Por: Paty Namnún
Una de las cosas más difíciles en medio de nuestros anhelos insatisfechos es la confianza en el Señor. Se nos hace difícil, porque muchas veces pensamos que si confiamos en el Señor no vamos a llegar a tener eso que deseamos. Puede ser que nos cuesta confiar porque no estamos tan seguras de que Dios está en total control de nuestras vidas y a veces no creemos completamente que Él quiere nuestro bien. Tal vez, no confiamos porque pensamos que sabemos mejor que Dios y que si hacemos nuestros planes será lo mejor para nuestras vidas. O puede ser que dentro de nosotras creemos que hay otros lugares donde nuestra confianza puede estar más segura.
Pero, gracias a Dios y su gracia sobre nuestras vidas, Él usa momentos específicos para enseñarnos que no hay otro lugar para nuestra confianza. A veces hay momentos en que todo aquello en lo que habíamos depositado nuestra confianza se derrumba y no nos queda más que correr a Él. Bendito sea el Señor por esos momentos que nos llevan a darnos cuenta de la realidad de nuestro corazón y de nuestra profunda necesidad de confiar solo en Él.
Más que sentimientos, una decisión
Hay algo particular con la confianza en el Señor y de gran importancia, y es que entendamos que el poner nuestra confianza en Él no es un asunto de sentimientos sino una decisión en fe que tomamos a pesar de nuestros sentimientos. En ocasiones sucede que en lugar de decidir en fe dejamos que nuestros sentimientos sean los que gobiernen nuestro corazón.
Sentimos que Dios no nos ama, entonces le creemos a nuestros sentimientos por encima de Su Palabra que nos dice que no hay nada ni nadie que nos pueda separar de Su amor (Rom. 8:38-39). Ponemos nuestra confianza en lo que entendemos que es mejor para nuestras vidas porque no le creemos a Él cuando nos dice que Sus planes para nosotras son de bondad (Sal. 31:19). Sentimos que Dios nos ha olvidado, entonces creemos que no valdría la pena poner nuestra confianza en un Dios que según nuestros sentimientos no nos tiene presentes, a pesar de que Su Palabra nos enseña Dios tiene el cuidado de las aves y cuanto más de nosotros si valemos mucho más que ellas (Mat 6:26-33).
Tengamos cuidado con dejar que los sentimientos gobiernen. Dejamos que nuestro corazón tome el rumbo que quiera. Dejamos que aquello que ve nuestros ojos sea lo que defina el lugar de nuestra confianza, pero nuestro corazón es engañoso y nuestros ojos no están viendo por encima del sol. Proverbios 3:5 nos dice, «Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento». Nuestro entendimiento no es confiable, apoyarnos en eso es como recostarnos en una mesa que no tiene una pata y pensar que estaremos firmes y seguras. Nuestros sentimientos y circunstancias no son voces seguras de las que podemos fiarnos. De un momento a otro cambian, de un momento a otro se contradicen, pero Dios no es así. Él es el mismo ayer,
hoy y siempre. Él no cambia, las circunstancias no pueden moverlo, nadie cambia sus designios, nada ni nadie afecta Su carácter, solo Él es nuestro lugar seguro y podemos confiar.
Ahora, confiar en Dios no significa que mi problema va a desaparecer o que mi anhelo será satisfecho porque confié en Él, pero sí significa que rindo mi corazón al Dios que es soberano, bueno y que sabe mejor. Confiar en el Señor no me pone en una posición en la que puedo demandarle que me conceda lo que anhelo porque he confiado en Él. Pero sí me pone en una posición en la que mi alma puede estar en paz porque sé que no hay nadie mejor que Él para gobernar mi vida.
Confiar no significa que el dolor desaparecerá, pero sí que podemos aprender a descansar en Aquel que entiende mi dolor, se duele conmigo y me brinda Su consuelo. Confiar en el Señor no implicará que de repente entendemos por completo todo lo que está ocurriendo en nuestras vidas, pero sí descansamos en la certeza de que nuestras vidas no están en el aire sino en las manos de nuestro fiel Redentor.
Que el Señor nos ayude a poner nuestros anhelos a sus pies y que nuestro corazón confíe en Aquel que no retuvo ni aun Su propia vida, sino que la entregó para la gloria de Dios y amor a Su pueblo, es decir nosotras.
«Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» Romanos 8:31-32.
Patricia Namnún, nacida en la República Dominicana, es la coordinadora de iniciativas para mujeres en Coalición para el Evangelio. Es autora de los estudios bíblicos “Luz en las Tinieblas,” “Completas en Él” y “Una fe viva.”, “Los hermanos que soñaban con ser grandes”. Está casada con su esposo Jairo Namnún con quien tienen 3 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.