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Por Verónica Rodas

Es una locura pensar que Jesús, siendo Dios, tuvo que pasar por la cruz. Cuando entiendes quien es Él, es cuando empiezas a maravillarte de la cruz y de todo lo que Él vivió ahí. Me gustaría darte algunas citas bíblicas que puedan poner a Jesús en el lugar correcto en tu mente y corazón:

Juan 10:30: «Yo y el Padre uno somos».
Filipenses 2:5-6: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse».
Colosenses 2:9: «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad».

Vemos claramente que Jesús no era un simple hombre ni un profeta más … era Dios en la tierra y eso hace de Su precioso sacrificio algo incomparable. Ahora, vamos a centrarnos en, al menos algunos aspectos, de lo que significó para Jesús estar en la cruz:

1. No cometió pecado, pero se sacrificó por el pecado.
En Juan 1:29 vemos: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Él fue el sacrificio perfecto, sin Él no teníamos esperanza en absoluto y Él, no tenía la obligación de entregar Su propia vida por nadie. Él no tuvo mancha jamás, era el tesoro de los cielos y se ofreció voluntariamente por nosotros. ¿Cómo no maravillarnos de la cruz?

2. Su sufrimiento físico y emocional.
Pasó por el peor castigo de la época para los delincuentes; fue azotado, golpeado, escupido, le pusieron una corona de espinas, le traspasaron con clavos, sufrió un dolor físico extremo. En Isaias 53:5 dice: «Mas él, herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él». Él sufrió y soportó y ni siquiera abrió Su boca: «Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca» (Isa. 53:7).

3. Humildad y obediencia.
Vemos claramente el carácter de Jesús, Su actitud al someterse a la voluntad de Su Padre y pasar por la cruz. Esto debe maravillarnos y revolucionar nuestra vida y manera de vivir: «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil. 2:8). No podemos ver lo que hizo sin dejar de ver quién era Él y no podemos más que caer rendidas ante semejante belleza en esa cruz.

4. La carga emocional y espiritual.
Su corazón estuvo lleno de compasión y dolor por la humanidad, demostrando así Su amor incondicional. Jesús luchó hasta Su último aliento e incluso Sus últimas palabras:«Consumado es» (Juan 19:30), nos dejan ver otra vez Su corazón decidido a darse completamente y cumplir Su misión hasta el final para salvarnos. En Mateo 27:46 vemos la angustia y dolor que experimentó: «Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?».

5. Se despojó de Su gloria.
Filipenses 2:7 nos dice: «sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo». En la cruz vemos lo maravilloso de la humildad suprema de Jesús, «tomó forma de siervo» por amor. La cruz es el testimonio máximo de Su renuncia y amor, el poner nuestras necesidades por encima de Su propia gloria. «Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico» (2 Cor. 8:9). El Dios que «todo lo llena en todo» (Ef. 1:23), se hizo siervo de todos.

6. Paciencia y comprensión.
No mencionó palabras de venganza o condena, sino que se preocupó por los que lo estaban crucificando. Su actitud de perdón y misericordia es realmente destacable y maravillosa. Él decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Luc. 23:34).

Que al profundizar en estos puntos podamos tener una correcta comprensión de Jesús y las maravillas de la cruz. Que nuestra admiración por Cristo cada día aumente. Nunca dejes de maravillarte en la cruz, no dejes de mirar, contemplar, enamorarte e imitar a tu salvador y que Él sea quien impulse tu vida en Su servicio. Vive en respuesta a Su amor inmenso.

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