Por: Paty Namnún
Las experiencias de sufrimiento en nuestras vidas no se hacen esperar. Hay momentos en los que el dolor experimentado es tan grande que lo único que sale de nuestros labios es un clamor de desesperación que le pregunta al Señor «hasta cuándo».
En el Salmo 13 David inicia con esta misma pregunta, y no necesariamente está esperando una respuesta, sino que se presenta como una expresión del sentir de su corazón que expresa que ya no puede más, que lo que está experimentando parece ser insoportable. No sabemos con exactitud cuáles eran las circunstancias que estaban llevando a David a sentir tal desesperación, pero sin lugar a duda los primeros versos de este Salmo reflejan un corazón en aflicción.
Ahora, David no se queda con tan solo esta pregunta, él también le dice al Señor, «¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?» (v.1). Una de las tentaciones que podemos experimentar en medio del dolor y las circunstancias difíciles es llegar a creer que la razón por la que estamos sufriendo es porque Dios nos ha olvidado y ha escondido Su rostro de nosotras. Ahora, ¿acaso Dios se olvida o ignora a los suyos? Mira lo que Él mismo nos dice en Su Palabra,
«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.»,
Isaías 49:15-16.
Dios no se olvida de los suyos. Si Dios fuera capaz de olvidar a Su pueblo eso implicaría que Su esencia misma cambio. Lo mismo que es imposible porque Dios no cambia, y el prometido preservar a Su pueblo. La realidad es que el amor de Dios hacia nosotras, quienes somos Sus hijas, es un amor eterno que no cambia porque Dios no cambia. El amor del Señor no depende del recipiente de ese amor sino de Su carácter. El amor del Señor hacia nosotros es un amor incondicional, un amor que busca el bien del otro, un amor con un compromiso total. Jesús nos amó y lo hizo hasta el fin, entregando todo.
En medio de nuestros anhelos insatisfechos necesitamos recordar que el hecho de que Dios no nos conceda aquello que anhelamos no se traduce en rechazo u olvido. Dios expresa Su amor cuando extiende Su mano para darnos lo que deseamos y cuando dice no. Dios expresa Su amor cuando nuestras vidas están llenas de alegrías y cuando nuestros anhelos más grandes no son satisfechos. Dios es amor y ha provisto todo lo que necesitamos para glorificar Su nombre y para el avance de Su reino.
Al igual que nuestras emociones nos atrapan, David estaba cuestionando si Dios lo había olvidado, pero no solo eso, sino que trae verdad a su corazón. El Salmo 13 nos deja ver que David no se quedó hundido en sus propias ideas y sentimientos, sino que dice, «Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación.» (v.5).
A pesar de que las circunstancias no cambiaban, David decide recordar la verdad y confiar en la misericordia de Dios. Si al igual que David, te estás enfrentado sentimiento de que Dios te ha olvidado y de que ha volteado Su rostro de ti, quiero animarte a expresar esto en oración y traer verdad a tu corazón. No permitas que tus sentimientos o tus experiencias definan lo que vas a creer. Decide creerle a Aquel que te amó tanto que dio Su propia vida. Decide creerle al que con amor eterno te ha amado y a quien estás unida por siempre. Decide confiar y descansar en Él y Su amor.
Patricia Namnún, nacida en la República Dominicana, es la coordinadora de iniciativas para mujeres en Coalición para el Evangelio. Es autora de los estudios bíblicos “Luz en las Tinieblas,” “Completas en Él” y “Una fe viva.”, “Los hermanos que soñaban con ser grandes”. Está casada con su esposo Jairo Namnún con quien tienen 3 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.