H Español ha creado un precioso devocional titulado: «Un año en Sus caminos». Contiene 365 meditaciones para crecer en la sabiduría bíblica. Lo mejor de este recurso es que cada lectura te guía a meditar, orar y aplicar el conocimiento de Dios en tu vida diaria.  

El devocional está organizado para que comiences el 1 de enero con el libro de Génesis y una invitación a la meditación. El 2 de enero con el Salmo 1 y una invitación a la oración. Y el 3 de enero con el evangelio de Mateo y una invitación a la práctica. Así sucesivamente, hasta concluir en el mes de diciembre con el libro de Apocalipsis. ¿¡No te parece magnífico!? 

Es mi oración que el Señor use estás meditaciones para hacernos mujeres sabias.


Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close