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Cathy Scheraldi de Núñez

«El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la
sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza
mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré»
(SAL. 91 :1‑2).

En estos dos primeros versículos del salmo encontramos cuatro nombres diferentes dados a Dios. El primero es el «Altísimo» o «Elyon» en hebreo. Esta palabra se refiere al monarca supremo, aquel que está por encima de todo; implica majestad, preeminencia y soberanía. Es el rey que reina sobre todos los otros reyes; por supuesto, el único rey que puede reinar sobre todo es Jesucristo. Esto trae a mi mente Apocalipsis 19:16, donde describe a Jesús en Su retorno: «Y en su manto y en su muslo tiene un nombre escrito: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES». Este es el mismo nombre utilizado en Génesis 14:18, refiriéndose a Melquisedec, rey de Salem, el sacerdote del Dios Altísimo. Y cuando leemos en Hebreos 7:2‑3 observamos la relación con Cristo; él era «rey de paz, sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad». El Salmo 110:4 también hace referencia a Cristo: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». ¿Cuáles son las similitudes entre ellos? En primer lugar, Melquisedec y Jesús fueron sacerdotes, pero no del linaje de los levitas. Además, él era rey de Salem, que significa «paz» y Jesús es el Príncipe de paz que un día restaurará la paz en la tierra. Por último, el nombre Melquisedec significa «mi rey es justo» y Jesús es nuestra justicia porque la compró en la cruz.

El segundo nombre para Dios es el «Omnipotente», o «Shaddai». Es un Dios que es más poderoso de lo que pudiéramos imaginar y es capaz de llenar todas nuestras necesidades. Es Jesús a quien el Padre ha puesto todo en sujeción bajo Sus pies (1 Cor. 15:27) y en quien proveerá para todas nuestras necesidades, conforme a Sus riquezas en gloria (Fil. 4:19).

El tercer nombre que encontramos es «Jehová» y este es el nombre personal que le fue dado a Moisés en Éxodo 3 en la zarza ardiente: «Yahvéh». Este es El Dios con quien podemos relacionarnos. Él no es solamente el Todopoderoso y creador de todo, sino que es alguien con quien podemos tener una relación íntima y profunda, quien se hizo hombre y vino para buscarnos. Por eso Jesús dijo a Sus discípulos en Juan 15 que somos Sus amigos y Pablo nos dice que somos hijos y coherederos con Cristo (Rom. 8:16‑17).

El cuarto nombre «Dios», o «Elohim», significa: «el creador» y es la misma palabra utilizada en Génesis 1:1. Y ¿quién es el creador? Jesucristo (Col. 1:16).

Lo que sigue a esta descripción en el salmo son todas las dificultades de las que Jesús nos salva: del lazo del cazador, de la pestilencia mortal, del terror de la noche, de la flecha que vuela, de la pestilencia que anda en tinieblas, de la destrucción, de miles de muertes alrededor, etc. El salmista termina exaltando a Dios porque Su amor nos librará.

Debido a que Jesucristo es amor, podemos amarlo a Él porque Él nos amó primero. ¡Ámalo entonces con todo tu corazón, alma, fuerza y mente (Luc. 10:27)!


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

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